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Ficha de Laxus de Icarus 3091mae
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Mensaje por Laxus Dom Mar 08 2015, 00:45

This is who I amDescripción psicológica
Laxus intenta eliminar todo tipo de sentimiento humano de su ser, para no tener debilidades y poder ser totalmente un Dios. Tanto ha olvidado los sentimientos, que casi no recuerda a Rukia, su hermana. Es el más cercano de los Ángeles a Artemisa. Laxus es el más leal, sin duda alguna a la Diosa.
Tiene un gran interés en derrotar a todo guerrero que se le pare en frente.
Laxus es temerario, sádico, e increíblemente arrogante. Sin embargo, otras dimensiones de su personalidad han brillado mostrandolo como un hombre preocupado, perspicaz y ambicioso. Él nunca ha caído en la trampa de un oponente.
A pesar de que constantemente desprecia y ridiculiza sus logros, su fuerza incomparable y raros momentos de bondad le granjeó respeto.

JaponésLaxus DragneelÁngel Celestial de ArtemisaÁngel CelestialHeterosexualReino LunarSagitario
Wanna know me better?Historia
En la mitología griega, Dédalo (Dédalo, el inteligente) fue un inventor e ingeniero genio que estaba al servicio del rey de Creta Minos. Un día, Poseidón se puso en cólera tras la negativa de Minos a sacrificar el toro de Creta que le envió previamente y lanzó una maldición a su reina Pasifae, que quiso aparearse con el toro. Dédalo entonces aceptó su solicitud, le construyó un traje de hembra bovina en la que se instaló para llevar a cabo la maldición, que le hizo dar a luz al Minotauro. A petición de Minos, Dédalo diseñó un laberinto para encarcelar a la criatura, sin embargo, confió en el secreto de su resolución a Ariadna, que con un hilo ayudó a Teseo, el héroe, a derrotar al Minotauro y poner fin a los sacrificios de jóvenes atenienses. Minos encarceló a Dédalo y a su hijo Ícaro para que el inventor no pudiera revelar los secretos de su laberinto, pero no contaba con su ingenio. Dédalo reúne plumas de pájaro y acaba construyendo dos pares de alas que él y su hijo utilizan para escapar volando. Sin embargo, Ícaro, embriagado por la sensación de volar se acerca al sol mientras volaban sobre el océano, sin tener en cuenta las advertencias de su padre. El calor del sol fundió la cera que unía a las plumas e Ícaro se estrelló en el mar donde se ahogó.

Laxus en su niñez soñaba con ser un ave y poder volar junto al sol, mientras sentía el choque del viento en su rostro. Su sueño era estar lo más cerca del sol y de los Dioses de la antigüedad. Siempre le llamo la atención que los Dioses de la antigua Grecia fueran seres que estaban en lo más alto del Monte Olimpo. Por eso fue que le pidió a su abuelo, el genio de su pueblo de origen, que le inventara un artefacto con el cual pudiese volar como los pájaros, fue así como en su afán de lograr ascender los cielos como lo hacen las aves, su abuelo le fabrico unas alas mecánicas con las cuales pudo volar.
Laxus, era impaciente y algo arrebatado, por lo que no pudo esperar a que el objeto estuviese terminado y probado para no sufrir contratiempos posteriores. Fue así como cierto día, tomo las alas a escondidas del taller de su abuelo y salió a probarlas. Subió a la colina más alta de su pueblo y salto desde allí. En un primer instante las alas se comportaron de buena forma y soportaron el peso del pequeño, pero luego de cierto rato surcando los aires estas comenzaron a presentar fallas. El muchacho termino cayendo al vacío mientras el artefacto colapsaba a su espalda. Estaba claro que no estaba terminado, pero la impaciencia le había jugado una mala pasada.

Por delante de los ojos de Laxus pasaron todos sus momentos felices, los malos también, creyendo que su vida terminaría ahí. Justo cuando faltaba poco menos de unos metros para que su cuerpo se despedazara en el suelo un brillo comenzó a rodear su cuerpo, mientras una cálida voz le susurró al oído. Era una voz de una mujer, muy suave e implacable a la vez que le decía que era su elegido.

Laxus no entendió entonces que significaba, pero aquél suceso extraño le salvo la vida entonces de una forma extraña. Cuando tenía más edad, Laxus fue expulsado por su padre, posiblemente para que este se hiciera un hombre de verdad, tal como querría su abuelo. Fue entonces que la voz de su niñez volvió a presentarse en sus oídos, como si le indicará el camino a seguir.

— Te he estado observando desde mucho tiempo, y me has impresionado es por eso que ha llegado el momento como está escrito desde antes de que nacieras. Prepárate para subir al reino de los seres divinos como yo, pues ya eres capaz de servir a los dioses. Con esto podrás volar a tus anchas como siempre lo habías deseado, pero para que esto ocurra deberás despojar todo rastro de humanidad de ti, todo rastro de sentimientos propios de los de tu raza y "reencarnar" en un ser nuevo —

Tras estas palabras una poderosa ráfaga de energía salió directamente del sol iluminando todo a su alrededor, cegándolo por completo por breves momentos. Después de esto la nada, oscuridad por todos lados, como si su vista hubiese sido apagada por completo. No podía explicar nada más que eso, todo recuerdo de lo vivido previo a ese día había sido borrado de la mente del joven. Era tiempo de renacer y volver a ver con sus ojos lo perdida que estaba la humanidad, era tiempo de que sus fuerzas y entusiasmo fueran empleados de otra forma, que le acercará a los Dioses, a las aves y a toda obra de la creación. Era tiempo de que por fin sus mejillas pudiesen sentir la brisa helada mientras surque los cielos.

— En el Olimpo —

Cuando los ojos del joven Laxus se recuperaron y volvieron a ver, todo era distinto. Se encontraba en un lugar extraño y poco común para un humano corriente. Se trataba de una colina con un largo camino pedregoso que ascendía hasta lo más alto, aunque al mirar hacia abajo no se podía ver donde comenzaba la colina, solo el abismo oscuro.
No tenía más remedio que caminar cuesta arriba, cuando la voz en su cabeza nuevamente le hablo.
— Laxus, eres mi elegido para convertirte en uno de los guardianes y servidores de los Dioses, pero para ello deberás superar terribles pruebas que demuestren tu valía. Busca a Hécate, la bruja de la luna, que se encuentra al finalizar este camino y donde se divide en dos. En el centro encontrarás una columna de piedra con el símbolo de la luna en lo más alto, ese es el lugar donde deberás hablar con ella y te dirá que te depara el futuro —
El joven no entendió nada de lo que la voz había dicho, además reaccionó con asombro pues era imposible que un humano pudiese comunicarse así, por lo que entendió que se trataba de algo fuera de toda lógica posible para alguien como él. Todo fue muy rápido, pero sabía que debía de subir hasta encontrar a Hécate, y justamente eso fue lo que se propuso.
Habían pasado varias horas desde que Laxus comenzó a caminar en busca de la columna de piedra que se le había señalado, cuando finalmente pudo llegar hasta el lugar. Hécate se quedó sorprendida al ver que un humano corriente había sido enviado ante su presencia, cosa que hizo que esta se molestara un poco y pensará que los Dioses se burlaban de ella al enviar a un renacuajo sin recuerdos ni habilidades que lo hicieran digno de avanzar más allá de esa posición.
— Soy Hécate, la bruja de la luna y fiel servidora de la Diosa Artemisa. Veo que la has escuchado, pues de otro modo no estarías en este lugar parado frente a mí… Es extraño, en todos estos años que he dedicado mi vida a servirla, jamás había fijado sus ojos en un humano como tú, pero no soy quién para poner en tela de juicio su criterio. Algo deberá haber encontrado en ti que le ha hecho tomar la decisión de tomarte como uno de sus ángeles celestiales, pero deberás probar que eres digno de tal reconocimiento. Para ello deberás enfrentarte a Calisto, uno de los Satélites de alto rango de Artemisa. Si logras vencerla sin mi ayuda entonces te permitiré el paso y un obsequio especial te esperará tras las puertas del Olimpo, pero si fallas o pides mi ayuda en algún momento te enviaré a lo más profundo del infierno —
Acto seguido, una mujer de cabello blanco y cubierta por una armadura que cubría sus partes sensibles apareció frente a los ojos de Laxus. Se veía temible sobre todo por el báculo lunar que llevaba en una de sus manos.
— Soy Calisto y no dejaré que te conviertas en un ángel celestial de mi Diosa Artemisa. Un humano como tú no es digno de tal investidura, salvo que sea un héroe en los libros de historia de su pueblo natal, cosa que en tu caso no ha sucedido. Bien, ¡ponte en guardia y prepárate para sentir el infierno en tus carnes! —
Laxus se lanzó contra Calisto, tal como los instintos de supervivencia e indicaría a cualquier ser humano, pero esta sin hacer muchos movimientos evito los golpes lanzados por el joven, que atacaba a lo desesperado. Con un rápido movimiento de su mano derecha golpeo el rostro de Laxus con el báculo que tenía en mano, para luego replegar su postura a una posición menos ofensiva.
El joven sintió el golpe y se tambaleó, pero no dio pie atrás y se lanzó nuevamente a la desesperada, pero esta vez encontró respuesta instantánea por parte de Calisto, que atacó nuevamente con su báculo en tres oportunidades certeras. El joven sintió como una de sus costillas se partía y el aire se le escapaba de sus pulmones, pero aun así se lanzó otra vez contra su oponente, mientras Hécate observaba todo con detenimiento desde lo alto de la columna de la Luna.
El joven sabía que no tenía una oportunidad real de vencer, pues aquella mujer llamada Calisto se veía bastante fuerte y bien entrenada y solo un golpe de suerte por parte de Laxus le daría una victoria. Justo cuando se iba a lanzar nuevamente contra su oponente, Calisto lanzo un derechazo al mentón del humano, dando de lleno y tirándolo varios metros hacia atrás. Estaba atontado el joven Laxus, pero intentaba ponerse de pie. No sabía que lo impulsaba realmente, pues no sabía bien si lo que estaba haciendo era lo que estaba escrito en las estrellas o era parte de un orgullo olvidado.
Calisto observaba desde la distancia como su rival se intentaba poner de pie, mientras Hécate movía la cabeza en señal de que Artemisa había fijado sus ojos en una cosa insignificante y sin poder como era Laxus. Finalmente el joven se puso de pie, mientras sus piernas le tambaleaban. Calisto se lanzó en ataque, era ella la que tomaba la acción ahora. Lanzo golpes veloces con su puño y su báculo, que conectaron en el rostro de Laxus, quién no podía seguirle el ritmo. Estaba en problemas, y si la cosa seguía así la mujer sería capaz de arrancar la cabeza de entre los hombros del joven aspirante.
Los ataques seguían cayendo sobre Laxus, hasta que este por un instante pudo ver el movimiento realizado por Calisto, y pudo evitar el golpe y lanzar uno de regreso contra la mujer, quién quedo perpleja al ver la reacción rápida del humano. ¿Acaso era que se había acostumbrado a su ritmo de pelea o era posible que el cosmos se estuviese despertando en su interior? Eso tenía que ser respondido en breve. Calisto se lanzó aumentando su fuerza y su velocidad en sus movimientos hasta que uno de sus golpes mando a volar nuevamente a Laxus varios metros atrás.
Laxus sentía como la respiración se volvía más agitada a cada momento, cosa que no veía en Calisto, quién se veía como si nada. Era ella la que llevaba el ritmo de la pelea, por lo que él era solo un espectador más. Su frustración se veía en sus ojos y en sus movimientos. Intentaba ponerse de pie nuevamente, hasta que finalmente pudo hacerlo a duras penas. Se puso de rodillas un momento, como si buscará un poco de aire que repusiera sus energías, mientras su rostro ya reflejaba la hinchazón producida por los golpes de Calisto.
— Muchacho, ¿Crees en verdad que me derrotarás? Mi señora Artemisa ha puesto los ojos en la persona equivocada, pues no eres un guerrero, ni siquiera tienes la fuerza necesaria para convertirte en un ángel celestial. Ríndete y te perdonare la vida —
Hécate se limitó a bajar su cabeza, en señal de que esto se había terminado. Ya era imposible que en esas condiciones Laxus pudiese vencer a Calisto, cuando de pronto en sus ojos apareció un brillo intenso, un brillo que solo podía significar una cosa… El cosmos había despertado en Laxus. No era un cosmos poderoso, pero si era posible que con un buen entrenamiento este se intensificará y se volviese tan fuerte como el de un ángel celestial o incluso lo superara al punto de rivalizar con los Dioses.
— ¿Rendirme y conservar mi vida? ¿Acaso me tomas por un cobarde que aprecia más su vida que su honor? Es verdad, no soy un guerrero, ni siquiera sé quién soy realmente, pero lo que sí sé es que cobarde no soy — Dichas estas palabras se lanzó en ataque contra Calisto, quién hizo lo propio para salir al encuentro de su rival.
Calisto lanzo un ataque con su báculo, pero Laxus pudo evitar el golpe balanceando su cuerpo de lado a lado, para luego contraatacar con un derechazo al cuerpo de la mujer. Era primera vez que sus puños conectaban en la oficial del ejército de Artemisa, quién no tuvo tiempo de reaccionar ni de sorprenderse, pues Laxus seguía atacando. Calisto solo pudo reaccionar de modo defensivo, evitando con su báculo las embestidas del joven, que a simple vista no eran muy poderosas.
— Bien, tu velocidad y tus movimientos se hacen más ligeros, pero con eso no me vencerás. Solo estas retardando lo inevitable —
Laxus solo hizo una mueca con su rostro, mientras seguía golpeando. Los ataques terminaban conectando en el báculo, por lo que Calisto no volvió a recibir daño alguno, hasta que la resistencia del báculo se vio sobrepasada y termino por romperse. Laxus ataco al cuerpo de Calisto, mientras unas palabras salieron de su boca.
— ¡Altitud Máxima! — Laxus entonces comenzó a concentrar todo su cosmos entre sus manos, desde donde comienzan a desprenderse relámpagos rosáceos a su alrededor que paralizaron a Calisto. Sus piernas no reaccionaron, por lo que una descarga lanzada por Laxus la proyectó violentamente por los aires, produciéndole graves heridas en el costado izquierdo de su cuerpo.
— ¿Pero, que ha sido eso? — Un charco de sangre salió de su boca, mientras se terminaba desplomando en el suelo. Hécate quedo perpleja con el resultado de la pelea. Laxus había vencido, y de qué manera. Había terminado de un solo golpe poderoso con la vida de uno de los oficiales de alto rango de Artemisa. Laxus entonces por fin cayó al suelo exhausto y con miles de preguntas en su cabeza. Hécate se acercó a él apenas pudo recuperar el aliento.
— Bien… Es tiempo de presentarte ante la Diosa Artemisa. Sígueme, mientras yo te explico que ha sucedido ahí hace un momento. Tú eres la reencarnación actual de Ícaro, uno de los fieles servidores de la diosa de la luna desde los tiempos del hipermito. Por este motivo es que mi señora ha fijado sus ojos en ti y te ha permitido subir al Monte Olimpo a servir a los Dioses. Ahora, lo que ha pasado atrás con Calisto es reflejo de lo que digo. En estos momentos tu mente no recuerda que ha sucedido ni como hiciste para vencer, pero tu memoria genética que llevas en tu sangre si lo recuerda y por ese motivo has sido capaz de lanzar un golpe de increíble magnitud que ha logrado arrebatar la vida de Calisto.
Tú eres Laxus, el ángel celestial de Icarus, fiel servidor de Artemisa, Diosa de la Luna. Y como tal, se te ha concedido el honor de portar la armadura celestial de Icarus, pero solo podrás portarla cuando tu cosmos haya despertado por completo.
El cosmos es la concentración de la fuerza, espíritu y la mente en el punto que vas a golpear. Es un pequeño universo dentro cada ser" es por eso que en teoría, todas las personas tienen un cosmos, pero los Santos son los que logran aprovechar al máximo este poder además de su cosmos puesto que cosmos es sinónimo de universo. Para que puedas superar el poder humano, además de dominar las técnicas básicas del combate, debes aprender a canalizar la energía del universo a través de tu cuerpo.
Bien, ya hemos llegado. Te dejo a solas con mi señora Artemisa, pues yo no puedo entrar en un lugar sagrado como este, pues soy una bruja, jajaja. Adiós y espero verte pronto convertido en un ángel celestial —

Luego de esto, Hécate desapareció envuelta en una bruma espesa, dejando a Laxus en la entrada a un palacio enorme. El joven ingreso con algo de claridad en su mente, cuando se encontró que estaba frente a un pasillo enorme que dirigía a un trono con el símbolo de la luna en lo más alto. Allí se encontraba Artemisa sentada. Recibió al joven y luego de cruzar un par de palabras y explicar un par de cosas que aún estaban en la nebulosa en la cabeza de Laxus le otorgo el derecho a portar la armadura celestial de Icarus. Acto seguido y con el movimiento de su mano hizo despertar a plenitud el cosmos que contenía en su interior el joven, con lo que no hubo necesidad de entrenar para despertarlo. Era un poder único de los Dioses y Artemisa había utilizado este poder en Laxus para tener lo antes posible a su fiel servidor.
Ahora si estaba listo, Laxus se había convertido finalmente en el ángel celestial de Icarus.

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