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Ficha de Pabloc de Hércules 3091mae
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Ficha de Pabloc de Hércules

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Mensaje por Apu Dom Nov 10 2013, 23:08

-Nombre: Pabloc
-Edad: 24 años
-Sexo: Masculino
-Nacionalidad: Grecia, Omonia, (alrededores de Atenas).
-Signo: Aries
-Aspecto: Es un joven robusto y fuerte, de 1.80 metros y mas de 90 kilos, dado que su trabajo así lo requiere. Es de pelo oscuro y ojos marrones. Dueño de una mirada intensa.

-Perfil Psicológico: Dueño de una personalidad tranquila pero firme, suele encontrarse en soledad aunque no tiene problemas en sociabilizar con las demás personas. Es perfeccionista y algo obsesivo, pero de buen corazón, con tendencia a inclinarse por los más desprotegidos y a no soportar las injusticias.

-Historia:
** Pabloc es Herrero. Aprendió el oficio de su padre, quien lo crió prácticamente solo, ya que su madre los abandonó cuando el apenas era un niño y su hermano un recién nacido.
Su padre lo acompañó hasta el día de su muerte, cuando un grupo de ladrones lo atacaron a traición para robarle la recaudación de su trabajo. Ese hecho lo marcó para siempre: Nunca se perdonaría no haber estado en el taller para defenderlo. Tantas veces pensó qué hubiese pasado de haber estado ahí, que en algunas ocasiones se confunde lo que realmente pasó, con lo que imagina del hecho. Un detalle no menor, es que para aquella época Pabloc apenas era un niño…
Esto hizo que tuviera que hacerse cargo de la mantención de su casa y de su hermano más pequeño desde muy temprana edad.
El terrible ataque que acabó con la vida de su padre, hizo que se volviera una persona solitaria, pero a la vez más fuerte. Y juró venganza para así evitar que salvajes como esos pudieran lastimar a alguien más.
Así fue que aprendió a ser un gran herrero y sus trabajos en metales eran muy reconocidos en su pueblo y alrededores.
Su especialidad era fabricar los mazos y martillos más fuertes que se podían conseguir. Sin importar con que fin fueran a ser utilizados, los trabajos de Pabloc eran los más solidos y duraderos.
Cuando se lo consultaba sobre su tecnica, él solo contestaba que no había ningún secreto, sino que bastaba con trabajar con constancia y dedicación.
Pero el oficio no fue lo único que aprendió de su padre, ya que éste era un gran luchador y le enseñó distintas tecnicas desde muy pequeño. Pero sobre todo le enseñó a no utilizar su poder si no era necesario. A tal punto que tenía terminantemente prohibido luchar por diversión: solo podía hacerlo en defensa propia o para defender a alguien en desventaja.
Pabloc era símbolo de confianza y seguridad en el pueblo, ya que nadie se atrevía a perpetrar una fechoría en su presencia.
A tal punto era respetada su fuerza, que se corría el rumor de que siendo un pequeño de menos de un año, ahorcó a dos serpientes que se metieron a su cuna mientras dormía.
Por esto también era que los más ancianos del pueblo lo habían bautizado con el apodo de "Heracles", en referencia el hijo de Zeus en la mitología Griega, reconocido por su enorme fuerza.
Ya siendo más grande, una noche mientras terminaba un trabajo, irrumpieron en su taller dos hombres vestidos con túnicas que lo atacaron de imprevisto. A pesar de la sorpresa del ataque, los intrusos recibieron una muestra del poder que tenía, ya que se libró de ellos en un solo movimiento. Y antes de que pudiera lanzar un segundo ataque, los extraños lo interrumpieron:

- No hace falta que sigas. No somos enemigos. Solo queríamos estar seguros de que fuese cierto lo que se rumorea sobre tí -
- Sin lugar a dudas es él - pronunció el otro.
- Para ser un joven sin ningún entrenamiento, se libró muy rapido de nuestro ataque -
- ¿Quiénes son y qué quieren?, no quiero tener que lastimarlos - replicó Pabloc.
- No es momento de dar explicaciones. Pero no es necesario que hagas nada. Solo te anticipamos que vamos a necesitar contar con tu fuerza y tu clemencia. Pero ya habrá tiempo para que entiendas -


Los extraños se disculparon por la interrupción y se retiraron tan rápido como habían llegado. Pero el impacto que le causó la visita relámpago, hizo que no dudara en averiguar que se escondía detrás de todo eso. Si lo habían venido a probar, quizás era porque en verdad lo necesitaban y no estaba dispuesto a dejar pasar esa oportunidad.
Algo estaba por empezar a cambiar.

Sin dudar un instante, aunque todavía seguía confundido por el sorpresivo ataque, Pabloc se lanzó a perseguir a los extraños. Si bien habían desaparecido velozmente del taller, no podían haber ido muy lejos: La lluvia y la noche seguro les dificultaba la visión y el camino no sería fácil tampoco. Sin tomar ninguna pertenencia, salio del taller y cuando pensaba largarse a correr hasta alcanzar a los hombres de túnica, el agua fría de la noche lo hizo reaccionar: Su hermano dormía en la casa que se encontraba al lado del taller. En su casa, más precisamente, y no podía abandonarlo en medio de la noche para ir a perseguir a dos desconocidos.
¿Y si todo era una trampa?. Esa idea lo hizo recapacitar y decidió meterse a la casa. No era de hombre inteligente actuar por impulso. Además, recordó que para llegar a Athenas desde Omonia (no había chances de que vinieran de otro lugar, porque de lo contrario tendrían que haber llegado en alguna embarcación por el Río Cúspide y nadie correría tal riesgo envuelto en una túnica como esos extraños y mucho menos en una noche de lluvia como esa), solo había una ruta, y consistía en tomar el camino del Paso Ofesio que se abría a un costado del Monte Sereno, situado a unos pocos kilómetros de su casa.
Además, con el barro que se había generado por la lluvia en esos caminos de tierra, los intrusos de seguro habían dejado, aunque sin saberlo, muchos indicios de la ruta que eligieron para escapar. Y esto era algo fácil de advertir para cualquier aldeano local como Pabloc.
Sin cenar, porque sus nervios no se lo permitían, se acostó a dormir en el cuarto contiguo al de su hermano e ideó el plan a ejecutar la mañana siguiente.
Sabía que no podía dejar solo a Pioth durante el tiempo que durara su viaje, pero también sabía a quién podía encargarle su custodia. Y de paso poner en aviso a alguien más del riesgo que iba a correr; si bien no sabía por qué lo hacía, pero sí tenía en claro que había algo en su interior que no le permitía no averiguar más.
La mañana siguiente le explicó brevemente y con una excusa el motivo de su viaje al pequeño Pioth. Y le encargó su cuidado a Cadmo, un viejo amigo de su padre, que los conocía a ambos desde muy chicos. Cuando se enteró del verdadero motivo de su repentina ida, le dijo que se cuide y que siga lo que su corazón le indicaba. Como así también le prometió que mientras tanto, el se haría cargo de su hermano, como si fuera un hijo más.
Pero antes de que saliera, lo puso al tanto de algo que alguna vez había hablado con su padre y que nunca había recordado hasta el instante en el que Pabloc le contó lo sucedido la noche anterior.
- En su juventud, tu padre además de ser un gran herrero, fue un magnifico luchador. Y en más de una ocasión fue el líder de la defensa del pueblo ante ataques de ejércitos extranjeros que querían llevarse el agua y la comida de nuestra comunidad en épocas de guerras entre otros estados griegos. Era tan respetado (y lo puedo asegurar porque siempre estuve combatiendo a su lado, aunque no era tan bueno como él) que en una ocasión unos hombre llegaron hasta su taller para reclutarlo para un entrenamiento particular en un lugar llamado el Santuario. Nunca me quiso hablar demasiado del tema… Ni tampoco me explicó en que constaba dicho entrenamiento, ni que fin tenía. Pero hasta donde pude averiguar con el tiempo, en ese lugar se entrenan a guerreros increíblemente fuertes. Tal vez por eso es que intentaron convencer a tu padre de que se una a ellos. Nunca me dijo donde estaba dicho lugar, pero se que en una ocasión había viajado rumbo Athenas para excusarse ante las autoridades de ese tal Santuario por no poder hacerse cargo del pedido. En verdad, según el mismo me confesó, nunca pudo llegar al Santuario en sí, sino que había accedido a una especie de lugar de entrenamiento que se encontraba camino a la capital.
Lo cierto es que para entonces tu eras un recién nacido y el negocio no estaba en su mejor momento, por lo que no podía dejarlos solos a tu madre y a ti.
Nunca más volvimos a hablar del tema, pero a medida que ibas creciendo y tu fuerza iba haciéndose más notoria (aunque desde una edad muy temprana diste muestras de tener un poder por encima de la media normal) tu padre hacía cada vez esfuerzos más grandes por evitar que se notara. Pero al ser este un pueblo tan chico, pronto todos supieron de tu increíble fuerza y calidad humana. Por algún motivo, esto lo perturbaba y por eso es que te tenía terminantemente prohibido luchar por diversión -
Pabloc lo miraba como no entendiendo que tenía que ver eso con lo que había pasado la noche anterior.
- Nunca me lo dijo, pero ahora que pasa esto de los extraños que te asaltan en la noche para probarte, creo entender porque quería evitar que trascendiera lo de tu increíble fuerza, y porque nunca más habló de aquel extraño suceso del Santuario. Tal vez me equivoque, pero cuando me contaste lo sucedido y me pusiste al tanto del viaje y tu corazonada, sentí la necesidad de contarte lo poco que se de ese peculiar hecho en el que se vió envuelto tu padre hace ya muchos años -

Pabloc le agradeció por todo a Cadmo, aunque era tan reciente y confuso lo que se había enterado que salió como mareado de aquella casa. Sin perder más tiempo encaró la ruta hacia el Monte Sereno, para desde ahí tomar el Paso Ofesio hasta llegar a Athenas. Era un camino que había hecho más de una decena de veces, y como bien había pensado la noche anterior, la ruta daba indicios del camino que habían tomado los extraños: Las pisadas en medio del barro eran una señal inequívoca.
En poco más de una hora ya había logrado recorrer no menos de 30 kilómetros, dejando atrás hace rato al Monte Sereno. No debían faltarle más de 20 kilómetros para encontrarse en la capital griega. Lo que no había advertido era que hacía un buen trecho que los pasos que seguía se habían abierto del Paso Ofesio y lo estaban llevando a un camino paralelo que no era el que tantas veces había recorrido.
Dado el entusiasmo que llevaba no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que fue inevitable: Una especie de antiguo campamento se encontraba devastado al costado del camino. Y si bien no podía comprobarlo, algo le indicaba que esos restos podían ser del lugar que Cadmo le había mencionado. Tal vez sin saberlo, siguiendo los pasos de esos extraños, había llegado al lugar de entrenamiento por el que había pasado su padre algunos años antes. Esa idea lo alentó, casi tanto como si su padre lo estuviese viendo en ese momento. Y creyó que ahora era más acertado que nunca seguir su intuición, aunque todavía no entendía por qué.
Al ver la desolación que había en el lugar, lo primero que pensó es que podía deberse a la tormenta que había azotado a la región la noche anterior. Pero a medida que se internaba en el lugar, iba entendiendo que indudablemente no había sido una cuestión climática lo que había reducido a restos a aquel lugar.


Cuando apenas dio un paso en aquel campamento devastado, una voz que salía de algún lugar desconocido, lo adviritió de que tuviera cuidado con sus movimientos, ya que estaba siendo vigilado, y lo hizo declarar cuáles eran en verdad sus intenciones y cómo había llegado hasta ahí. Pabloc, sin entender aún que pasaba, contó lo sucedido la noche anterior, lo cual motivo su viaje hasta aquel lugar.
De ahí en más su vida cambiaría, ya que se debería enfrentar primero a los retos de la Armadura de Hércules (con la que tenía un destino en común desde recién nacido, pero que desconocía hasta el momento en que llegó a dicho campamento) y posteriormente, al entrenamiento a manos de Nachi, el Caballero de Lobo, encargado de vigilar ese sitio y de probar a los jóvenes que llegaran hasta ahí. Ese sería la primer parte de su entrenamiento, aunque para entonces no lo sabía.
Al superar el reto impuesto por dicha Armadura, se ganó la posibilidad de avanzar a la segunda parte del entrenamiento para acceder a vestir la ropa sagrada, como así también para ser un Caballero de Athena. Esta segunda etapa, estaría a cargo de Ban, el Caballero de León Menor, quien bajo un severo ritmo de entrenamiento, le enseñaría todas las técnicas necesarias para poder llevar a cabo una batalla y tener las armas necesarias, como para poder salir victorioso.
Dicho camino no fue fácil y hasta su continuidad en el campamento estuvo en duda, al no poder terminar primero en una competencia. No obstante, Ban valoró su esfuerzo y le dio una segunda oportunidad.
Claro esta que Pabloc no la desaprovechó y pudo superar el entrenamiento, para alcanzar la posibilidad de vestir la Armadura de Hércules.
Así fue que Pabloc pasó a ser de un simple herrero, a un Santo de Athena. Su vida había dado un vuelco increíble y seguiría cambiando para rumbos aún más inesperados. Ahora era el momento de jurar lealtad a su Diosa, para preservar la paz y los actos nobles: Solo le restaba echarse andar y seguir aprendiendo en su camino para llegar a ser un gran Caballero. **
Apu
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ÁNGEL CAÍDO
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