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Mensaje por Apu Dom Sep 15 2013, 06:36

Nombre: Nerdko.

Edad: 23 años.

Sexo: Masculino

Nacionalidad: Mexicano, Nacido y criado en Villahermosa Tabasco.

Signo: Cáncer

Aspecto: Joven, de 1.73m de alto. A simple vista no pareciese un guerrero, pero debajo de esa ligera capa de grasa se esconden músculos de acero. Las cicatrices de las peleas anteriores cubren su cuerpo, pero en el rostro solo hay un par en los labios... o por lo menos las visibles son esas.
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Perfil psicológico: Tranquilo, calmado; hasta cierto punto demasiado paciente. Solo su espíritu competitivo es capas de sacarlo de su mundo de ideas, bueno, eso y la necesidad de salvar a los que lo rodean. La amistad es lo mas importante para el, y motivo suficiente para detener una bala con la cabeza. Pocos son los que lo han visto enojado, y aun menos los que pueden contar la experiencia.



Destino



**Mientras Ban pronunciaba esas palabras, mis ojos no podían apartarse de la magnificencia de la caja frente a mi, su color rojizo y amarillo, las figuras esculpidas alrededor de ella... la cadena que se encontraba bajo el dibujo de Fornax. Mis manos se extendieron para tocar la superficie metálica, tenía el tamaño ideal para cubrir mi espalda si la cargaba, en la parte de atrás tenía 2 tirantes de cuero.


Mi corazón palpitaba como loco, y mis músculos temblaban, la visión se me hacía borrosa y mi mente comenzó a recordar.


-¿Mami, donde fué papá?- preguntaba yo, a los 4 años de edad.


Mi madre me miró y entre la voz cortada me dijo que no lo sabía.


Padre nos había dejado atrás diciendo que iría a conseguir el poder necesario para defendernos a todos; en ese momento estaba seguro que se trataba de algún objeto que nos protegería en casa, tal vez un libro sagrado o una cruz. Mi madre católica me había ducho que esas cosas me protegerían siempre.

Mientras los demás niños jugaban en el campo, yo quemaba cosas, cosas sin valor; no me gustaba meterme en problemas y sabía que si mi madre me encontraba jugando con fuego, la pasaría muy mal. El escondite perfecto era en el campo, justo halla donde los niños normales no se acercaban por miedo... El cementerio.


Velas, papel, cerillos, madera, telas... todo era bueno, solo necesitaba una flama estable. Mi iniciador favorito era el Zippo que mi padre me dejó al marcharse, y que cuando volvió me dijo que jamás debía perderle.


Con forme fui creciendo, viendo a mi padre alcoholizado, y mi madre sosteniendo la casa sola, fui dejando atrás todos esos recuerdos; en la secundaria mis recuerdos son casi siempre de recibir y dar golpes, siempre había alguien queriendo vengarse de mi, por haberles quitado el día anterior al niño que molestaban, por devolver a su dueño lo que robaban, o simplemente porque les había pateado la cara el día anterior. Del modo que fuera, siempre llegaba a casa con nuevas cortadas y cicatrices, mi madre me las curaba y me pedía que dejara de hacerlo, pero no podía soportar ver esas injusticias.


Al entrar en la preparatoria conseguí un trabajo de medio turno, para ayudar a mi madre pero; al poco tiempo ella enfermó gravemente y murió, quedando solo y con un padre que ni siquiera sabía donde encontrarlo.


Comencé a dejar pasar las cosas, no me preocupaba mas que por terminar la escuela y mantener mi empleo; en mi graduación vi a mi padre a lo lejos, y mi familia que quedaba se enfureció al verlo, le lanzaban piedras y escupitajos mientras él lloraba. Podía sentirlo orgulloso de mí, pero a la vez, sabía que nada de esto era parte de mi destino.


Conocí a mi esposa empezando la universidad, ella trabajaba en las oficinas de uno de los campus, yo había dado a parar en su puerta de la forma mas chusca, buscando ayuda para una tarea; ella hizo lo que pudo y yo en compensación la invité a salir. Se negó por la diferencia de edad y porque no estaba acostumbrada a que le hicieran invitaciones los desconocidos.


Al cabo de 1 mes de visitarla en su oficina, y de comer con ella en los descansos, nos fuimos a vivir juntos; la vida parecía perfecta con ella a mi lado, pero el destino probaría lo contrario.


Volví a estar consiente y me vi a mi mismo llevando la armadura a mi espalda, dentro de su caja. saludé a Ban y dejé con mis compañeros un mensaje para Nachi; había pasado los mejores momentos de camaradería en las barracas de estos entrenamientos, también los mas amargos al perder en el torneo, al casi morir al recibir los golpes, al quemar mis huesos y puños contra las piedras y árboles hasta que me endurecí lo suficiente y me convertí en merecedor de este poder.


Mi cuerpo había cambiado mucho, ya no era un cuerpo normal, los músculos que ostentaba ahora estaban definidos y contenían una fuerza casi sobrehumana, mis manos eran ásperas y mis nudillos parecían rocas, mis rodillas y piernas eran arietes; incluso mi intelecto había aumentado.


Estaba listo. Con orgullo miré hacia el cielo y dejé las lágrimas de alegría brotar dije:


-Padre, lo logré, espero que ahora puedas encontrar tu camino, y que cuando vuelvas a ver a madre ella entienda tus motivos, gracias a todos los presentes por lo que me enseñaron, y ahora, es tiempo de seguir adelante, cumpliré con mi destino y seré un protector de todos, y así como sé que ustedes entrenan para llegar a donde estoy, les demostraré que soy capas de mantener el balance en el mundo hasta que a ustedes les toque tomar mi lugar. Gracias-


Caminé hacia la siguiente parada de mi destino.**
Apu
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ÁNGEL CAÍDO
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