Aramos vs Sendo

Aramos corría a toda velocidad, subiendo de a varios escalones de piedra mientras daba cortos saltos que le permitía cubrir largas distancias en poco tiempo. A esa altura, y con la velocidad que llevaba, no era más que un borrón que un momento estaba en un lugar y al siguiente ya se encontraba en otro. Tan solo ojos más entrenados podrían avistarle sin dificultad. Pero eso no importaba, pues el santo de plata estaba pronto a alcanzar las puertas de la última de las casas de los santos de Oro, la última antes de llegar al Santuario mismo; aquella que protegía el Santo de Piscis.

Con eso en mente, Aramos comenzó progresivamente a disminuir la velocidad mientras lanzaba a su cosmos hacia adelante, para que anunciara su llegara y detectara cualquier presencia. En lugares como aquel, el peligro acechaba tras cada esquina, tras cada pilar. Nunca se podía estar demasiado seguro.

Finalmente, el santo de bronce alcanzó la entrada principal de la Casa de Piscis, y allí se detuvo, para observar a su alrededor y recobrar algo de las energías que había gastado en su ascención. Esperaba encontrar al santo de Oro en aquel lugar, pero al no haber anunciado su visita, no se sorprendería de que nadie le esperase.

¡Santo de Oro!, gritó con un tono de fortaleza en su voz, pero sin perder el respeto innato con el que había que dirigirse a los mayores en la jerarquía del Santuario. ¡Soy Aramos de Equulus, el Caballo Menor!