Petición de la armadura de bronce Serpiente terrestre

Jack, que así se llamaba antes que nada, siempre fue un niño demasiado maduro para su edad, pero no tiene todo su lado positivo, todos en el colegio o mejor dicho en los colegios a los que iba, le tenían manía y miedo al mismo tiempo, era muy inteligente y fuerte para un chico de su edad y además era huérfano, siempre que había una pelea y él estaba dentro los demás acababan una semana en el hospital, pero nadie ni siquiera el mismo sabía cómo lo hacía, un día…
-Eh tu bicho raro, ¿quién te crees que eres? –oyó Jack por su espalda y se giró a tiempo de esquivar una piedra que otro muchacho al que apenas conocía le había lanzado.
-Perdona, ¿puedo saber quién eres y lo qué te he hecho? –le respondió Jack.
-¿Qué que has hecho? Jajajajaja –rió el otro joven que parecía más mayor y era mucho más corpulento que Jack –estar aquí y ahora, este es MI colegio, MI patio y aquí no entra nadie sin MI permiso.
Jack hacía ya rato que no oía las estupideces del otro chico, ya había pasado por demasiados colegios y por gente igual, se estaba dando la vuelta cuando de repente salieron cuatro o cinco chicos más de detrás de unos arbustos.
-¿Así que tu solo no puedes contra un chico que es la mitad de grande que tú y que es menos corpulento? ¿Acaso eres un cobarde?- dijo Jack sin ponerse nervioso ante tal situación.
-Estos “amigo mío” –soltó el otro joven en tono irónico- son los amigos de verdad de aquellos que enviaste al hospital la semana pasada, los cuales también son amigos míos y esta vez vas a ser tu quien acabe allí.
-Lo siento no tengo intención de…- sin acabar la frase siquiera el otro joven se abalanzó sobre Jack. Como si de una culebra se tratará Jack esquivó el golpe y tirando al suelo al otro muchacho acabó diciendo- pelear, gracias.
Los demás medio paralizados medio nerviosos se lanzaron a la ofensiva, nadie pudo alcanzarlo en toda la pelea, era demasiado rápido, parecía como si el tiempo se ralentizara para él y pudiera prever los golpes de sus contrincantes.
Cuando acabó todo se acercó al primer chico y cogiéndole del pelo, levanto su cara del suelo, se arrodilló delante suya y le susurró.
-Ya te había dicho que no quería pelear, no sé por qué no quisiste escucharme, saluda a tus amigos de mi parte y para tu información no me llamo “bicho raro” para vosotros soy Snake.
Al levantarse y darse la vuelta, vio enfrente suya a una chica joven enfundada en un mono de estilo militar, nunca había visto una chica tan guapa y se quedó de piedra al oir su dulce voz decir su nombre.
-Jack, ¿verdad?, me llamo… bueno no importa, lo vengo a decirte es que te vienes conmigo y no, no te he adoptado por así decirlo por lo tanto no soy tu madre, digamos que soy tu “jefa” –miró los ojos azules del jovencito- tienes mucho potencial pero lo desaprovechas con esta chusma, yo te enseñaré de lo que eres capaz, si es que me sigues el ritmo, recoge tus cosas en madia hora salimos de este sitio.
Jack hizo caso y sin rechistar fue en busca de sus cosas, sin quitarse de la cabeza a la hermosa joven y su dulce voz hablándole a él. En menos de media hora ya estaban listos los dos para salir de esa “cárcel”.
-Muy bien “jefa” ya estoy listo, ¿nos vamos?-dijo con voz temblorosa al volver a ver aquella imagen.
-No me tengas miedo, como le has dicho al pelele aquel… ¿Snake?- rio ella entre dientes.
-No te burles de mí, creí que serias diferente, solo porque seas mujer si buscas pelea aunque me duela la tendrás- dijo molesto el chico.
-No me burlaba de ti, el nombre me hizo gracia, porque a tus enemigos les entrará el pánico al saber que una serpiente humana les está machacando- dijo guiñándole un ojo al joven aprendiz.
-Vale, acepto las disculpas puedes llamarme Jack sin problemas.- dijo relajándose.
-Me parece a mí que no pequeño, donde vamos tu nombre no tiene ningún valor, te llamarás Pilskin a partir de ahora y solamente yo decidiré si te llamo “Jack”.
-La verdad “jefa” me gusta el nombre- y se fueron ambos.
Así pasaron los días, después semanas, meses, incluso años de entrenamiento, de golpes, lluvia, nevadas, enfermedades, cansancio pero sobre todo de fortaleza, y el chico se convirtió en hombre. Un hombre sin nombre.
Llegando a la mayoría de edad, Pilskin, pues ya no recordaba ni su verdadero nombre, fue enviado a una misión real, su primera misión y además sin ella sin su “jefa”. Como ya le había dicho su nombre en clave para la misión, esta y las venideras sería Snake, su entrenamiento lo había convertido en un ser sigiloso y escurridizo por lo cual el nombre le venía que ni pintado.
Durante la misión se encontró varias veces con una silueta que parecía ser ella, aunque parecía ser un espectro pues nunca estaba donde la había visto, excepto cuando ya estaba acabando y entonces ahí la vio, en un puente de madera que cruzaba un acantilado con un río al fondo, demasiado al fondo y en el cual tuvieron que pelear.
-Hola “Jack” ya casi me has superado- aun con el paso de los años su voz seguía siendo dulce y embriagadora para Pilskin- pero no podrás superarme nunca si no puedes derrotarme, aquí me tienes tu prueba final, tu licenciamiento, vénceme, si puedes.
-No quiero pelear contigo “jefa” ¿por qué me haces esto?
-Me decepcionas, hace años dijiste que aun siendo mujer pelearías conmigo si lo pedía, eres débil y un cobarde- se dio la vuelta y le hizo un gesto con la mano para que se diera la vuelta y se fuera- si no te vas de aquí ahora mismo no tendré otro remedio que acabar contigo.
Pilskin no entendía nada de lo que estaba pasando, esa su mentora, su “jefa” pero parecía del otro bando una enemiga más, estaba confundido. Se acercó a ella lentamente y la cogió por un hombro, ella le acarició la mano y se la rompió.
-No tienes remedio parece que quieres morir- le rompió un brazo y tres costillas de dos fuertes golpes- muere entonces.
Con una mano intentó defenderse pero le rompió una pierna y lo lanzó por el puente no sin antes él arrancar una cinta que sujetaba el sedoso cabello de la “jefa”.
En la caída perdió el conocimiento y al despertar vio a su lado a una serpiente atravesada por un palo, lo cogió y se entablilló el brazo roto y la pierna lo mejor que pudo, se comió la serpiente y entró en un profundo sueño.
-Hola Snake, soy el espíritu milenario de la madre de las serpientes, tengo algo para ti pero debes saber que al decidir recibir el regalo ya no podrás volver con la persona que amas y que es quién te ha hecho esto, yo te voy a cuidar ahora y te curaré las heridas si es que aceptas claro, la verdad no pintas nada bien, te han dado duro y estas en tus últimas fuerzas, pero todo eso se puede arreglar, ya has dado el paso de comerme, ahora déjame que te cure desde dentro- siseó un ser extraño con forma de serpiente pero al mismo tiempo de mujer.
-Acepto no temo a nada, ahora ya no tengo nada que perder, todo lo que tenía se lo ha llevado la persona que me lo dio- dijo Pilskin cayendo de rodillas golpeando el suelo con todas sus fuerzas.
-Que así sea, cuando despiertes no tendrás las feas heridas de tu cuerpo, lo que no puedo arreglar es la pérdida de tu ojo, ese que perdiste hace años, sí lo sé todo sobre ti, ¿crees que alguien que se hace pasar por uno de los míos pasa desapercibido ante mi sabiduría?
-¿Me tenías espiado?- se sorprendió Pilskin.
-No querido, te tenía bajo mi protección y me sigues teniendo, cree en mí y serás tan poderoso que podrás acabar con el vínculo que te une a esa mujer- volvió a sisear el ser y atravesando a Pilskin desapareció, haciendo despertar al moribundo.
Pilskin se despertó y notó algo frío alrededor de su cuerpo y enfrente suyo una caja gris enorme, lo que tenía a su alrededor eran piezas metálicas de color rojo fuego.
-¿Entonces esta chatarra es mi regalo? Pues vaya- pensó para sus adentros observando las piezas.
-No es una chatarra incrédulo es mi cuerpo dejado a ti en forma de protección-Siseo la voz en la cabeza de Pilskin.
-Está bien, mientras con esto pueda vengarme de quién tú ya sabes bien, me parece perfecto- recogió las piezas y las puso en la caja grande que se colocó a la espalda y siguió su camino hacia la venganza.
-bien muchacho ahora pues la fuente de mi fuerza en la armadura de la serpiente terrestre, trátanos con cuidado y lo mismo haremos por ti- la voz siseó por última vez y desapareció.