Entrenamiento básico para Juanchi de Lira

Ya habían pasado muchos años desde que había comenzado mi entrenamiento en artes marciales. Me sentía seguro, fuerte, ágil y capáz de defenderme a mi mismo....pero....había algo que molestaba mi corazón. Podía cuidar de mi mismo, pero no podía hacer nada para proteger a quienes me rodean y, sobre todo, a los más inocentes. Nunca pude defender a los más débiles contra aquellos que utilizan el miedo para aprovecharse de ellos.

Siempre que presenciaba un robo sentía que me hervía la sangre y mis instintos me decían que debía ir en ayuda de quien me necesitaba. Pero por más entrenamiento que uno tenga en artes marciales, siempre debe poner en la balanza el riesgo que uno corre al intentar ayudar al más débil...y siempre, siempre, siempre había más posibilidades de salir malherido o incluso muerto. De sólo pensar en las consecuencias que traería a mis padres el hecho de que me lastimaran o que me mataran, hacía que mi cuerpo se paralizara ante el hecho.

Pero lo peor no era eso. Lo peor eran las horas, los días siguientes, en donde no podía quitarme el remordimiento de no haber ayudado a una persona que necesitaba mi ayuda y de no poder usar el poder que me fue confiado a través de las enseñanzas de mis instructores. Me sentía tan inútil como si nunca hubiese entrenado en mi vida. Y por si fuera poco, sentía que había algo que estaba intentando emerger de mi ser, algo que no podía controlar. Sólo podía calmar esa sensación golpeando una bolsa de arena cientos de veces hasta que me quedara al borde del desmayo

Fue así que un día no lo soporté más y decidí buscar consejo en mi instructor. Busqué un consejo sabio y consolador. Sin embargo sus palabras fueron casi que puñaladas. "Es momento que abandones esta academia", dijo con sus ojos cerrados. Yo pensé que me estaba expulsando, pero no. Me envío en un peregrinaje en solitario con un sólo objetivo: encontrar mi verdadero ser. Nunca olvidaré las últimas palabras que me dijo: "Eres un buen joven y un excelente alumno, pero tienes un sentido de deber con la justicia que no puedo complacer y en el que no puedo acompañarte....ni yo, ni nadie. Es un camino que debes tomar sólo. Sólo así se conoce el camino de la justicia"

Es así como llego a este momento, donde con mis pocas pertenencias partí sin un rumbo fijo, confiando en mis instintos e intentando calmar esta sensación de mi interior que cada dos por tres aparece sin dejarme en paz.