Misión de Entrenamiento para Aramos de León Menor

TURNO DE NARRACIÓN
Tu ataque es muy poderoso, Caballero Negro, de eso no hay duda, y creo que no podré soportarlo mucho tiempo más, pero debo indicar que de momento has tenido la suerte de tu lado, pues si mi ataque anterior hubiera surtido todo el efecto, hubieras caído automáticamente. Sin embargo, debo reconocer que yo también estoy ya muy mal herido...

Aramos no evitó el ataque enemigo, pues ya casi no tenía energías para hacerlo, con lo que su armadura comenzó a sentir rápidamente la presión del combate. Esquirlas volaban aquí y allá, y pronto llegaría al punto de quiebre. Se parecía poco a los combates que había realizado en el Santuario, puesto que aquí estaba en juego su vida misma. Por ello, mientras el caballero Negro lo golpeaba, una y otra vez, Aramos esperaba el momento oportuno para contraatacar.

Con aquello en mente, el santo de León Menor reunió su cosmos interior, cada uno de las pocas energías que le restaban, con el objeto de acabar el combate en unos pocos asaltos más. No podía arriesgarse a que la batalla se alargara indefinidamente, pues terminaría por perjudicarle.

El santo de Athena escupió un poco de sangre el piso, y luego clavó su mirada en la del santo negro. Aún antes de que el caballero oscuro lograra separarse y tomar distancia, Aramos se lanzó contra él a toda velocidad. Había llegado el momento de dejar de pensar y soltarse, convertirse en un guerrero sin contemplaciones, y acabar con el mal en la tierra. Para ello, hizo uso y abuso de las energías que sobraban en su maltrecho cuerpo y golpeó, una y otra vez, y luego otra, a su enemigo, hasta que lo viera rendirse.

Mientras lo hacía, Aramos llamaba a su león interno, comulgando con el universo. Finalmente, llegaba la ocasión que había estado esperando. ¡GOLPE FINAL! Aulló mientras su cosmos se incrementaba hasta niveles nunca antes alcanzado por el santo de bronce. Sus puños tomaron un tinte dorado y rojizo, y las llamas de su poder se encendieron a su alrededor.

CAMBIO DEFENSA POR ATAQUE

800-150=650
2150-650=1500

TURNO OFENSIVO

Azote Letal: Daño: 800, Cosmos: -350, Energía: -20

El Caballero de Bronce del León Menor realiza una gran combinación de golpes que recaen sobre un mismo lugar y le produce heridas mortales a su enemigo

Concentrar: Cosmos: -1000

El Caballero del León Menor saca a relucir todo su potencial ofensivo y aumenta sus ataques de forma considerable
Efecto: Ataque extra x2

Golpe final del León menor: Daño: 600, Cosmos: -200, Energía: -30

El Caballero de Bronce acumula toda su fuerza y velocidad para realizar un golpe devastador
Efecto: Saca 3 de 4 dados del éxito y el enemigo no puede defenderse de este ataque

Nivel 7
HP: 2000-100=1900
Cosmo: 17950-1550=16400
Energía: 1160-50=1110
Fuerza: 3
Velocidad: 5
Habilidad: 3
Armadura: Cubre: 150 Durabilidad: 2150-650=1500
EXP: 0/100

TIRO DADO DEL ÉXITO

El miembro 'Terakey' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

'Dado del éxito' :

Resultados :

Daño: 800 defendibles + 1200 directos.

TURNO DE NARRACIÓN
Altamente sorprendido por el resurgir del caballero Negro, Aramos apenas pudo utilizar sus reflejos para deflectar parte del ataque que este lanzó contra el caballero de Athena. Los cometas del Pegaso Negro, sin embargo, eran demasiado fuertes como para poder esquivar al completo, por lo que la mayoría de ellos terminaron por impactar en el cuerpo del santo de bronce, quien, magullado, cayó hacia atrás. Parecía que su vida ya casi llegaba a su fin, pero aún así no se rendiría, y se volvió a levantar, con apenas un fino hilo uniéndolo al mundo de los vivos.

Has demostrado ser incluso más poderoso de lo que me temía, y de hecho, apenas estaba preparado para un enfrentamiento como este. Sin embargo, todo debe acabar, como tú bien has dicho. Aramos dio un paso hacia adelante, luego otro. Comenzó a inflar su cosmos sabiendo que ponía todo lo que llevaba en su interior en un ataque final. Que sucedería más allá de aquel punto, tan solo los dioses podrían saber con efectividad.

El León Menor cerró los ojos, mientras dejó que su cuerpo se hundiera en un mar de tranquilidad. Lentamente, se compenetró en lo que le rodeaba, y comenzó a hacer una serie de movimientos, los clásicos movimientos preparatorios de uno de los ataques que utilizaba con mayor frecuencia. Sus brazos se movieron, como poseidos, y fueron alzándose, tocando ciertos puntos en el aire. Pronto fue evidente que estaba imitando la forma de la Constelación de León Menor.

Y cuando completó los pasos requeridos por la técnica, un enorme León apareció, tan sólo por unos segundos, tras el caballero de Athena. Una forma compuesta por cosmos puro. Alentado por dicha aparición, el Santo de Athena se lanzó contra su enemigo a toda velocidad, dispuesto a acabar el combate en ese asalto.

TURNO DEFENSIVO
Reflejos: Protección: 200, Cosmos: -200, Energía: -10

El Caballero de Bronce del León Menor se adelanta al posible ataque enemigo y de esta forma logra poder esquivarlo

3700-200=3500
3500-150=3350
1500-3350=-1850 ARMADURA ROTA
1900-1850=50

TURNO OFENSIVO
Concentrar: Cosmos: -1000

El Caballero del León Menor saca a relucir todo su potencial ofensivo y aumenta sus ataques de forma considerable
Efecto: Ataque extra x2

Azote Letal: Daño: 800, Cosmos: -350, Energía: -20

El
Caballero de Bronce del León Menor realiza una gran combinación de
golpes que recaen sobre un mismo lugar y le produce heridas mortales a
su enemigo

Nivel 7
HP: 1900-1850=50
Cosmo: 16400-1550=14850
Energía: 1110-30=1080
Fuerza: 3
Velocidad: 5
Habilidad: 3
Armadura: Cubre: 150 Durabilidad: 0 ROTA
EXP: 0/100

TIRO DADOS DE FURIA

El miembro 'Terakey' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

'Dado de Furia' :

Resultados :

DAÑO: 3200 defendibles

Con el final de la batalla, llegó el momento de las revelaciones. La aparición de aquella criatura, aún más oscura que la armadura que llevaba el caballero de Pegaso Negro, tomó completamente por sorpresa al santo de León Menor, que no se esperaba encontrar con ningún otro oponente luego de la terrible batalla que había llevado adelante con el santo oscuro. De hecho, las fuerzas del caballero de Athena ya flaqueaban y se encontraba al límite de su resistencia. Otro enfrentamiento acabaría mal para Aramos, y no había nada que pudiera hacer para evitar tal infortunio.

Sin embargo, pronto fue evidente que la amenaza, una criatura oscura, rodeada por un cosmos de malignidad que repugnaba al santo de Athena, tenía otros planes en mente. Notando fácilmente que Aramos se encontraba en un estado deplorable, había tomado un curso de acción aún más radical. Ya no se contentaba con acabar con el protector de Athena, sino que por el contrario, planeaba suicidarse, destruyendo al planeta y todas las almas que lo habitaban, en el proceso. Si Aramos quería detener aquel suceso, tendría que actuar rápidamente, aunque no reconocía mucha esperanza en ello, pues sus fuerzas estaban muy disminuidas.

Entonces, las vueltas del destino volvieron a sorprender al caballero de León Menor, que ya había tenido demasiados sobresaltos por un día. Con consternación y asombro, el santo de Athena observó mientras el caballero de Pegaso Negro recobraba la compostura. En un instante, aquel que había sido su enemigo jurado, se convirtió en un extraño aliado, explicándole muy brevemente, que nunca había traicionado a Athena. Finalmente, y para evitar la destrucción del planeta, el Pegaso Negro contuvo al demonio, pero aquello terminó por costarle la vida.

Al final de la explosión, contenida solo por el inmenso poder del Pegaso Negro, no quedaban restros ni de este ni del espectro. El viento, que volvía a llenar el espacio vacío, se llevó algunas cenizas antes de que tocaran el suelo.

Conmocionado por el devenir de su misión, Aramos comprendió rápidamente, que esta había llegado a su final. O al menos a un final. Un exabrupto final, que nunca se hubiera imaginado. No tenía pruebas de lo que había sucedido, pues no había quedado rastro alguno, pero su palabra sería más que suficiente. La firmeza en su corazón y la convicción en sus palabras servirían para convencer al Santuario de lo que había sucedido.

La noche volvía a dominar el panorama de una isla que no era besada por los rayos de luz del día por más de unas pocas horas. Sabiéndose en peligro, Aramos no pretendía esperar siquiera un instante más en aquel lugar. Nadie vendría a buscarle, y cada segundo en la isla, las probabilidades de cruzarse con algún mutante, espectro, demonio de fuego o guardia negro, aumentaban. Y Aramos no estaba físicamente listo para combatir. De hecho, harían falta varios días de cuidados recuperación antes de que sus heridas físicas hubieran sanado. De las heridas mentales, producto de lo que había visto y oído, no estaba seguro que podría librarse tan facilmente.

Protegido entonces por la oscuridad de la noche que se habia cernido sobre él, Aramos no tardó en abandonar la isla por el mismo lugar por el que había ingresado, el pequeño muelle destartalado. No tuvo problema alguno en alcanzar dicho lugar, y su camino fue, en general, seguro. De hecho, no se sorprendió cuando notó que los cuerpos de los guardias que lo habían descubierto en un primer momento, aún se encontraban tirados en el muelle, aunque para entonces se habían convertido en pasto para las alimañas de la zona.

Por dos días nadó el santo de León Menor, contra vientos huracanados y gigantescas olas que trataban de impedirle, una y otra vez, el paso hasta el Santuario. La marea, como una amante encariñada, le empujaba cada vez más hacia mar adentro y el susurró de las sirenas parecían llamarle a las profundidades del abismo submarino. Pero Aramos aguantó, una y otra vez, todas las tentaciones de abandonar aquel mundo y rendir su vida. Había cumplido una misión y en el Santuario le esperarían con ansias.

Finalmente, logró alcanzar la costa griega, y desde allí se dirigió sin dilación hasta el Santuario. Llegó como se fue, como un mendigo, con las ropas hechas jirones, los ojos cansados, los músculos al borde del colapso y las heridas aún abiertas. Pero no se tomó ni unos segundos, y tan pronto como los guardias le permitieron ingresar a las salas privadas del Patriarca, Aramos le informó de lo sucedido.

Así, le contoó sobre su llegada bajo los auspicios de la luz de la luna, de los guardias que lo encontraron y que, incluso luego de vencer en su prueba, intentaron matarlo a traición. También le informó sobre la aparición del Pegaso Negro y del pequeño enfrentamiento que tuvieron, antes de que se retirara hacia las profundidades de la isla. Se detuvo en la parte del relato en donde mencinaba al mutante, y le pidió al Patriarca que tuviera a tan desdichada criatura en sus oraciones. Luego continuó con la prueba impuesta por el demonio de fuego, y la terrible pesadilla que había tenido tras caer inconciente por el efecto de aquel gas desconocido. Finalmente le relató con lujos de detalles el combate final con el santo de Pegaso Negro, y como cuando Aramos estaba al límite de sus esfuerzos, y a punto de sucumbir por sus heridas, un espectro salió del cuerpo del Pegaso Negro, y exclamó ser el verdadero culpable de todas las maldades. Pero Aramos no se detuvo allí. Continuó con las palabras del santo de Pegaso Negro, una vez se hubiera recuperado, y luego relató, con lágrimas en los ojos, su sacrificio final.

Todo eso relató, tanto como recordaba. Y cuando hubo terminado, Aramos agachó la cabeza, dobló la rodilla y se mantuvo en silencio, a la espera de la bendición del Patriarca.

Por lo poco que lo conocí, el santo de Pegaso Negro fue un gran caballero, un hombre que se sacrificó por todos nosotros. Un verdadero héroe. Un verdadero caballero de Athena. Confirmó Aramos desde su posición en el suelo, agachado como símbolo de respeto ante el Patriarca. Luego se llamó al silencio por unos segundos, y asintió con la cabeza.

Agradecido sinceramente por las palabras del Patriarca respecto a su propio desempeño, Aramos volvió a asentir con la cabeza. Aprecio sus palabras, Gran Patriarca, y la confianza que depositó en mí. Mis habilidades me han llevado a la victoria, pero solo por la participación del Pegaso Negro.

Ahora, debo descansar, como usted bien ha indicado, pues pasarán varios días antes de que pueda recuperarme de las heridas sufridas en cumplimiento de esta misión. Espero que la luz de Athena sepa iluminar mi camino, e incluso el suyo, Gran Patriarca. Finalizando su discurso, y sabiendo que ya no había más razón para su presencia en aquel lugar, Aramos se levantó, y sin dirigirle la vista al Patriarca, en señal de respeto, abandonó el salón donde se había llevado la conversación, y regresó a sus habitaciones.