Entrenamiento Básico Dashe (Asgard)
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Entrenamiento Básico Dashe (Asgard)
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Tenía apenas 6 años cuando su padre le enseñó aquello. Su rostro mostraba un gesto extrañado cuando volvía la cabeza hacia su padre. No lo entendía, no entendía nada de nada. Su padre sonrió y alborotó cariñosamente el pelo del joven Dashe antes de volver a entrar en casa. El pequeño siguió en el jardín preguntándose como aquella oruga tan fea podía acabar convertida en mariposa. El sol estaba en su punto más alto y empezaba a bajar, indicando que ya había pasado el medio día, mientras el pequeño de ojos ambarinos contemplaba extrañado aquella oruga fabricándose una crisálida. Pronto aquello dejó de atraer su atención y volvió a casa corriendo, tenía hambre y empezaba a oler el almuerzo. No habían hecho más que empezar la comida cuando una visita inesperada interrumpió aquel momento familiar.
El cabeza de familia se levantó a abrir la puerta tras oír el timbre por segunda vez, lo cual significaba que aquella visita inesperada era importante. El pequeño y su madre se miraron extrañados y observaron curiosos. Pasados algo menos de cinco minutos, aquel padre de familia volvió con el rostro iluminado de felicidad. Miro a su familia y les dio la gran noticia:
Me han concedido la financiación para la investigación, así que…
No terminó la frase al ver el gesto de su amada. Como esposa se alegro por su compañero sentimental, pero no pudo evitar un gesto desolado y de preocupación. Sabía de qué se trataba, había luchado con él para conseguir aquel proyecto. Por tanto sabía que no pasaría menos de uno o dos años alejado de su familia mientras viajaba en barco por el mundo. Cogiendo las manos de su amada mujer la miró a los ojos y le dijo antes de besarla:
Han aceptado mis condiciones, vendréis conmigo
Fue un momento romántico que el pequeño de la casa se encargó de enturbiar gritando y corriendo a su habitación. Quería hacer la maleta para salir lo antes posible.
Viajes, risas, el eco una despedida paternal en su mente. Soledad. Y de repente una explosión de energía que lo sacó de su letargo.
Sobresaltado, miró a su alrededor; pero solo encontró un desierto de hielo eterno en todas direcciones. Estaba hecho un ovillo en su saco de dormir, como la oruga que se hizo una crisalida de su infancia. Pero ya no era un niño, sin embargo los recuerdos lo atormentaban cada noche. Había buscado respuestas en cada confín del mundo. Había viajado tanto y tan lejos, buscando el misterio de su propia existencia, pero solo encontraba viejos maestros que sonreían, contaban historias de grandes guerreros y daban trabajo y alojamiento a cambio de un poco de trabajo. Así había pasado Dashe su vida, viajando en busca de si mismo. Aprendiendo a valerse por si mismo, pero, por desgracia, lo que más había hecho era pelear. Por todo lo largo y ancho del mundo, los fuertes atormentaban cruelmente a los débiles, y eso era algo que no soportaba, lo enfurecía sobremanera. No tardó en comprender que el secreto de las artes marciales estaba en la propia biomecánica corporal, así que las enseñanzas acabaron siendo duros trabajos físicos para sacar el máximo potencial de sí mismo. Trabajó en canteras, serrerías, minas, incluso hizo de tabernero en un par de ocasiones. Cada lugar le permitió fortalecerse, tanto de cuerpo como de mente. No lograba comprender esas palabras, una de las últimas palabras también de su padre: “hay un poder que viene de las estrellas”. Palabras que le repitió un anciano al sur de África. “Ve al norte joven. Ahí encontrarás lo que buscas. Tienes un alma fuerte y un corazón puro, pero si de verdad eres digno de ello lo encontrarás y te hallarás a ti mismo. Entonces comprenderás que tu viaje no habrá hecho más que comenzar”.
Al norte, viajó al norte, atravesando valles y llanuras, escalando montañas. Por tierra y por mas siguió adelante como un vagabundo, un nómada decidido a llegar a su destino incierto. Y ahllí estaba tan al norte que solo había hielo. Su brújula no se decidía que dirección tomar, tan al norte estaba que la aguja empezaba a girar sobre sí misma. Pero eso no lo detuvo. Recogió sus bártulos y siguió adelante, rodeado por una ventisca que lo rodeaba y que extrañamente nunca lo alcanzaba. Y al fondo, al fín la sombra de una ciudad, enturbiada por la tormenta.
-Si al menos este estúpido clima se detiuviera un segundo.
Y lo hizo, lo deseó con todas sus fuerzas y la ventisca se detuvo unos instantes para dejarle ver una ciudad a lo lejos. Sin apenas comida ni agua, siguió adelante, esperanzado por ver algo de civilización en tan alejado confín del mundo, esperando encontrar respuestas al enigma de su propósito en la vida.
Tenía apenas 6 años cuando su padre le enseñó aquello. Su rostro mostraba un gesto extrañado cuando volvía la cabeza hacia su padre. No lo entendía, no entendía nada de nada. Su padre sonrió y alborotó cariñosamente el pelo del joven Dashe antes de volver a entrar en casa. El pequeño siguió en el jardín preguntándose como aquella oruga tan fea podía acabar convertida en mariposa. El sol estaba en su punto más alto y empezaba a bajar, indicando que ya había pasado el medio día, mientras el pequeño de ojos ambarinos contemplaba extrañado aquella oruga fabricándose una crisálida. Pronto aquello dejó de atraer su atención y volvió a casa corriendo, tenía hambre y empezaba a oler el almuerzo. No habían hecho más que empezar la comida cuando una visita inesperada interrumpió aquel momento familiar.
El cabeza de familia se levantó a abrir la puerta tras oír el timbre por segunda vez, lo cual significaba que aquella visita inesperada era importante. El pequeño y su madre se miraron extrañados y observaron curiosos. Pasados algo menos de cinco minutos, aquel padre de familia volvió con el rostro iluminado de felicidad. Miro a su familia y les dio la gran noticia:
Me han concedido la financiación para la investigación, así que…
No terminó la frase al ver el gesto de su amada. Como esposa se alegro por su compañero sentimental, pero no pudo evitar un gesto desolado y de preocupación. Sabía de qué se trataba, había luchado con él para conseguir aquel proyecto. Por tanto sabía que no pasaría menos de uno o dos años alejado de su familia mientras viajaba en barco por el mundo. Cogiendo las manos de su amada mujer la miró a los ojos y le dijo antes de besarla:
Han aceptado mis condiciones, vendréis conmigo
Fue un momento romántico que el pequeño de la casa se encargó de enturbiar gritando y corriendo a su habitación. Quería hacer la maleta para salir lo antes posible.
Viajes, risas, el eco una despedida paternal en su mente. Soledad. Y de repente una explosión de energía que lo sacó de su letargo.
Sobresaltado, miró a su alrededor; pero solo encontró un desierto de hielo eterno en todas direcciones. Estaba hecho un ovillo en su saco de dormir, como la oruga que se hizo una crisalida de su infancia. Pero ya no era un niño, sin embargo los recuerdos lo atormentaban cada noche. Había buscado respuestas en cada confín del mundo. Había viajado tanto y tan lejos, buscando el misterio de su propia existencia, pero solo encontraba viejos maestros que sonreían, contaban historias de grandes guerreros y daban trabajo y alojamiento a cambio de un poco de trabajo. Así había pasado Dashe su vida, viajando en busca de si mismo. Aprendiendo a valerse por si mismo, pero, por desgracia, lo que más había hecho era pelear. Por todo lo largo y ancho del mundo, los fuertes atormentaban cruelmente a los débiles, y eso era algo que no soportaba, lo enfurecía sobremanera. No tardó en comprender que el secreto de las artes marciales estaba en la propia biomecánica corporal, así que las enseñanzas acabaron siendo duros trabajos físicos para sacar el máximo potencial de sí mismo. Trabajó en canteras, serrerías, minas, incluso hizo de tabernero en un par de ocasiones. Cada lugar le permitió fortalecerse, tanto de cuerpo como de mente. No lograba comprender esas palabras, una de las últimas palabras también de su padre: “hay un poder que viene de las estrellas”. Palabras que le repitió un anciano al sur de África. “Ve al norte joven. Ahí encontrarás lo que buscas. Tienes un alma fuerte y un corazón puro, pero si de verdad eres digno de ello lo encontrarás y te hallarás a ti mismo. Entonces comprenderás que tu viaje no habrá hecho más que comenzar”.
Al norte, viajó al norte, atravesando valles y llanuras, escalando montañas. Por tierra y por mas siguió adelante como un vagabundo, un nómada decidido a llegar a su destino incierto. Y ahllí estaba tan al norte que solo había hielo. Su brújula no se decidía que dirección tomar, tan al norte estaba que la aguja empezaba a girar sobre sí misma. Pero eso no lo detuvo. Recogió sus bártulos y siguió adelante, rodeado por una ventisca que lo rodeaba y que extrañamente nunca lo alcanzaba. Y al fondo, al fín la sombra de una ciudad, enturbiada por la tormenta.
-Si al menos este estúpido clima se detiuviera un segundo.
Y lo hizo, lo deseó con todas sus fuerzas y la ventisca se detuvo unos instantes para dejarle ver una ciudad a lo lejos. Sin apenas comida ni agua, siguió adelante, esperanzado por ver algo de civilización en tan alejado confín del mundo, esperando encontrar respuestas al enigma de su propósito en la vida.
Dashe- Sexo :
Cantidad de envíos : 10
Fecha de inscripción : 03/06/2016
Re: Entrenamiento Básico Dashe (Asgard)
**Resulta difícil recomponer el cuadro con fragmentos. Tan pequeños. Frágil como el cristal, su mente rota. Cuando menos lo esperas, de entre las manos confiadas, cae al suelo. La confianza es ceguera, negar la oscuridad que nos sostiene. Ya no quedaba nadie a su lado. Olvidó los nombres, las palabras, replegado sobre sí mismo para protegerse del frío. La humanidad eran esos seres lejanos, extraños. A nadie le importaba que viviera o muriera; dudó que tampoco le importara mucho a él. Se puede estar muerto mientras se respira.
Recuerda haber matado, como radical forma de llamar la atención. Sólo para sentir de nuevo el calor humano, la sangre, los golpes. Sentirse vivo otra vez. Pero el alma se fue desvaneciendo por el camino, perdiéndose en hilachos de niebla. El pozo, tan profundo, de la oscuridad. Nunca se llega al fondo; sólo se puede flotar y hundirse, un poco más, en la negrura. Hasta que no se distingue el propio cuerpo, y se forma parte de ella. ¿Fue así el origen? Y a él se vuelve, como a una memoria escondida.
Recuerda haber subido a la azotea. La brisa de la noche, como un milagro para los sentidos. Cerrar los ojos, y fundir su oscuridad con la de afuera. Y su voz hablando, preguntando con palabras sin sonido, dibujadas en la mente. ¿Quién habla en verdad, a quién, para qué? Como un eco en el abismo nocturno de las montañas. Hablar con él mismo, ese desconocido para darle sentido a lo que ya no lo tiene.
Con el corazón muerto, bailó sobre un pie, luego sobre el otro; justo al borde. Y se carcajeó, como si hubiese descubierto de repente que la vida es justo este juego suicida. ¿Es valentía, o cobardía saltar? Qué importa. Sólo sé que es el único lugar que jamás he pisado. Y avanzo hacia el infinito.
Recuerda el dolor. Ah, tan inmenso, abrumador que gritar resulta imposible. ¿Es esto morir? ¿Nacer? No puede moverse, pero cada nervio es como un hilo incandescente que lo recorre, el éxtasis de la carne abierta, bañada en sangre. Escucha voces, ruidos, como a través de un mar revuelto. Siente que se elevan; el dolor lo sacude, torturante. Pero podría llorar de felicidad. Ha tenido que saltar al infinito para que sus hermanos, los hombres, quisieran volver a su lado.**
Consigna: debes acercarte hacia la ciudad que mencionas y en tu camino divisas a este hombre saltando desde el techo de su casa. Tú lo tienes que salvar.
Recuerda haber matado, como radical forma de llamar la atención. Sólo para sentir de nuevo el calor humano, la sangre, los golpes. Sentirse vivo otra vez. Pero el alma se fue desvaneciendo por el camino, perdiéndose en hilachos de niebla. El pozo, tan profundo, de la oscuridad. Nunca se llega al fondo; sólo se puede flotar y hundirse, un poco más, en la negrura. Hasta que no se distingue el propio cuerpo, y se forma parte de ella. ¿Fue así el origen? Y a él se vuelve, como a una memoria escondida.
Recuerda haber subido a la azotea. La brisa de la noche, como un milagro para los sentidos. Cerrar los ojos, y fundir su oscuridad con la de afuera. Y su voz hablando, preguntando con palabras sin sonido, dibujadas en la mente. ¿Quién habla en verdad, a quién, para qué? Como un eco en el abismo nocturno de las montañas. Hablar con él mismo, ese desconocido para darle sentido a lo que ya no lo tiene.
Con el corazón muerto, bailó sobre un pie, luego sobre el otro; justo al borde. Y se carcajeó, como si hubiese descubierto de repente que la vida es justo este juego suicida. ¿Es valentía, o cobardía saltar? Qué importa. Sólo sé que es el único lugar que jamás he pisado. Y avanzo hacia el infinito.
Recuerda el dolor. Ah, tan inmenso, abrumador que gritar resulta imposible. ¿Es esto morir? ¿Nacer? No puede moverse, pero cada nervio es como un hilo incandescente que lo recorre, el éxtasis de la carne abierta, bañada en sangre. Escucha voces, ruidos, como a través de un mar revuelto. Siente que se elevan; el dolor lo sacude, torturante. Pero podría llorar de felicidad. Ha tenido que saltar al infinito para que sus hermanos, los hombres, quisieran volver a su lado.**
Consigna: debes acercarte hacia la ciudad que mencionas y en tu camino divisas a este hombre saltando desde el techo de su casa. Tú lo tienes que salvar.
Guardian Gélido- JUEZ
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Fecha de inscripción : 16/05/2016
Localización : En lo profundo de Asgard
Re: Entrenamiento Básico Dashe (Asgard)
** “Mataría por un plato de sopa caliente”. Se decía, arrodillado en el suelo tras haber trastabillado. Exhasuto y abotargado, siguió más por terquedad que por ganas. Se levantó, mantuvo una postura erguida, tratando de devolver algo de dignidad a su propio ego y oteó el horizonte. “Ya queda poco para llegar. Espero que sean buena gen...”
Y entre el azote de la ventisca distinguió un cuerpo humanoide bailando sobre un tejado. Incredulidad al principio, negación después. Pero tras un par de pasos no tuvo dudas. Un hombre estaba sobre el tejado de aquella casa, bailando al filo de una muerte segura.
- ¡Eh! ¡Oiga, bájese de ahí! ¡Podría hacerse daño!
Nada. La fuerza del vendaval ensordecía sus gritos. Se desembarazó de sus bártulos, para aligerar peso, aceleró el paso y deseó que la tormenta lo dejara ver claramente la escena.
Una carcajada nerviosa y confusa, la risa de un hombre desesperado que rie para que no lo vena llorar. Un sonido que sabía reconocer muy bien. Un sonido que había reconocido en si mismo en más de una ocasión. Pero Dashe era tozudo, simplemente se negaba a dejar de existir. Aquel hombre no lo tenía tan claro.
- Maldita sea, como saltes juro que te mataré yo mismo.
Y como si aceptara la amenaza, como si se burlara de él, saltó. Dashe seguía corriendo, o al menos intentandolo, pero no avanzaba. El tiempo se detuvo un instante. Deseó salvarlo.
Los copos de nieve se quedaron congelados en pleno vuelo. El viento ya no soplaba alrededor del joven Noruego, si no que lo hacía hacia arriba, con un tono grisáceo muy vivo. Sus piernas se movieron, su cuerpo ignoró el frio y el cansancio, su mente quedó clara y su alma se sintió libre. Su corazón bombeó sangre. BOM BOM. Sintió un copo de nieve estrellarse en su cara. Sintió los pedazos deretirse y esparcir el agua helada por su mejilla. BOM BOM. Otro latido, el aire frente a él se esparció formando un circulo perfecto, y alrededor de éste los copos se iban arremolinando dejando un perezoso caos de hielo. Había roto la barrera del sonido sin haberse dado cuenta. BOM BOM. Aquel hombre llegaba a la mitad del recorrido contra el suelo; las lagrimas se iban congelando conforme salían de sus ojos. Su rostro mostraba paz, había aceptado su destino. BOM BOM. “MÁS RÁPIDOOOO” En un instante un grito desesperado, un deseo en la mente, un alma libre, una fuerza imparable.
Un destello atravesó la distancia que separaban al joven Dashe de aquel suicida y aterrizó en la casa, atravesándola de parte a parte. De entre el caos y las ruinas, el joven pelinegro yacía en la calle y en sus brazos aquel hombre que trataba de suicidarse.
- ¡Eh! ¿Estás bien? - le abofeteó levemente – Dime que estás bien.
Le tomó el pulso y trató de oir su respiración acercando su oreja a la boca del desconocido. Dashe estaba lleno de magulladuras, y tenía un par de contusiones, pero el hombre parecía estar bien. Una lágrima asomó por los ojos ambarinos del muchacho.
- ¡Que alguien me ayudee!
Gritó al cielo. No sabía que había pasado, solo que debía salvar una vida. No se permitía que nadie sufriera como había sufrido él al haber perdido a sus seres queridos. Poco a poco sentía como las fuerzas le abandonaban, pero la tormenta de nieve parecía estar cediendo. Y miró a su alrededor hasta que se dió cuenta de lo sucedido. Había recorrido los mas de 300 metros que lo separaban de aquel hombre en un instante, lo había cogido en el aire y protegiéndolo con su propio cuerpo había atravesado la casa. “Cómo demonios he...” **
Dashe- Sexo :
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Fecha de inscripción : 03/06/2016
Re: Entrenamiento Básico Dashe (Asgard)
**Un sueño. Dos seres, iguales pero distintos, salieron de él. Los miró y no se parecían a los que había visto desde el día de su llegada. Todo en ellos le era familiar, pero su tamaño lo desconcertaba. Algo hacía de él más que un mero observador, lo atraía hacia ellos, a pesar del estridente sonido que emitían.
Tomó a uno en sus brazos, y para su espanto, inmediatamente dejó de sonar. Asustado, lo dejó caer, y de nuevo emitió su chirriante ruido. Dos veces repitió el gesto hasta percibir el efecto producido por él sobre aquellas criaturas.
Con su contacto, se acentuó más aquella sensación, que fue indescriptible cuando uno de ellos, con un gesto de ansiedad, apretó su cara contra uno de los bultos que habían crecido en su cuerpo. En ese momento, un espasmo en el abdomen, parecido a los que antes tuviera, acompañó al calor que invadió todo su cuerpo. El mismo gesto, repetido por el otro, llenó su cuerpo de paz, vinculándolo a ellos para siempre.
Despertó. La magia de la vida había hecho su recado. Sin duda alguna, él supo que adelante se encontraba el destino que tanto había buscado.
- ¡Tú! ¡Sí tú, me has salvado! ¡Has generado un destino para mí! ¿Acaso sabes lo que llevas dentro tuyo? ¡Eso me hizo renacer! ¡Tú eres el elegido! - Expresó con una total alegría levantando sus brazos y generando el primer abrazo cuasi fraternal.**
Consigna: contéstale al hombre la pregunta que te ha hecho.
Tomó a uno en sus brazos, y para su espanto, inmediatamente dejó de sonar. Asustado, lo dejó caer, y de nuevo emitió su chirriante ruido. Dos veces repitió el gesto hasta percibir el efecto producido por él sobre aquellas criaturas.
Con su contacto, se acentuó más aquella sensación, que fue indescriptible cuando uno de ellos, con un gesto de ansiedad, apretó su cara contra uno de los bultos que habían crecido en su cuerpo. En ese momento, un espasmo en el abdomen, parecido a los que antes tuviera, acompañó al calor que invadió todo su cuerpo. El mismo gesto, repetido por el otro, llenó su cuerpo de paz, vinculándolo a ellos para siempre.
Despertó. La magia de la vida había hecho su recado. Sin duda alguna, él supo que adelante se encontraba el destino que tanto había buscado.
- ¡Tú! ¡Sí tú, me has salvado! ¡Has generado un destino para mí! ¿Acaso sabes lo que llevas dentro tuyo? ¡Eso me hizo renacer! ¡Tú eres el elegido! - Expresó con una total alegría levantando sus brazos y generando el primer abrazo cuasi fraternal.**
Consigna: contéstale al hombre la pregunta que te ha hecho.
Guardian Gélido- JUEZ
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