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 [TORNEO] Turco vs Alexander 3091mae
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[TORNEO] Turco vs Alexander

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Mensaje por TuRco-SaMa Lun Mar 11 2013, 23:35

- Torneo de Rol, Segunda ronda-



Turco (Partita de Buho)

Alexander (Avido de Altar Negro)
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Mensaje por TuRco-SaMa Lun Mar 11 2013, 23:41

- Ficha de Personaje: Partita de Búho-
Like a Star @ heaven Nombre: Partita Ascoli

Like a Star @ heaven Edad: 22

Like a Star @ heaven Sexo:Femenino

Like a Star @ heaven Nacionalidad:Italia, poblado de Ingria

Like a Star @ heaven Signo:Escorpio

Like a Star @ heaven Aspecto Físico:




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Partita es una mujer bella de largos cabellos castaños que cuida con suma paciencia y regularidad, es la parte de su cuerpo que más le gusta, por lo que suele dedicarle bastante tiempo a su cuidado. Mas allá de su hermosa cabellera que roza su cintura, otro rasgo característico se destaca de ella, son sus hermosos ojos celestes que irradian alegría y la convierten en una belleza sin igual. La delicadeza de sus ojos combina en total perfección con los rasgos delicados de su rostro, dignos de una princesa. La voluptuosidad de su cuerpo desarrollado desde temprana edad, sumada a su belleza, hacen de Partita una mujer muy vistosa y deseada por el sexo opuesto.


Like a Star @ heaven Perfil Psicológico: A pesar de su imponente cuerpo y la confianza que transmite su rostro, Partita es una mujer tímida, con pensamientos muy reservados para si misma y algo torpe a la hora de relacionarse con la gente, especialmente para hacer amigos. Su alma pura y llena de bondad le da ese carácter al borde de la sumisión, sin embargo es capaz de ponerse firme en sus decisiones si la situación así lo amerita. La sociabilidad no es un problema para ella, ya que poco le importa establecer relaciones con otros seres humanos, prefiriendo leer antiguos libros u observar el cielo cubierto de estrellas. Ama explorar lo desconocido a pesar de su timidez y buscar nuevas sensaciones, así también es amante de los viajes largos y de los paisajes que la bella Europa puede brindarle.





Like a Star @ heaven Historia Like a Star @ heaven
Ingria es un pueblo extremadamente pequeño de la provincia de Turín, en la región italiana de Piamonte. Con una población de escasos dos mil habitantes, es un lugar por demás de tranquilo y sencillo. La gran amabilidad de su gente lo hacía sentir a uno como en casa, llegando a creer que el pequeño poblado era algo parecido a una gran familia. Allí nació Partita, en el seno de una familia muy humilde y trabajadora.

Lucio, su padre, era uno de los tres panaderos del pueblo, trabajaba desde el alba hasta el atardecer para poder brindarle lo mejor a su pequeña familia. Acudía con felicidad a su trabajo, y era ayudado a diario por la pequeña Partita, desde que ella podía recordar. Lucio vivía en una pequeña casa, detrás del establecimiento donde todas las mañanas horneaba panes y algunos postres por encargo. Su padre Vitorio y su hija Partita eran su familia, la cual se vio reducida con el fallecimiento de Anima, su querida esposa, a causa de una enfermedad mortal escasos meses después del parto.

Partita no recordaba nada de su madre, pero muchas veces soñaba con ella, sin poder distinguir su rostro dentro del sueño. Solo una figura femenina de largos cabellos y dulce voz que siempre cantaba una canción de cuna, eran los rasgos que Partita podía describir de su madre. Los primeros años luego del fallecimiento de Ánima fueron extremadamente duros para su padre, Lucio, quien debía encargarse de la panadería en solitario mientras Vitorio cuidaba de la niña.

El abuelo Vitorio le daba mucha felicidad a Partita, siempre con alguna anécdota o una historia para contar de su divertida juventud, le alegraban los días a la pequeña. Pero más aun le alegraba que le cuente esas historias que dormían en los libros viejos de su abuelo: dioses, héroes, doncellas y monstruos mitológicos eran de sus favoritos. Fue su abuelo quien sembró en Partita esa sana afición por la lectura y la ficción, que la alejaban de la realidad que vivía al menos por unos instantes.

A la edad de doce años, Partita sufrió una trágica pérdida. Una fría tarde de invierno, ella se encontraba junto con su padre, preparando las cosas para cerrar la panadería luego de un largo día de trabajo. De la nada, ingresaron violentamente al establecimiento con la intención de robar cinco hombres de aspecto salvaje, fornidos, altos y con espesas barbas. En pocos segundos causaron destrozos y exigieron el dinero del día a Lucio, quien se resistió hasta el último momento, cuando su garganta fue atravesada por una corta daga. Entre risas y gruñidos, los bandidos miraban con un deseo casi caníbal a la shockeada Partita, que aun no podía entender nada de lo que estaba pasando y se encontraba acurrucada en un rincón esperando lo peor.

A medida que los ladrones se acercaban a la niña, una dulce voz le susurraba algo en un idioma desconocido para ella, una voz en el interior de su conciencia. A pesar de no poder entenderla, la llenaba de paz y tranquilidad ante aquella terrorífica situación. Partita abrió sus ojos empañados de lágrimas para distinguir al menos las caras de sus agresores, y pudo observar que se encontraban paralizados mirándola, con aspecto pálido y temeroso. Una brillante luz blanca cubría a la niña e iluminaba todo el recinto para sorpresa y temor de los invasores, que, confundiéndola con alguna especie de demonio, huyeron espantados con el botín entre sus manos. Apenas los hombres se retiraron, la luz comenzó a desvanecerse para luego de unos segundos, dejar a Partita y los restos de su padre sumidos en la completa oscuridad.

Miles de veces se preguntó por aquella luz que la protegió en ese momento, y le dio tanta calma y calidez en esos instantes de desesperación sin encontrar ninguna respuesta realmente convincente. Aquella hermosa voz tan parecida a la que tenía su madre en sus sueños, era un misterio inentendible para ella. Así Partita pasó su adolescencia con su abuelo, y manteniendo ella sola la
panadería, trabajando duro para poder darle al enfermo Vitorio las costosas medicinas. El fantasma del recuerdo de su padre la visitaba cada noche, llenando sus ojos de tristeza y lágrimas, pero a la vez le daban fuerzas para seguir adelante con su vida.


La muerte de su padre, la responsabilidad de cuidar a su abuelo tan enfermo, la ausencia de su madre, hacían que el corazón de Paritita se entristezca, y la hacían desear algún tipo de cambio que le dé un nuevo rumbo a su vida. Sin embargo, ella sabía que aquellas cosas solo pasaban en los cuentos, y que ningún héroe la rescataría de aquel lío. Mientras no trabajaba o cuidaba a su querido abuelo, Partita mataba el tiempo leyendo una y otra vez la enorme cantidad de libros que eran propiedad de su abuelo, adquiriendo enormes conocimientos sobre alquimia, orfebrería, matemáticas, arte, historia, herrería, combate y meditación; buscaba tal vez en algún escrito alguna respuesta a aquel suceso de años atrás. Había aprendido también sobre las constelaciones que se ubicaban en el extenso firmamento, las cuales observaba cada noche con amor y esperanza, esperando que algún día, las estrellas le deparen un futuro próspero.

A pesar de todo lo que había aprendido sobre medicina y los amorosos cuidados que supo dar a su abuelo, la vida de Vitorio llegó a su fin luego de una larga agonía, dejando a Partita sumida en la soledad de su hogar y su negocio. Ese invierno había arrebatado la última persona que le quedaba en este mundo sin remordimiento alguno. Nunca borraría de su memoria, lo último que le dejo su abuelo en sus suspiros finales: un medallón plateado que siempre cargaba consigo, con el símbolo de
Pallas Atenea, diosa de la Sabiduría. Al momento de otorgárselo, Vitorio tomo las manos de su nieta de diecisiete años y sonrió como sus fuerzas le permitían, para luego abandonar este mundo para siempre, mientras una lagrima bajaba por su ahora fría mejilla.


Aquella noche, luego del entierro Partita se quedó en vela, reflexionando con la mirada perdida en el cielo estrellado a través de la ventana de la cocina. Tratando quizás de descifrar alguna especie de mensaje oculto en los astros, algo que la guíe durante esta dura etapa de su vida. Ensimismada en sus pensamientos y con la triste mirada perdida en el cielo, Partita no diviso la pequeña ave que venía revoloteando entre las sombras de la noche, dirigiéndose con sigilo hacia el ventanal de la muchacha.


Lentamente Partita comenzó a sentir esa calidez, que ahogo la tristeza de su corazón en ese momento, y que era idéntica a la que sintió el día que su padre murió. La suave voz aflautada en ese idioma incomprensible volvía a visitar su subconsciente, y junto con la voz llegaron los recuerdos de aquella fatídica noche. Un fuerte dolor de cabeza la invadió y cerró los ojos mientras tomaba su cabeza entre sus manos, a la par la voz comenzaba a hacerse más aguda, casi llegando a ser un intenso pitido en la mente de Partita. Súbitamente el dolor se detuvo, y la calma de la desolada casa volvió a sentirse, el silencio era el dueño de todo nuevamente. Al abrir sus ojos, Partita vio con sorpresa que no estaba sola como ella pensaba.


Posada tranquilamente en el marco de su ventana, se encontraba una pequeña ave, un búho para ser más exactos, que observaba a la joven con sus curiosos y enormes ojos amarillos. Partita se sorprendió al ver tan extraña criatura tratar de
hacer contacto con ella, pues según lo que había leído, eran animales muy observadores, cazadores nocturnos que se movían entre la penumbra y evitaban todo el contacto con humanos, e incluso con los de su misma especie. ¿Qué era lo especial en esa ave que había hecho que se pose frente a ella?¿Tendría algo que ver con la voz que había sentido? Luego de tornear la cabeza hacia los lados, observando indagante a la joven muchacha de cabellos castaños, el ave levantó vuelo ingresando en la casa, y comenzó a revolotear dentro de la habitación unos segundos.


Apenas desplegó sus alas, el pequeño visitante emplumado desprendió unos magníficos brillos que se fueron deshaciendo en el aire, y en medio de su vuelo, un ruido metálico se escuchó antes de que volviera a posarse en la ventana. Algo sobresaltada por su visitante, Partita observó el suelo y pudo divisar un fino anillo dorado que había caído del búho. Aún boquiabierta por aquel extraño suceso, y con algunos brillos aun sobre sus ropas, Partita tomó la sortija entre sus delicadas manos. El anillo dorado tenía una inscripción en, lo que ella pudo identificar como idioma griego antiguo, pero no pudo descifrar su significado. Miró extrañada a la pequeña lechuza que estaba hurgando con su pico bajo su ala tranquilamente. El plumífero se detuvo al sentir que Partita lo estaba mirando, y le sostuvo la mirada unos segundos. Partita miró de nuevo el anillo, y sintió como algo en su interior la llamaba poderosamente para que use la misteriosa joya.

Suavemente la adolescente se colocó la argolla que comenzó a resplandecer en un haz de luz dorada. La luminosidad la cubrió por completo y la lleno de calidez, y la voz apareció en su interior nuevamente. Pero esta vez era diferente, esta vez entendía perfectamente todo lo que podía decir:

“¡Oh, joven Partita! ¡Puedes oírme! Eres una de las hijas de la tierra, que está destinada a una tarea divina. Desde el mismísimo Olimpo han bajado órdenes estrictas para contigo, una de las mujeres más sabias por tu conocimiento y más puras de corazón, debes escucharme atentamente. Mi nombre es Glaucopis, soy la mensajera personal de la Diosa Athena, quien rige la sabiduría. En unos años, la nueva Athena renacerá en este mundo, y tu tarea será llevarla a su Santuario, en Grecia para que pueda comenzar su reinado de esta era. Te he protegido con mi poder divino hasta que llegara este momento, en que tu y yo formemos una sola unidad de cuerpo y alma.”

Partita no había alcanzado a comprender totalmente las palabras que resonaban en su cabeza, cuando el ave de la ventana desplegó nuevamente sus alas y se abalanzó hacia ella. De un solo movimiento, el animal se convirtió en una luminiscencia dorada que se fundió dentro de su pecho. Una fuerte sensación de poder recorrió cada fibra de su ser, seguida de un ardor en las carnes y un mareo intenso, que la hicieron trastabillar, tomándose de la desvencijada mesa de madera. Mientras tanto, la voz seguía comunicándose con ella:

“Ahora que me encuentro dentro tuyo, posees todo mi poder y mi cosmos, que es la energía que todos los seres vivos poseen y como verás más adelante, es capaz de crear milagros. Este anillo te mantendrá protegida de los peligros del camino, en tu búsqueda de la nueva Athena. Mi tiempo en este mundo está acabando, y pronto perderé la conexión con tu cosmos, así que ¡será mejor que descanses, y mañana guiada por mi espíritu lleves a cabo tu misión! ¡ Ahora eres una mortal con poder divino, al servicio de un dios del Olimpo! ¡Tu pureza y bondad te han dado ese puesto Partita, cuídalo con tu vida!”

De este modo las palabras de Glaucopis se apagaron, y el silencio y la oscuridad volvieron a reinar en el hogar. Con un ruido seco, Partita cayó desmayada en el suelo de su cocina, sumergiéndose en un estado de inconsciencia que duraría hasta que el sol despunte sus rayos otra vez en algunas horas. Al parecer, realmente las estrellass y el cielo tenían un verdadero plan que cambie de rumbo la vida de la joven.


Última edición por TuRco-SaMa el Vie Mar 15 2013, 18:20, editado 1 vez
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Mensaje por Apu Vie Mar 15 2013, 00:50

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Mensaje por TuRco-SaMa Vie Mar 15 2013, 15:36



-Ficha de Personaje: Ávido de Altar Negro-



Nombre: Ávido

Edad: 20

Sexo:Masculino

Nacionalidad: Rodorio, Grecia

Signo: Cancer

Aspecto Físico:


 [TORNEO] Turco vs Alexander 2Q==


Ávido es un joven de estatura promedio, poco más de un metro ochenta. Su cuerpo musculoso pocas veces es el motor de su fuerza, sin embargo su cosmo oscuro sí lo es. Tiene una mirada fria y calculadora, proveniente de unos ojos de un color violeta tenue, quizás únicos en este mundo. Posee una larga caballera color ceniza, que luce peinada con una media coleta, aunque los mechones mas largos de su cabello caen a los costados de su cara, a veces siendole molestos al momento de luchar. El rasgo mas caracterísitco de su rostro, es una profunda cicatriz en forma de cruz que habita en su mejilla derecha, que va desde la comisura derecha de su boca hasta apenas mas allá de su ojo derecho. Cuando no viste su armadura, prefiere usar sacos de paño negros y suaves camisas de seda bajo él, simpre acompañado de pantalones al tono y zapatos perfectamente lustrados.

Perfil Psicológico: Se muestra como un hombre sociable y amigable, busca generar confianza con la gente que se rodea, para analizar su comportamiento y sus posibles puntos débiles para sacar provecho de ellos. Con un léxico amplio y variado, asi como finos modales, es capaz de cautivar a prácticamente cualquier persona, siempre en pos de establecer algun tipo de relación para salir beneficiado de alguna forma. Sus modales y características que lo hacen parecer un verdadero caballero ante la sociedad ocultan perfectamente el ser lleno de odio, egoísmo y crueldad que en realidad es.




Historia


Ávido nació en Rodorio, un pequeño pueblo de Grecia, a orillas de las montañas que tras ellas ocultaban el Santuario de Athena, pero no aquel que funciona como atracción turística, no, de ninguna manera. Este es el verdadero Santuario de Athena donde la reencarnación de la diosa habita y rige la justicia y la sabiduría del mundo. A pesar de estar a pocos metros, solo unos pocos aldeanos han podido ver aunque sea de lejos la construcción, ya que para hacerlo se necesitaba llegar hasta la cima del monte Glaucopis. Muchas leyendas se contaban sobre el Santuario en el pueblo, dentro de las cuales se puede destacar el hecho de que el Santuario guardaba allí tesoros de los argonautas y de otros viajes de la mitología, custodiados por horribles bestias; que solo era una ilusión para aquellos que lo habían visto, producto del delirio alcanzado al llegar a la cima del monte; o que allí habitaban los protectores de alguna deidad, que cada tanto luchaban contra las fuerzas del mal.

El pequeño Ávido era el menor de cuatro hermanos de una familia muy pobre del pueblo. Su padre era herrero y trabajaba mucho ayudado por sus hijos para poder pagar los costosos fármacos para su esposa enferma. Comida faltaba día por medio en la casa de Ávido, y muchas veces su padre sufría desmayos en el taller debido a tanto trabajo; pero aún así se mantenían unidos y dandose apoyo mutuo unos a otros. Así, Ávido creció en la pobreza pero feliz, con sus vecinos y hermanos tuvo una buena infancia entre risas y juegos. Cierto día se presento en su hogar un muchacho joven, de largos pelos lacios y grisaceos como los de él y pidió hablar con su padre. El joven transmitía serenidad y confianza con cada rasgo de su rostro, y llevaba unas vestiduras sencillas que lo presentaban como una persona de bien.

Ávido fue obligado a retirarse de la habitación mientras su padre charlaba con el sujeto, pero curioso como todo niño, mantenía la oreja pegada a la puerta de madera, tratando de escuchar la conversación. No pudo comprender bien lo que pasaba, el joven extranjero hablaba de cosmos y fuerza oculta, pero no supo bien a qué se refería. Luego de unos minutos de charla, su padre lo llamó y lo presentó ante el joven:

-Ávido, hijo, el es Dorian y a partir de hoy deberás vivir junto con el. Te llevará a un lugar donde no sufrirás el hambre ni el sueño por estar trabajndo temprano conmigo, pero quedate tranquilo que será solo por un tiempo, luego podrás volver a casa con mamá y tus hermanos.-


La voz del padre comenzó a entrecortarse, y abrazó fuertemente a Ávido que lloró en brazos de su padre, sin comprender del todo la situación. El niño miró a los ojos al herrero, quien le sonrió con confianza y le recordó que nunca olvide sus orígenes y que si hacía las cosas bien, volvería a ver a su madre y sus hermanos en poco tiempo. El pequeño Ávido observó a su papá y luego a Dorian que no emitió palabra alguna, solo se limitó a esbozar una sonrisa y extender la mano hacia el niño. Ávido tomó la mano de Dorian, mientras éste le entregaba un saco de monedas de oro al herrero, y juntos caminaron hacia el exterior de la vivienda.

El niño no comprendía lo que había hecho su padre, lo había vendido a un extraño sin saber por qué; pero el pequeño crío confiaba en lo que su padre hacía, y que en un días volvería a verlo. De ninguna manera sería asi. Mientras se alejaba, tomado de la mano con Dorian, se volteó y vio a su padre, el herrero en la puerta de su casa, observando con la mirada traste mientras aferraba a su pecho el saco de monedas de oro con firmeza.

-No te preocupes por tus padres o tus hermanitos, Ávido, te llevaré a un bonito lugar, donde te harás muy fuerte y podrás venir y proteger a tu familia, como debería ser ¿No quieres eso? ¡Ya verás como en poco tiempo, volverás a verlos y darles un fuerte abrazo, créeme! ¡Ahora será mejor que compremos algunas provisiones en el mercadito, pues tendremos una pequeña aventura, escalaremos el monte Glaucopis!-

Las palabras del extraño, le generaban una enorme confianza y el deseo de aventura se despertó en el, aceptando totalmente la propuesta. Fue así como el muchacho y el niño abandonaron Rodorio para encaminarse a escalar el monte. Durante los siguientes dos días, Dorian y Ávido entablaron una muy buena relación donde el chico se sentía muy a gusto con el adulto. Dorian era diferente a todos los grandes que conocía, Dorian se reía y no se lamentaba de ser pobre, al contrario, parecía disfrutar la sencillez de vestirse y de vivir horas a la intemperie. Luego de una larga travesía, exhaustos ambos llegaron a la cima del monte Glaucopis. Muchas veces Ávido había oído sobre ella y el paisaje que otorgaba, apenas podia creer que se encontraba allí. Los ultimos metros de la pendiente los subió casi corriendo, sacando energías de donde ya no tenía, sin importarle el frio, el hambre o el cansancio.

Al llegar, el hermoso paisaje inundo de belleza su vista. La maravilla arquitectónica del Santuario de Athena, con extensos campos de entrenamiento, un gran Coliseo, y doce templos ubicados en orden ascendente en la montaña, coronados por la inmensa estatua de Athena que se alzaba como vigilando todo aquello que le pertenecía. Rodeado de bosques y secundado por una montaña mas alta que las mismas nubes, aquel lugar parecía extraordinario. La leyenda era cierta, el Santuario existía, pero para Ávido, el misterio era lo que aquella metrópolis oculta guardaba en su interior. Su grandeza al parecer no poseía límites, y era una de las metas de Ávido conocer hasta el sitio mas recóndito de aquel lugar.

Un día completo les tomó a Dorian y Ávido descender del monte y llegar al bosque que protegía la entrada del Santuario, aquel maravilloso lugar oculto entre la naturaleza. Al llegar, vio mucha gente con ropas de entrenamiento, le pareció un sitio algo violento, pues todo lo que veía era trabajo y luchas entre hombres y mujeres, e incluso niños como él. Al entrar junto Dorian, los guardias que parecían serios y rígidos le sonrieron, y uno de ellos hasta se tomó el pequeño atrevimiento de revolver sus cabellos suavemente con sus manos. Mientras caminaba junto al joven, podía ver como sin dudas era una personalidad querida allí en el Santuario, pues todos lo saludaban con alegría y lo felicitaban por haber traído a Ávido consigo. Así fue como a la edad de ocho años, el pequeño Ávido ingreso al Santuario, para convertirse en un caballero de Athena.

Así, Ávido creció en un ambiente de luchas y compañerismo. Dorian fue el encargado de explicarle al jovencito las bases del cosmo, que es la fuerza interior que reside en todo ser vivo, y que los caballeros de Athena eran expertos en utilizarlo a su favor en pos de la justicia. Le explicó tambien el por qué de su llegada al Santuario tan temprana: El Patriarca, quien era un sabio lector del plano astral, pudo predecir el nacimiento de un niño con un increíble poder innato, pero que probablemente sería consumido por las malas influencias si no era guiado a tiempo por las fuerzas del bien. Este prodigio era Ávido, fue por esa razón que se le encargó a Dorian, mano derecha del Patriarca, la misión de traerlo al Santuario y forjarlo como un verdadero caballero de Athena.

De hecho, así era, Ávido pudo despertar el cosmos a la edad de diez años y manejarlo casi a su antojo, como el mejor de los caballeros de bronce. Tambien había podido desarrollar poderes con su mente, la telequinesia, ya que era un niño no solo fuerte, sino que tambien muy inteligente, pero sin embargo, algo lo frustraba. Muchas veces Dorian había hablado de una estrella guardiana, o una constelación, pero hacía ya muchos años que Ávido estaba en el Santuario y no había signos de que estuuviera protegido por alguna constelacion en particular. Era por eso, que Ávido solo estaba como un alumno muy avanzado, pero sin la capacidad de poder portar una armadura. Era su mayor deseo, poseer una armadura y ser útil, como su maestro, Dorian de Altar el caballero de Plata, que vivía como la mano derecha del Patriarca. Muchas veces Ávido tenía sus dudas respecto a su destino y que quizás sería lo más indicado volver con sus padres a Rodorio y ser un muchacho común y corriente.

Ávido pasaba sus días viviendo a la sombra de su maestro, a veces sintiéndose avergonzado por la mirada de los caballeros de bronce al ver que no poseía una armadura. Caballeros de bronce que podían ser fácilmente eliminados por el joven Ávido en un abrir y cerrar de ojos; y eso era lo que mas rabia le generaba, saber que gente mucho mas débil que é,l poseía al menos, una constelación guardiana. Sin embargo, su maestro Dorian, una persona humilde y sencilla, siempre lograba calmarlo y hacerlo entrar en razón, indicándole que es mejor que las cosas sigan su curso natural, sin alterarlas en lo absoluto. Así Ávido confiaba en la voluntad del destino y de Athena, mientras veía como los demás aprendices avanzaban en su vida de caballeros.

Cierta noche, mientras Ávido se encontraba deambulando por los campos de entrenamiendo, decidió ir a descansar a las tribunas del Coliseo. Todo parecía en orden mientras caminaba por el oscuro pasillo que salía a las gradas, sin embargo, pudo ver, situada en medio de la arena del combate una figura encapuchada, un evidente intruso del Santuario. Fue en ese momento donde Ávido se armó de valentía para enfrentar a aquel desconocido enemigo. Haciendo uso de su habilidad de teletransportación, Ávido se situó frente a la extraña figura en el medio de la enorme arena del Coliseo. Por más que quisiera, el muchacho no alcanzaba a ver nada dentro de la capucha de aquel ser, la oscuridad era completa, pero sin embargo un cosmos maligno y putrefacto emanaba de él. Al estar a centímetros de su adversario, Ávido sintió su cuerpo paralizado, no podía moverse en lo absoluto, como si estuviera clavado a los adoquines del Coliseo.

- Sabía que vendrías hasta aquí, mis predicciones no fallan en lo absoluto, Ávido. Es muy triste saber que hay gusanos que tienen una armadura y tú no, tú que fuiste traído al Santuario como un prodigio y todos te ven como una decepción y una falsa promesa consumida por el tiempo. Hace ya varios años que estás aquí y nunca has ocupado el lugar que te mereces, ¿qué es lo que ha hecho el Santuario por ti? Te ha tenido como el niño de los recados, el fuerte y bruto que ni siquiera tiene una armadura, del que todos se burlan a sus espaldas, aunque la falsedad de su rostro muestre lo contrario, pero yo puedo hacer que todo eso cambie muchacho...-

Las palabras del encapuchado se clavaban como puñales en el subconsciente de Ávido que se encontraba más que confundido ante aquel sujeto. ¿Cómo era posible que sepa su nombre y esos detalles de su vida?¿Como era posible que haya entrado con tanta facilidad al Santuario sin que se dé una alerta? La dudas de su mente fueron interrumpidas por un haz de luz que hizo su aparición en la escena, tras él, fue materializándose la figura de Dorian, el santo de Plata del Altar, que llegaba al rescate de su pupilo. El aprendiz giró su cabeza para observar la llegada de su maestro pero no pudo articular palabras alguna, todo su cuepro estaba siendo dominado por la figura encapuchada.

- ¡Sinceramente, no pensé que podías llegar a este punto! ¡Eres una deshonra para los santos de Athena, no dejaré que te lleves a Ávido, deberás pasar por sobre mi cadaver, y poco me importa quien hayas sido en el pasado, voy a proteger con mi vida la del muchacho! ¿Oíste?-

Ávido jamás había escuchado a su maestro tan enérgico, desprendiendo tal cantidad de cosmos y preparándose para luchar. De hecho, jamás lo había visto luchar en serio, solo algunos movimientos durante sus entrenamientos. Al parecer, Dorian y el extraño tenían algún tipo de conexión en el pasado.

- Vaya, parece que el tiempo ha arrebatado tus buenos modales, y le has perdido el respeto hasta a tu maestro! Se que desde siempre has querido tener un duelo contra mí, pero mi retiro y mi posterior muerte te lo han impedido Dorian. ¡Este será el momento de la verdad, donde nos mediremos para ver quien es el más fuerte después de todo! Pero al muchacho, no lo necesito por ahora, solo sería un estorbo que me impida derrotarte. ¡IMPULSO OSCURO!-

Un viento ensombrecido arrojó lejos de la arena a Ávido, quien se estrelló fuertemente contra las gradas, quedando inconsciente casi en el acto. Mientras su vista se nublaba pudo ver como a lo lejos la figura encapuchada y su maestro se disponían a entablar un serio combate. Lentamente sus oídos se taparon y un estado de inconsciencia lo abordó. Al abrir los ojos, con el cuerpo entumecido e inmóvil, pudo ver el escenario del campo de batalla. El coliseo se encontraba en pésimas condiciones, varias de las gradas estaban rotas y manchadas con sangre, el suelo de la arena había sido arrancado casi por completo dando lugar a un enorme cráter en la tierra, donde se encontraba el cuerpo casi destrozado de Dorian. Al parecer la batalla había sido de lo más fiera, y el enemigo se había salido con la suya. Trató de incorporarse para socorrer a Dorian pero no pudo, aún había algo que lo ataba al suelo. De repente la figura oscura volvio a aparecerse frente a él, esta vez de cuclillas, más de cerca y pudo ver apenas un par de ojos que brillaban en un tono rojizo dentro de la capucha.

- Como verás, me he hecho cargo de Dorian, tu maestro, el que se decía el más poderoso de los caballeros de Plata, ha acabado sus días suplicando por su vida. Porque mi poder es mucho mayor que el de él, o incluso cualquier caballero del Santuario, de este inmundo chiquero donde todos te ven como el fracasado, el tonto, el que pintaron como fuerte pero muestra debilidad. Yo, Ávido, puedo darte el poder que deseas, el poder de tu maestro, el poder para acabar con todas las mugres de este mundo en un santiamén, el poder, que te estoy por conceder ahora mismo!-


La voz mostró mucha decision en sus palabras, y acto seguido, se incorporó y levantó los brazos hacia el cielo, ante un inmóvil, mudo y confundido Ávido, que sólo se limito a entrecerrar los ojos esperando lo peor. Del cielo bajaron un centenar de sombras que se posaron sobre el cuerpo de Ávido, envolviendolo durante unos segundos, para evaporarse enseguida. Tras la huida de las tinieblas, el cuerpo de Ávido se vio vestido por fin por una armadura. Un ropaje sagrado, con brillo opaco y oscuro, pero exactamente igual a la de su maestro Darion. De repente, unas ansias de poder y un sentimiento de felicidad se despertaron en el joven, que luego de mucho tiempo, había cumplido su sueño sin saber a qué costo.

-Vaya, veo que te queda pintada, en perfecto estado. A partir de ahora, eres tú, Ávido de Altar Negro, uno de los guerreros mas poderosos sobre esta tierra. Tu armadura no es tan fuerte como mi sapuris, pero alcanza y sobra para desatar todo tu poder, de ahora en más, eres libre para hacer lo que quieras con él, se ambicioso y ejecuta esa venganza que tanto esperabas desde hace tiempo. ¡Se libre! ¡Se poderoso Ávido! Muy pronto nos volveremos a encontrar....-

Con esas palabras, la figura desapareció en una bruma junto con la suave brisa que comenzó a soplar. Dejando al caballero negro y al difunto maestro como los únicos actores en aquel escenario tan macabro que presentaba el Coliseo esa noche.
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Mensaje por TuRco-SaMa Dom Mar 17 2013, 23:33

Tres años habían pasado ya desde aquel extraño momento, donde Partita había sido visitada por Glaucopis y designada a una importante misión: rescatar a la reencarnación de Athena de esta era y llevarla hasta el Santuario. Según lo que tenía entendido, el Santuario de Athena se encontraba en Grecia, pero constaba solo de algunas ruinas que eran el atractivo para los turistas que visitaban la zona. Meros datos históricos de un imperio que había caído vergonzosamente después de mucho tiempo de esplendor. ¿Con que motivo llevaría a una niña allí? Eso era lo que Partita no lograba comprender, así como tampoco la forma de buscarla, ya que podía encontrarse en cualquier rincón del mundo, un mundo que era mucho más grande de lo que la joven podía imaginar.

Las palabras de Glaucopis aún resonaban en su mente, pero una en especial: Cosmos. Según la pequeña ave que ahora habitaba en su ser, era lo que le permitió tener esa comunicación con ella. Sin embargo, ella no entendía a que podía referirse. Varias noches se preguntaba si todo aquello había sido una especie de sueño o alucinación, el rollo de la lechuza y tal, que todo quizás fue su imaginación producto de la gran pérdida que había sufrido ese día. Sumergida en un mar de dudas, Partita comenzó a buscar en el centenar de libros de su abuelo algo referido al cosmos, la mayoría de estos solo lo utilizaba como sinónimo de universo o cielo, sin dar alguna otra definición que pudiera guiar a Partita para aclarar sus interrogantes.

Luego de quedar sola, Partita no tenia chances. Debía sobrevivir sola y llevando las riendas del negocio de su padre, con el oficio que le había enseñado. La muchacha había adquirido gran belleza luego de su desarrollo físico y siempre era destinataria de algún piropo de parte de algún visitante de la panadería. Pero su corazón se fue abriendo lentamente hacia ese hermoso joven, solo un par de años mayor que ella, que todas las semanas le llevaba flores y con quien solía quedarse platicando maravillada.

El nombre de este muchacho era Calixto, un joven morocho de pelo corto y una peculiar altura, por encima de la media, siendo conocido como “el gigante” del pueblo. A pesar de su aspecto rudo e imponente, por dentro era un hombre tierno y lleno de amor, que buscaba en Partita a la mujer de su vida. Sus encuentros sucesivamente fueron aumentando la frecuencia, al igual del incondicional amor que crecía entre ambos. Poco se hizo esperar para que Calixto viviera con Partita y la ayudara en el negocio. Al fin Partita era feliz, y se había olvidado completamente de su supuesto deber, de Glaucopis, del cosmos; solo luciendo el anillo como una simple joya. Pero esos meses de felicidad no serían duraderos, otra vez la tragedia azotaría su vida.



 [TORNEO] Turco vs Alexander Animales-animados-21827
Cierta tarde de otoño, la feliz pareja se encontraba dando un paseo por los bosques aledaños a Ingria. El caminaba firme y seguro, con la vista al frente y cada tanto al paisaje, mientras que para ella, lo único que existía en aquel bello mundo eran Calixto y su sonrisa, la más bella que hubiera visto en toda su vida, no podía despegar su mirada de él y si lo hacía era solo para abrazarlo y hundir suavemente su cabeza en su pecho. La tarde había pasado sin sobresaltos, al parecer había sido una buena decisión cerrar la panadería ese día y tomarse un descanso los dos juntos, pero la noche comenzaba a caer y sería mejor volver por el camino de tierra antes que por el medio del bosque. La pareja emprendió su rumbo de nuevo a su hogar, a través de aquel camino de tierra que solía ser la ruta predilecta (por no decir la única) de los pocos visitantes que tenia aquel olvidado poblado.

No se imaginaban que desde los costados del camino un grupo de bandidos los asaltaría. Agiles como monos se descolgaron de los árboles y se abalanzaron sobre Calixto y Partita. Enseguida Partita revivió en su mente y en su corazón la fatídica noche donde similares personas habían arrebatado la vida de su querido padre Lucio. Los malhechores exigían a Calixto dinero, al parecer una vieja deuda impaga era el motivo de tal emboscada. Con mucho coraje, el imponente Calixto dio pelea a cuatro de los seis barbaros haciendo alardes de su fuerza. Si bien su fuerza y sus habilidades de combate eran muy buenas, nada pudo hacer ante la larga espada que atravesó su pecho, desgarrando su corazón. Por otra parte, dos de los ladrones sostenían a la sollozante Partita, que no soportaba mas los roces de aquellos seres que desprendían un repugnante hedor a vino y suciedad. Al ver como el filo de la espada se fundía en el pecho de Calixto, Partita sintió que su corazón se desgarraba a la par del de su amado. Todo parecía pasar en cámara lenta, las lagrimas comenzaron a recorrer el rostro de Partita que trataba de ver por última vez esos ojos café, cuyo brillo había sido arrebatado por aquellos delincuentes. La tristeza rápidamente se transformo en una ira ciega, al ver como otra vez la vida le daba un golpe de Knock-out, quitándole frente a sus ojos y en la peor de las injusticias a la persona que tanto amaba.

La furia de su ser desató en ella un poder inimaginable, una fuerza extraordinaria que recorría cada fibra de su ser, un grito desgarrador fue seguido de una onda expansiva que hizo caer al suelo a los seis hombres que la habían atacado. El cuerpo de Partita se veía envuelto por una brillante luz blanca, y podía sentir como el inmenso poder recorría sus venas, podía sentir la fuerza del universo recorriendo su ser, sentía que era imparable para cualquier humano de esta tierra. Mientras tanto los vándalos, se incorporaron rápidamente sin despegar la vista de aquella mujer que parecía endemoniada, invadidos por el temor
comenzaron a correr, olvidándose de Calixto y el dinero que les debía. En su furia ciega, Partita tomó a sus dos agresores por el cuello, los miro con odio y con los dientes apretados mientras aun algunas lagrimas caían por sus mejillas. Comenzó a ejercer parte de esa fuerza que sentía con sus manos, asfixiando a aquellos hombres sin que estos pudieran hacer nada al respecto.


Partita giro su cabeza, mientras soltó sus manos del cuello de los cuerpos inertes que cayeron pesadamente al suelo. A lo lejos la silueta de los cobardes huyendo dentro del bosque podía distinguirse perfectamente, se dispuso a seguirlos, cuando algo la detuvo. Era la voz de Glaucopis quien trataba de poner paños fríos al subconsciente de la joven.

-Partita, detente por favor! Has despertado tu cosmos, grande y bondadoso como la luz de la misma Athena! No debes utilizarlo para el mal, ni para hacer justicia de esta manera, ya has asesinado a dos hombres, y eso no te ha dado ninguna paz, lo que has hecho no te devolverá a tu amado. No te regocijes en el deseo de venganza, pues tu alma se verá oscurecida y sucumbirá ante las tentaciones. ¡Partita, por favor, detente! ¡Calixto te necesita!-



Las suaves palabras en su interior la hicieron entrar en razón, y la furia de Partita fue apagada. Rápidamente corrió unos metros hacia donde se encontraba el moribundo Calixto. Lo tomo entre sus brazos, empapada en lagrimas y en dolor, mientras escucho los últimos balbuceos incomprensibles del amor de su vida, que acto seguido fue abrazado por la muerte. El cielo se volvió gris, y una fina lluvia se desató al compás de las lágrimas de la joven, que se mantuvo allí abrazada al cuerpo de su amado durante horas.


Ya no le quedaba nada, todo le había sido arrebatado de la manera más cruel y sádica que pudo haber imaginado jamás, el vacio de su corazón no volvería a llenarse jamás, pues nunca sentiría de nuevo un amor tan profundo como había sentido con aquel hombre. Sin embargo para Partita las casualidades no existían, si había perdido a sus seres queridos, será que no estaba destinada a ser feliz de esa manera. Será que su destino era servir los intereses de los dioses, sin tener en cuenta las ambiciones que tenga como humano, quizás eso le daría más satisfacciones de las que había tenido hasta ese momento.


Luego de aquel momento Partita tomo una decisión. Abandonaría su pueblo e iría en busca de la niña Athena, que era quizás, de manera indirecta, la causante de todo esto, la que torció su destino para que esa cadena de desgracias se sucediera en la vida de Partita. Con dolor en su corazón, la joven vendió su casa y la panadería a un vecino. Con una pequeña muda de ropa algunos libros, dinero, y sobre todo muchas esperanzas, Partita comenzó a caminar sin rumbo, dejando atrás el polvo de Ingria para aventurarse en búsqueda de cumplir su misión. Ya no tenía nada que perder, solo le quedaba animarse a lo desconocido, y entrenar su recién despertado cosmos para poder encontrar a aquella niña.


Última edición por TuRco-SaMa el Jue Mar 21 2013, 22:52, editado 1 vez
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Mensaje por TuRco-SaMa Mar Mar 19 2013, 23:54

 [TORNEO] Turco vs Alexander 2vvqqn6
Luego de su peculiar encuentro con la figura, pudo moverse a su antojo, y poco le importó que su maestro se encuentre muerto en el medio del Coliseo. No sintió ni la mínima lastima por aquel que le había enseñado todo lo que sabía y que había sido como un padre para el dentro del Santuario, no le importo realmente, ya que ahora poseía aquello que tanto había anhelado durante toda su vida, el poder. Aun surcaban en su mente las dudas sobre la figura que le concedió la armadura, ¿Semejante poder tenía aquel sujeto para hacer aparecer una armadura de la nada? Sin dudas debía ser un ente de lo más potente. Ávido se incorporó y se dispuso a huir del Santuario, ya no necesitaba de nadie más en ese lugar, y pronto volvería en busca de venganza.

Dando una última vista al cuerpo inerte de su maestro, Ávido se retiró del estadio por el mismo pasillo donde había entrado. Para su sorpresa y regocijo, una pequeña patrulla de soldados rasos estaba arribando al Coliseo para investigar los ruidos y la gran presencia que habían sentido. Se quedaron paralizados al ver la figurad e ávido vistiendo un ropaje negro, sabían que no tendrían oportunidad frente a alguien tan poderoso. Sin embargo los muchachos empuñaron sus lanzas y elevaron lo más que pudieron su tibio e inexperto cosmos, mientras ávido detenía su andar apresurado.

-Oh cielos, pensé que sería una huida más discreta, pero al verlos a ustedes, me parece que algo de ruido voy a tener que hacer- fueron las palabras de ávido mientras esbozaba una sonrisa y su corazón se alegraba por el inicio de un combate.

Por su parte los soldados estaban muy atemorizados y no pudieron articular palabra frente a la presencia del Santo Negro del Altar. Por sus mentes estaba firme la idea de huir ante tal enemigo, sabían sobre sus poderes extraordinarios y algunos lo habían sufrido en carne propia e algún entrenamiento. Ahora que vestía una armadura, aquel sujeto sería un hueso difícil de roer hasta para un caballero dorado, podía deshacerse de ellos en un abrir y cerrar de ojos si así lo quisiera.

-Parece que el ratón les ha comido la lengua, ¿dónde quedaron las burlas y las risas a mis espaldas? Tal vez no hoy, no mañana, pero tengan por seguro que algún día destruiré este maldito lugar ¡junto con todos los que lo habitan! Igualmente, no se por qué me gasto en darles esta información, sabiendo que en un par de segundos no estarán mas en este mundo!-

Un cosmo oscuro empezó a manifestarse en Ávido, que miro con rencor a sus desgraciadas victimas, luego de tales palabras se abalanzó salvajemente sobre ellos a una velocidad que nunca había imaginado. Los pobres diablos trataron de defenderse como pudieron, pero en cuestión de segundos y solo con movimientos de cuerpo a cuerpo, Ávido los había dejado desparramados en la entrada del coliseo. En unos instantes, el caballero había cargado con la vida de seis personas y su felicidad era enorme, sus instintos sádicos y destructores habían despertado desde lo más profundo de su alma. Luego de contemplar su obra de arte unos segundos, se despidió del grupo de cadáveres para emprender rumbo a la salida del Santuario.

Se sentía ligero como una pluma, corría a una velocidad que nunca antes había podido lograra. Pero lo que era más importante para él, su preciosa armadura que brillaba en su propia oscuridad acariciada por la luz de la Luna. En unos momentos se encontró en la puerta del Santuario, que se encontraba a merced de cualquiera, ya que los guardias que la custodiaban habían sido abatidos segundos antes por el mismo Ávido. Sin haberse dado cuenta, en su fugaz escapatoria, el santo de altar negro ya se encontraba en el bosque que rodeaba el Santuario, se detuvo en un claro a descansar y meditar sobre lo que había pasado en tan poco tiempo.

En un acto casi impuesto, había abandonado todo lo que había creído durante tantos años, había traicionado sus principios y había cedido rápidamente a la más mínima influencia. Pero sin embargo no sentía remordimientos, le fascinaba la idea de sentirse poderoso, autosuficiente y por sobre todas las cosas, libre de hacer lo que le plazca. Quizás le hubiera gustado una armadura que no sea la misma que vestía su maestro, pero eso era algo que él no podía manejar. Luego de unos minutos descansando, pudo sentir como su rostro estaba herido, al parecer, los soldaditos habían logrado dañarlo después de todo. Tenía dos cortes que se superponían formando una cruz en el lado derecho de su cara, eran algo profundos y sangraban bastante, por lo que decidió tomar un pañuelo y apretar un poco las heridas para cesar la hemorragia.

Muchas preguntas recorrieron su cabeza durante horas: ¿Qué haría ahora que su cabeza seguramente era buscada por el Santuario? ¿Quien era el sujeto que le entrego la armadura y qué relación tenia con su maestro? ¿Por que también se le había otorgado la armadura del Altar, la misma que usaba Dorian? ¿ Que eran los o el surplice que había mencionado antes el encapuchado? Seguramente el tiempo le daría las respuestas necesarias, por el momento era demasiado pronto para sacar conclusiones.

Ávido cerró los ojos y se acostó en la hierba, ocultando por completo su cosmos, contemplando la hermosa noche estrellada que el regalaba el firmamento de Grecia. Amaba sentir la fresca brisa arrullándolo mientras comenzaba a dormirse. De pronto, pudo sentir como el suelo bajo el lo succionaba fuertemente y acto seguido su cuerpo se encontraba en el aire, cayendo dentro de un hueco totalmente oscuro para aparecer en un lugar de lo más extraño.



 [TORNEO] Turco vs Alexander Yomotsu09

El frio y el olor a muerte reinaban en aquel lugar lleno de colinas, donde el cielo era negro sin una estrella, y la única luminiscencia la otorgaban filas extensísimas de almas que marchaban en un lamento sin fin. ¿Acaso se encontraba en el infierno? ¿Qué es lo que había sucedido? Para contestar sus dudas estaba, de nuevo aquella encapuchada figura junto a él.

-Veo que ya has estrenado tu armadura muchacho jeje. Desde aquí puedo ver las almas de los guardias que asesinaste hace rato, veo que no desperdicias el tiempo. Esto es el Yomotsu, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, donde las almas de los recién fallecidos van en una estupenda procesión hacia el foso del mismo infierno-

- Eso quiere decir, ¿que he muerto?-
preguntó ávido mientras trataba de divisar algún rastro humano dentro de la oscura capucha.

- Oh no, para nada. Estas aquí reunido conmigo porque aquí, para mí, el tiempo no pasa. Para mí el tiempo en la Tierra es lo más valioso que tengo y no puedo desperdiciarlo para tener una charla como esta-

-¿Quién eres?- la pregunta a secas de Ávido mostraba su grado de incomodidad ante la situación. En un parpadeo, la figura pasó de estar a la derecha del joven a estar frente a él, cara a cara. A esas alturas, el sonido sepulcral del lamento de las almas, le ponía los cabellos de punta a Ávido, que retrocedió unos pasos al ver al encapuchado frente a él.

- Yo muchacho, soy uno de los tantos que fue y está siendo consumido por las ambiciones y el poder. Mi nombre es Giovanni, y como escuchaste hoy, he sido el maestro de Dorian, a quien podrás ver quizás en estas filas.-

Efectivamente, Ávido pudo observar que un poco más adelante de los guardias del Santuario, se encontraba caminando el alma de su maestro. Mostraba una transparencia al igual que todas las demás almas del lugar, mientras portaba los restos de su armadura en su maltrecho cuerpo. Con la mirada perdida, se dirigía en una única dirección al pozo oscuro al igual que los demás.

-Que muchacho más tonto, de nada le ha servido lo que le enseñé. De todas formas, acabé con él porque tenía que hacerlo, no porque fuera una orden, el se interpuso entre tú y yo, y bueno, estará pagando las consecuencias por el resto de la eternidad.-

- Veo que eres frió y sin sentimientos, digno habitante de un lugar como este, pero lo que me has dicho no contesta mi pregunta. ¿Quién eres? ¿Cómo has podido manipular de tal forma una armadura para que me vista así como así?- preguntó Ávido que buscaba sacar toda la información que pudiera de ese individuo tan extraño. Si bien entró en confianza, trató de ser lo más precavido posible, ya que no sabía de qué manera podría llegar a reaccionar aquel ser.

-Bien, se ve que no te conformas con poco, eso me gusta. Verás, ¿tú debes conocer a Hades no? Rey del Inframundo y uno de los más poderosos olímpicos existentes. Como sabes, cada dios ha de despertar en un cuerpo humano en cada era, un cuerpo que está destinado especialmente a albergarlo. Pues bien, he vendido mi alma a Hades quien me ha prometido uno de los más altos puestos para cuando reviva todo su ejército y pueda poseer un cuerpo de carne y hueso. Esto a cambio de que yo sea el encargado de reclutarte a ti como un vasallo más a sus órdenes. Piensa muchacho, que estando del lado de Hades, ¡ la muerte para ti no existe! ¡Qué me dices al respecto?-


La propuesta de Giovanni sonaba más que tentadora para Ávido a quien poco le importaba ya seguir traicionando al Santuario luego de lo que había hecho, y le seducía demasiado la idea de la inmortalidad, por lo tanto acepto casi sin pensarlo, pero logró plantearle una duda al encapuchado:
-Muy bien, aceptaré la oferta que me haces, pero, que es lo que ganas tú, ¿o que gana Hades con tenerme?-



 [TORNEO] Turco vs Alexander Shion006
- ¿Que gana Hades con tenerte? ¿Acaso no eres consciente del poder que manejas, cierto? Tú eres el muchacho que ha sido bendecido por los dioses con una fuerza descomunal. Contigo de su lado, sería muy fácil para Hades poder ganar la guerra Santa que se viene dentro de algunos años. Obviamente, que abandonarás tu armadura negra, y el señor del Inframundo te convertirá en un espectro dándote una armadura sapuri. Ni siquiera tú sabes tus límites a la hora de combatir Ávido, por el momento te recomiendo que trabajes en eso…-

Los ojos de Giovanni se volvieron visibles al resplandecer en un tono rojo intenso bajo la oscura capucha y Ávido comenzó a sentir una enorme presión en su cuerpo. Cerró fuertemente los ojos ante el dolor, y segundos después, volvió a abrirlos. Se encontraba de nuevo en el claro del bosque, en la tranquilidad y armonía sin escuchar el lamento de las desdichadas almas, abrazado por el manto de estrellas que formaban el cielo nocturno. Comprendía que aquello no había sido un sueño ni una ilusión, y tenía claro lo que estaba por hacer, por lo que se incorporó y comenzó a correr en dirección al monte Glaucopis, para abandonar por completo la zona del Santuario.
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Mensaje por TuRco-SaMa Jue Mar 21 2013, 22:50

De ese modo, Partita comenzó a viajar con rumbo incierto por toda Europa en busca de aquella niña que era su objetivo primordial. En su travesía pudo toparse con una infinidad de peligros, pero quizás el cosmos protector de Glaucopis hizo que Partita no tuviera que sufrir sobresaltos. Supo andar por oscuros bosques, neblinosos caminos, calles frías y silenciosas de pueblos remotos, albergues de lo más mugrosos y pendencieros para evitar pasar las noches a la intemperie y demás lugares de los cuales podía recordar con exactitud cada detalle.

Cada paso de su nuevo camino la llenaban de experiencias y sensaciones que jamás olvidaría, a pesar de no tener nada, ni siquiera un lugar fijo donde dormir por las noches, se sentía feliz siendo un espíritu libre, dependiendo de lo que la vida le depare. No se encontraba sola, con el tiempo aprendió a dominar su cosmos para comunicarse con Glaucopis, el espíritu mensajero de la diosa Athena que residía en su anillo encantado y en su corazón. A menudo Glaucopis le contaba sobre las grandes hazañas de los héroes griegos y su afición por derrotar monstruos y salvar doncellas del peligro. Estos relatos fascinaban a Partita como si aún fuera una niña que escuchaba los cuentos de su abuelo, pero sin embargo lo que la maravilló al extremo fue el hecho de que en realidad existían tales héroes en la actualidad.

Según Glaucopis, se encontraban en Grecia, en el Santuario original de la Diosa Athena, oculto entre sierras y el enorme Star Hill, el lugar más cercano al cielo sobre la Tierra. Allí entrenaban día y noche jóvenes muchachos y muchachas para poder obtener una armadura. Aquella armadura representaba una de las ochenta y ocho constelaciones que se ubicaban en el cielo nocturno, y le daban el certificado de ser verdaderos héroes al servicio de la paz y la justicia.

Otros dioses Olímpicos como Ares, Poseidón y Hades aparecían en los extensos relatos de Glaucopis, en las denominadas guerras santas,donde ambos bandos se disputaban el control de algún reino en específico,generalmente, la Tierra, el mundo de los humanos.

Luego de aquellas historias, Partita quedó fascinada, sentía en lo hondo de su corazón que había nacido para eso, no para atender una panadería, no para viajar por el mundo, sino para ser un siervo más de la justicia y la paz, guiada por la diosa Athena. Entonces su rumbo cambió, ahora la flecha de su destino marcaba un camino cierto, el Santuario en Grecia. Allí según Glaucopis, se erguía una vasta biblioteca con siglos y siglos de información, con escritos que habían sobrevivido a la mítica quema por parte de los babilónicos. Quizás allí, entre tanta información, y junto con la gente sabia como lo eran el mismo Patriarca y sus ayudantes, podrían guiar a Partita en su camino para buscar a la diosa Athena.

Sobreviviendo en base a la bondad de la gente de todos los pueblos que visitaba, quizás ayudada por su extrema belleza, Partita seguía avanzando en su camino para llegar al Santuario o encontrar a la niña, lo que sucediera primero. Durante su exilio entabló amistades, así como que algunos otros placeres casuales que se resignó a abandonar en pos de su tan noble misión. Cada paso que daba la acercaba más a su sueño, al llamado que se había despertado en ella desde hacía un tiempo, de servir al bien de la humanidad.

Su viaje tendría un punto culmine al llegar a Albania, último destino de la larga aventura que había llevado a Partita a conocer lugares inimaginados del viejo continente, haciéndola recorrer países Suiza con sus vistosos Alpes, Croacia, Serbia, Austria, entre otros. Un largo camino que tardo de años, y que estaba llegando a su fin.




 [TORNEO] Turco vs Alexander Sem título1111

El poblado de Lazarat se mostraba como el punto crítico, predicho por las estrellas, sin que Partita o Glaucopis pudieran darse una idea de lo que allí pasaría. Partita llegó como siempre, con una sonrisa en el rostro y sus humildes ropas de viajera que tapaban su cuerpo junto con un bolso de tela que había aprendido a construir en un lejano pueblito. La entrada del lugar no le pareció rara en loabsoluto, de hecho era muy similar a la que se encontraba en la mayoría de los pueblos que había visitado anteriormente. Su figura acaparó la mirada de los hombres y despertó la envidia de las mujeres ante un cuerpo tan escultural que se movía bajo aquellas finas telas. Desde el primer momento, Partita se sintió bienvenida, y hasta dejó que una pareja de jóvenes le den alojamiento gratis en su fonda.

Al parecer la joven pareja había heredado el negocio luego de un fatal accidente donde los padres del muchacho habían fallecido. Debían encargarse de dar comida y alojamiento en la fonda, y Partita aceptó gustosa el hecho de ayudarlos a cambio de tener un techo donde estar al menos un par de días hasta recuperar las fuerzas. Así Partita sumaba un oficio más a la extensa lista de los que había practicado durante su viaje, tales como el de carpintera, granjera, vendedora, zapatera, entre otros. Ahora le tocaba el turno de ser un poco camarera, un poco cocinera y un poco mucama de la fonda que atendían los jóvenes.

La fonda era un lugar humilde donde no más de doce mesas se desparramaban en el salón amplio, frente a ellas se encontraba
la barra de tragos, generalmente atendida por Jerome, que mostraba vitrinas pulcras que dejaban a la vista finas bebidas blancas que tentaban a cualquier hombre dispuesto a acabar con el frio de su cuerpo. Tras la barra, se ubicaba la cocina, de pequeñas dimensiones, pero exactas para poder ubicar un pequeño horno, y algunas alacenas para guardar los alimentos. A poca distancia de la larga barra de madera se podía observar una escalera, que daba a un segundo piso donde se encontraban las habitaciones para aquellos viajeros que buscaban más que un plato de comida y una buena bebida.

El olor a Whisky o Cognac abundaba en el lugar, que a pesar de estar correctamente ventilado por grandes ventanales, no lograba deshacerse de ese olor, aunque en cierta modo, ese aroma ya era característico y le otorgaba ese toque folklórico. Por las noches solo la luz de la cocina y las tenues velas de la araña del centro iluminaban el salón, que en parte se veía en la más oscura penumbra, que se veía favorecida por el aire viciado producto del tabaco y de otras hierbas que habías aprendido a ser cultivadas por los habitantes.

Durante aquel día, había circulado la noticia de que en el monasterio del pueblo, se encontraba una niña prodigio, muy inteligente y que se le atribuían poderes divinos de enorme magnitud, llegando a lograr curaciones milagrosas entre algunos enfermos que acudían a la iglesia. En otros momentos, Partita no se hubiera creído el cuento de los poderes de la niña, pero sus vivencias le indicaban que aquello podía ser posible sin lugar a dudas, y mejor aún, quizás aquella niña era la que Partita estaba buscando. La joven ya estaba planeando una visita a aquel lugar apenas terminara su turno nocturno en la taberna, y luego de un merecido descanso de un par de horas. Esa noche un visitante por demás de extraño se hizo presente.

Medía aproximadamente un metro ochenta, no más que eso, y la única parte de su cuerpo que se alcanzaba a ver eran los pies extremadamente pálidos en unas sandalias que emergían de la oscura túnica que vestía. Mantenía sus manos en los bolsillos y las sacaba cada tanto solo para acomodarse el enorme sombrero de paja que cubría totalmente su identidad. A los dueños poco le importaba el aspecto de aquel hombre mientras sea una fuente de ingresos, mientras que Partita tenía una extraña sensación sobre aquel incognito visitante que se había recluido en una de las mesas más oscuras y alejadas.

Sin embargo, como a fin de cuentas era un cliente y Partita era la camarera, tuvo que acercarse a él para ofrecerle algo. Le preguntó cortesmente qué iba a consumir, pero el extraño ni siquiera giró la cabeza para mirarla, parecía mantener la vista en un punto fijo, dándole una sensación aún peor a la joven. Luego de unos segundos, contestó:

-Solo necesito un vaso de vino, dos panes y una porción de queso, del más barato que tengas, ya que no tengo mucho dinero. A propósito, tienes una linda medalla ¿De dónde la has sacado?-


Partita notó el acento italiano del forastero y se preguntó que hacía aquel hombre en un tierras tan lejanas y remotas, y particularmente en ese pueblo. Pero lo que realmente le llamó la atención fue la observación respecto a su medalla de Athena que le había sido otorgada por su abuelo el día de su muerte. Trató de no exteriorizar el mal presagio que sentía respecto de esa figura y le respondió tranquilamente:

-Esto… gracias, me la ha dado un ser muy querido para mi hace ya un tiempo, en seguida le traigo su orden.-


Partita había dado media vuelta para ir hasta la cocina a preparar el pedido del forastero, cuando súbitamente luego de dos pasos se vio detenida. La mano fría sujetó su muñeca con fuerza, frenando su andar. Pudo sentir como un cosmos oscuro la acechaba en el momento preciso del contacto, giró apenas la cabeza para observar al hombre que estaba sentado en la mesa

-Esa medalla es por demás de especial, ¿sabes? Pues solo les es otorgada a los caballeros dorados del Santuario de Athena ¿De dónde la sacaste? Y esta vez no me mientas…-




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El extraño ahora había corrido con su mano su sombrero, apenas, solo para establecer contacto visual con Partita, como presionándola. Al ver esos oscuros, la joven sintió un temor considerable, y a su vez, la presencia del cosmos oscuro aumentó. Sin dudas aquel hombre era un enemigo que estaba en una extraña búsqueda, pero Partita decidió mostrarse indiferente ante la osadía del viajero.

-No tengo idea de a qué te refieres, me la ha dado mi abuelo que ha vivido desde siempre conmigo, ahora por favor, déjeme continuar con mi trabajo.- Con un brusco movimiento de su brazo, Partita se liberó de la mano del extraño, que se quedó en silencio, observando al mismo punto fijo de antes, mientras la camarera se encaminaba hacia la cocina.

Ciertamente tenía enormes dudas sobre aquel hombre ¿Qué hacía allí? ¿Cómo pudo notar su medalla si no se había levantado el sombrero en ningún momento? ¿Cómo sabía de los caballeros dorados y el Santuario de Athena? Seguramente ella misma tendría que responder a los interrogantes ya que no obtendría ninguna información de la fuente, debido a que el extraño de la capa negra se había esfumado de la taberna tan pronto Partita salió de la cocina. Aquel sujeto era una amenaza, no solo para ella, sino también para el pueblo y algo le decía que también, al igual que ella, iba tras la niña milagrosa.
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Mensaje por TuRco-SaMa Dom Mar 24 2013, 21:26

De esa manera, Ávido abandonó el Santuario con la idea de volver solo una vez: cuando sea lo suficientemente fuerte para poder
deshacerse de toda la gente que lo habitaba, todos aquellos que por años se habían burlado a sus espaldas. Juró para sí mismo hacerse fuerte, el más fuerte de todos, y confiaba en su longevidad otorgada por servir a Hades y las fuerzas del mal. Sin embargo, se preguntaba por qué el señor del Inframundo, teniendo el ejército de 108 espectros y además los jueces infernales se había fijado en un simple mortal como él. Ávido confiaba plenamente en que sus dudas iban a ser respondidas con el tiempo, así como el tal Giovanni le diría que hacer a medida se despierte el verdadero Hades.

Luego de huir, dejando como saldo la muerte de los guardias y de su honorable maestro, Ávido se decidió a vagar por Europa hasta encontrar un sitio donde establecerse. Gracias a su astucia, velocidad y fuerza, anduvo meses como un ladrón de poca monta, que se dedicaba a asaltar carruajes de los nobles que se atrevían a cruzar los peligrosos bosques. El codiciado botín era canjeado por bebidas, comida y alojamiento en las tabernas más cercanas. Pronto su riqueza comenzó a aumentar y consiguió lo suficiente para poder establecerse en un pequeño castillo de Francia. A partir de ese momento, la sociedad francesa lo consideró como uno más de los nobles de aquella comarca invitándolo rápidamente a fiestas y eventos.



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Las riquezas que había acumulado luego de sus actos barbáricos le daban la oportunidad de vestir los mejores trajes elaborados por los sastres más prestigiosos de la comarca. Su buen gusto para vestir y su físico privilegiado hacían que la cicatriz de su cara fuera un detalle mínimo, que a las jóvenes poco le importaba al momento de entablar una relación con quien se hacía llamar el Duque de Canarias. Nuestro duque al parecer tenia excelentes habilidades al momento de inventar falacias para mostrarse mucho más interesante ante los miembros de la alta sociedad francesa con los que se codeaba a menudo.

Amaba las fiestas en los palacios de los nobles, donde el lujo y la hipocresía eran monarcas absolutos sin duda alguna. Pasaba ratos hablando con otros acaudalados hombres hablando sobre economía y negocios, así como también se detenía por momentos a platicar con las damas sobre los últimos cortes de moda y gastronomía fina, haciendo que su amplio léxico y sus divertidas anécdotas enamoren a mas de una adolescente de padres adinerados. Se regocijaba sacar provecho de aquellas situaciones y darse lujuriosos festines con las jóvenes doncellas que caían en su encanto inicial, y eran fomentadas por sus padres para visitar al Duque en su castillo, ya que según estos, se presentaba como un buen partido.

Sin embargo, luego de embriagarse de lujos y vinos espumantes, Ávido no se desprendía del todo de su objetivo primordial, que era hacerse fuerte para poder ejecutar su venganza sobre el Santuario mientras aguardaba el renacimiento del emperador del Inframundo. Solía pasar tardes enteras combatiendo contra jóvenes que reclutaba para tal fin, recogidos de la calle y con la promesa de techo y comida, eran entrenados por el mismo, para luego masacrarlos en peleas uno a uno para lograr una mayor fortaleza. En poco tiempo, Ávido había logrado dominar por completo su cosmos oscuro, convirtiéndose en una perfecta máquina de matar.

Mientras aguardaba pacientemente, Ávido, haciendo abuso de sus poderes psíquicos, cometía grandes asaltos que engrosaban
aún más su sucia fortuna. Fortuna que le permitía mantener ese estatus social que tanto le gustaba, lejos de sus pobres inicios en su inmunda familia, donde lo habían vendido a cualquier extraño que pasaba sin el más mínimo remordimiento, eso era algo que jamás perdonaría a sus padres, quienes también formaban parte de su venganza. Su sangre hervía con el solo hecho de imaginarse las formas atroces de saciar su odio para con toda la gente, que, a su entender, se lo merecía justificadamente.

La joven Solange era hija de uno de los matrimonios más ricos de Francia, y había sucumbido ante nuestro Conde en una fiesta que se había dado cita en su propio palacio. Desde aquella noche, la jovencita de apenas dieciséis años acudía a escondidas a la morada del Conde para concretar fogosos encuentros que llegaban a durar incluso horas. Fue en una de estas ocasiones cuando, en pleno acto, Solange y Ávido fueron visitados por el encapuchado, Giovanni, que al parecer traía algo importante entre manos.

Una bola de sombras que apareció de la nada los sorprendió durante su coito a ambos jóvenes. Pronto fue tomando la forma humana, cubierta por una oscura túnica negra con capucha, que no dejaba ver ni el más mínimo rasgo a quien la vestía. La asustada Solange dio un salto de la cama, tratando de huir hacia la puerta, pero se detuvo al sentir como el brazo de aquella temible figura atravesaba su pecho. El cuerpo desnudo de la joven cayó muerto al piso con un ruido seco, mientras Ávido con toda paciencia y serenidad se encargaba de vestirse. Miró a la figura con una mueca de resignación mientras se incorporaba de la cama.

En ese momento, los elementos de la alcoba fueron desapareciendo lentamente para dar lugar al desolador paisaje del Yomotsu donde ya había estado en un par de ocasiones. Sin la menor sorpresa, Ávido aún continuaba prendiendo los botones de su fina camisa de seda, mientras se dirigió a la figura:

-Mmm, creo que no había necesidad de ser tan rudo con la muchacha, algo más simple hubiera bastado, ahora tendré que vérmelas con sus padres, será mejor que oculte el cadáver o me largue de este lugar, porque las cosas pueden complicarse. De todas formas, ¿Qué quieres que interrumpes mis placeres de esa manera?-

-Haz silencio y escúchame con atención. Todavía no he conseguido rastros de el Señor Hades, pero se sabe que en unos meses tomará la posesión de un niño en Grecia, para dar comienzo a una nueva guerra. Pero un dato que puede llegar a interesarte es que creo saber donde se encuentra la reencarnación de Athena.-


El encapuchado hizo una pausa esperando la reacción de Ávido, que se estaba acomodando la desalineada cabellera luego de
aquellos minutos de pasión con la ya difunta Solange.

-Ya veo, ¿Y qué pretendes que haga al respecto?-


-Insolente, como te atreves a hablarme de esa manera? Te estoy haciendo un favor, para que puedas ganar créditos con el
Señor Hades. ¿Te imaginas que si tu asesinas a la reencarnación de Athena la guerra Santa estará ganada y la Tierra a total disposición de Hades cuando complete la posesión?-


Ávido aun continuaba sin demostrar interés a las palabras de Giovanni, que mostraba mucho énfasis en sus palabras para
incentivar al caballero de Altar Negro

-Entonces, ¿me has llamado para liquidar una niña? Eso es una humillación para alguien tan fuerte como yo, pero si aquello es de crucial importancia para poder ascender dentro de las filas del señor del Inframundo, tendré que acceder. ¿Dónde se encuentra?-

-Acabo de venir del pueblo en donde está la niña. Ella se encuentra encerrada en una Iglesia bajo el cuidado de un párroco y algunas monjas, sabrás como ubicarla pues allí dicen que la niña tiene milagrosos poderes curativos. Igualmente debo advertirte sobre una muchacha, que al parecer pertenece al Santuario y está en busca de lo mismo que tú, así que, ten cuidado.-

-Sinceramente no me importa, ningún enemigo puede vencerme ahora, mi poder es superior a cualquier mortal sobre esta tierra. Igualmente iré hasta allí sin despertar sospechas, dejando de lado mis ropas lujosas y demás.-


-No me importa como vayas, solo debes cumplir con la misión de aniquilar a la niña a como dé lugar ¿entendiste?-
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Mensaje por TuRco-SaMa Miér Mar 27 2013, 00:42

-Lo siento hija, pero no puedo permitir que Zangia quede bajo tu cuidado- La voz de la monja entrada en años mostraba desilusión y algo de lástima por la joven que tenía en frente.

-Pero, ¿No hay ninguna posibilidad?- preguntó Partita a la mujer, mientras esta dejaba sus lentes sobre el ordenado escritorio en el que estaban.

- Lamentablemente no hija, no puedo asegurar que la niña tenga un buen porvenir contigo, no tienes una casa a tu nombre, no tienes un empleo fijo, ni siquiera un lugar estable donde vivir. Lo que aquí buscamos al dar en adopción a uno de nuestros niños, no es solamente alguien que los quiera, sino también alguien que pueda brindarles un futuro mejor del que podríamos brindarles nosotros en nuestro orfanato, y lamentablemente Partita, no eres de esas personas. Sinceramente lo lamento mucho, porque puedo ver en tus ojos las ansias de tener un niño que tanto has estado buscando.-

La explicación de la mujer daba argumentos más que consistentes para denegar la solicitud que Partita había entregado para adoptar a Zangia, la niña prodigio. El gran ventanal del segundo piso de la catedral, mostraba una vista espectacular aquella soleada mañana, enfocándose en el patio donde los niños jugaban y correteaban en una coreografía sin fin. El verde césped y el brillo del sol hacían juego con la sonrisa de aquellos huérfanos que crecían en un ambiente cálido de amistad. Pero entre ellos, a quien Partita deseaba era a Zangia, una niña de unos doce años con cabello corto y oscuro, con un intrépido mechón que cruzaba por su cara. Tenía un atuendo negro, como la mayoría de las niñas de aquel orfanato, quizás, para acostumbrarlas a los hábitos de monja que más de una tomaría si ninguna familia la adoptaba.


 [TORNEO] Turco vs Alexander Rukia_nuevo_aspecto
A esta niña de ojos grandes color lavanda, se la conocía en el pueblo por su inteligencia y por sus supuestos dotes milagrosos. A su edad era capaz de resolver cuestiones matemáticas y lógicas complejas, así como también se le atribuía una especie de poder sanador. El testimonio de varios pueblerinos indicaba que para curar heridas y enfermedades, la niña milagrosa primero era envuelta en un aura dorada, y luego se escuchaba una canción que reconfortaba las almas de todos los presentes y luego cualquier dolor o aflicción desaparecía.

Apenas puso un pie en aquella catedral, Partita se percato de un cosmo inmenso, mas allá del que había sentido de Glaucopis, un cosmos con una calidez y bondad extrema, no podía pertenecer a otra persona que no fuera la misma diosa Athena. Al parecer Zangia era la indicada, el avatar de esta era para contener el poder dela diosa de la sabiduría, y sería la misión de Partita el hecho de llevarla hasta el Santuario para que asuma las funciones que el destino le tenía deparadas.

-Lo sé…- Suspiró la joven de castaños cabellos y ojos celestes, con la mirada perdida en el corretear de los niños. La monja se levantó de su viejo sillón de madera y abrazó cálidamente a Partita, que se mostraba acongojada ante la negativa del orfanato de poder adoptar a Zangia

-No es porque sea la niña milagrosa ni mucho menos, es más, varios ya han venido cargados de ambiciones a querer llevársela, pero no se la hemos entregado porque ninguno de ellos satisfacía el perfil; solo la querían por sus poderes y no con amor, como tú. Pero lamentablemente, a pesar de que eres la mejor postora que ha venido por ella, no puedes asegurarle un futuro prospero, y me duele no poder entregarla, porque sé que serias una excelente madre.-

Las palabras de la anciana calaron hondo en Partita, de repente, le habían dado ganas de ser madre. Quería saber cómo se sentía tener que proteger y amar tanto a algo tan pequeño, hacer cualquier sacrificio con tal de verla sonreír y llenarla de felicidad. Ojala ella hubiera conocido a su madre, pues Lucio hablaba maravillas de ella como persona, y era uno de sus anhelos más queridos el tener una hija. Ser tan buena como su madre, y tener una hermosa familia eran deseos que habían aflorado de repente en la joven italiana al oír las palabras de Sor Leiza. Pero sin embargo, rápidamente se autoimpuso que debía cumplir con su misión a como dé lugar, escapando instantáneamente de aquella lejana fantasía.

-Muchas gracias por sus palabras, de verdad hermana. Ha sido muy amable conmigo, prometo volver pronto a esta Iglesia, ya sea a visitar a la niña, o a pasar un rato de oración junto con usted.-

-Está bien Partita, sabes que el Señor está contento de que sus fieles vayan a la Iglesia, te estaremos esperando con las puertas abiertas para cuando gustes.-

-Muchas gracias, Sor Leiza, adiós.- Con estas palabras Partita se retiro de la pequeña oficina de la monja, dando una última mirada al ventanal que enmarcaba a los juguetones infantes.

Abandonó la Iglesia luego de unos minutos para dirigirse a la posada, donde tendría que volver a trabajar. A pesar de la negativa de las monjas, Partita no daría un paso atrás. Si no le permitían hacerse con Zangia por las buenas, tendría que hacerlo por las malas. Luego de la aparición de aquel hombre, la niña no estaría segura en aquel pueblo, era de necesidad y urgencia llevarla al Santuario de Athena donde pertenecía.


 [TORNEO] Turco vs Alexander Catedral96

Caía la noche y el manto de estrellas cubría el cielo nocturno. No se escuchaba nada más que el viento arrullando las copas de los rboles y el andar de algún que otro animal trasnochado. El sendero de tierra que rodeaba la Iglesia se encontraba desolado, iluminado a pleno por la luz del astro menor, que se erguía imponente en el cielo. Por allí transitaba Partita, cubierta con una capa negra que había conseguido a cambio de un par de tragos a un cliente de la fonda. Su plan consistía en escabullirse dentro de la catedral, para hacerse con Zangia y luego huir hacia el bosque, que era el último obstáculo que separaba al pueblo de Lazarat de Grecia.


El camino de tierra pasaba frente a una puerta trasera de madera, que desembocaba en el patio donde esa mañana habían estado jugando los huérfanos, que ya para esas alturas de la noche, se encontraban plácidamente durmiendo en sus habitaciones. Con un poco de fuerza, pudo forzar la oxidada cerradura de la desvencijada puerta de madera, ingresando con un intenso chirrido a los dominios de la iglesia. El patio oscuro y triste era el centro, allí se celebraban las grandes misas en épocas de pascua y navidad principalmente, donde todo el pueblo acudía. Alrededor del patio podían observarse pasillos iluminados por tenues antorchas, que le daban un aspecto un tanto terrorífico a aquel lugar.

Tratando de buscar con su cosmos la presencia de Athena, Partita comenzó a caminar por los pasillos, tratando de identificar la ubicación física de Zangia. Con el mayor de los sigilos recorrió los pasillos, escucho tras las puertas, subió grandes escaleras sin levantar sospechas. A medida que subía, podía sentir como el cosmo de Athena se hacía más próximo. A unos metros de la oficina donde había estado junto a la hermana Leiza, pudo ver una reja abierta que mostraba una escalera. Un hecho raro, ya que ese acceso poseía una cerradura, que supuestamente durante la noche, tendría que estar cerrada, pero algo llevó a Partita a aventurarse hacia esa puerta.

Al final de los escalones pudo llegar al punto más alto de la Iglesia, una especie de terraza que mostraba la bella vista al bosque y a las estrellas. Allí, con la mirada hacia arriba, fija ante el plano astral, se encontraba Zangia. La niña se sobresaltó al ver a la ncapuchada Partita interrumpir sus meditaciones. El miedo se apoderó de ella al ver un ser oscuro presentarse en esa situación.

-No, Zangia, ¡no temas!- Dijo Partita mientras dejaba ver su hermoso rostro y esbozaba una amplia sonrisa a la pequeña. Acercándose lentamente, evitando movimientos bruscos, continuo hablándole.

-Mi nombre es Partita y no estoy aquí para lastimarte ni mucho menos, vengo a llevarte a donde en verdad perteneces, en realidad Zangia este no es tu lugar.-

En ese momento, ambas muchachas fueron rodeadas por una luz intensa de color dorado, finalmente, el espíritu de Athena y de Glaucopis habían vuelto a encontrarse después de tantos años, otra vez juntas, buscaban llevar al mundo a una nueva era de paz. Tanto Partita como Zangia se encontraban perplejas ante aquel manifiesto de divinidad, pero sin embargo comprendían a la perfección que estaba pasando. El destino finalmente las había juntado.

La niña abandonó sus rasgos temerosos y se animo a tomar la mano que Partita le ofrecía en señal de confianza. Sonriendo le dijo:

-Partita… hoy pude sentir una hermosa presencia a la mañana, pero luego cuando se esfumó me hizo pensar que tal vez había sido una falsa sensación. Pero ahora al tenerte junto a mí, esa voz de mi conciencia me indica que tú serás la que me guíe por el sendero de mi destino, ¿no es así?-

- Claro que sí, ¡así será! Las hermanas no me dejaron adoptarte, pero ahora que tengo tu consentimiento, eso es lo único que necesito, ahora podremos partir al Santuario sin dejar rastros, para que comiences tu reinado como la nueva Athena.-

Fue en ese momento en que ambas mujeres se fundieron en un cálido abrazo. Un abrazo con gusto a amistad, una amistad de años algo maltrecha por las piedras del camino, pero amistad al fin y al cabo. Nada podía superar la felicidad de Partita, este era el momento que había esperado durante muchos años, y parecía que, por primera vez, el destino le sonreía.
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Mensaje por TuRco-SaMa Jue Mar 28 2013, 20:55

Un espiral de polvo y cenizas lo envolvió luego de las palabras de Giovanni, su vista del Yomotsu comenzó a distorsionarse
en un remolino de tonos oscuros. Una gran presión comenzó a ejercerse sobre su cuerpo, pero ya estaba acostumbrado a tal situación debido a la cantidad de veces que la había experimentado. Esta vez se preguntaba donde lo llevaría Giovanni, si de nuevo a sus aposentos o directo al campo de acción.

Tras unos segundos se halló mirando el cielo nocturno de una noche fría. Se incorporó y miró a su alrededor, se encontraba tendido en medio de una calle solitaria, apenas iluminada por tenues lámparas que brillaban fantasmalmente. La camisa de seda y el pantalón de algodón no lo abrigaban lo suficiente del viento con sabor a mar que soplaba a esas horas de la noche. Sin dudas, se encontraba en aquel poblado que Giovanni le había comentado, allí era donde residía la reencarnación de Athena.

Trató de establecer una conexión mental con su armadura, que se encontraba en territorio francés, y apenas pudo contactarla, pues nunca había tratado de trasladarla con sus poderes desde tanta distancia. Se ve que el objeto tardaría en llegar, pues debía atravesar una gran parte del continente europeo. Mientras tanto, Ávido comenzó a caminar por la desolada calle hacia el norte, no tenía la ínima idea de la hora, pero debía ser la plenitud de la madrugada. A lo lejos, fue capaz de oír el repiqueteo de corceles, al parecer alguien se acercaba a su posición.




 [TORNEO] Turco vs Alexander Calle solitaria
Efectivamente, a lo lejos, podía apenas divisarse un carruaje tirado por dos caballos cuyos relinches sonaban por demás de fuerte en el silencio de la noche. Al llegar hasta donde estaba nuestro personaje, el supuesto duque de Canarias, el vehículo se detuvo. Un hombre rechoncho y de un bigote color marrón asomó su cabeza por la ventana y se dirigió a Ávido, que se mostraba serio y sin sorpresas ante aquella aparición.

-¡Buenas noches forastero! ¿Acaso no le han avisado el frio que hace aquí por las noches? Jeje mi nombre es Bastían, ¿a dónde
te diriges? Quizás puedo darte un aventón.-


Avido miro al peculiar conductor del carruaje y se esforzó en una falsa sonrisa, respondiendo cortésmente:

-Oh buen hombre, agradezco su ayuda infinitamente, mi nombre es Isaías y vengo en busca del monasterio donde se encuentra la niña milagrosa, ¿podría darme su ubicación por favor?-

-Pues mira, la catedral de la niña milagrosa se encuentra a veinte calles, yendo por esta misma senda, justo en el límite con el gran bosque que nos separa de Grecia jeje. A pesar de que es muy de madrugada, supongo que el sereno o alguien lo hará pasar a hospedarse allí por esta noche, caso contrario puede quedarse en mi….a.. arghh..-


Las palabras del hombre fueron interrumpidas por una enorme presión en su garganta, su cara comenzó a hincharse dando evidentes síntomas de asfixia, mientras Ávido apenas había elevado su cosmo, y apuntaba su mano a la garganta del pueblerino, en una posición como si fuera el mismo quien estaba tomando su cuello. Luego de unos segundos, el regordete sucumbió ante el poder de Ávido y se desplomó contra la puerta de su carruaje, que se abrió inmediatamente dejándolo caer a la acera.

Sin impresionarse en lo mas mínimo por el asesinato que acababa de perpetuar, Ávido se agachó para despojar al cadáver de su buen abrigo de pana, pues no le serviría para nada ya. Si bien le quedaba algo grande, le serviría para aquella noche fría. Luego de apropiarse del capote que le llegaba a las rodillas, se acercó a los caballos, que se encontraban de lo más tranquilos, sin haber notado lo que había pasado instantes atrás.

Con un suave movimiento, desenganchó a uno del carruaje y lo montó inmediatamente, atizándolo para que galope hacia la catedral. El animal no impuso resistencia y obedeció a Ávido sin vacilaciones. Atrás habían quedado el otro equino que relinchaba ante la huida de su compañero de viajes, el carruaje y el cadáver de su chofer, abandonados en el medio de la desolada calle de aquel pequeño pueblo.

El eco del galope del animal resonaba como si de una caballeriza entera se tratara debido al silencio y soledad de la noche. A medida que se iban acercando a la catedral, ávido podía sentir ese particular cosmos, casi divino, que nunca antes en su vida había sentido, pero sin embargo, era muy tenue, como si se estuviera alejando. Sin dudas tal cosmos pertenecía a Athena, quizás su liviandad se debía a que aun residía en el cuerpo de una niña y no estaba despierto del todo.

En unos minutos ya se encontraba frente a la imponente construcción, que aparentaba grandes lujos propios de una gran metrópolis como las que había visitado alguna vez. Podía sentir el asqueroso olor al cosmo del Santuario, que tanto repudio le causaba. Se bajó del caballo, que quedó pastando tranquilamente a la orilla del camino y observó el monasterio. Lo derribaría de un solo golpe, para destruir a la niña o poder identificarla fácilmente como una sobreviviente a la catástrofe. Si él quisiera podría borrar del mapa ese pueblo miserable, pero no andaba de ánimos, después de todo, había perdido recientemente a la reina de sus placeres y necesitaba terminar de desagotar su odio.

Elevó su cosmo oscuro mientras el viento ondeaba sus cabellos y hacía flamear el capote dejando al descubierto la ropa de noche que llevaba puesta. Cuando su cosmo estuvo a punto, se dispuso a estirar sus brazos en dirección a la iglesia, que se encontraba proximadamente a cincuenta metros de él. Entre sus palmas extendidas comenzó a formarse una bola oscura de cosmos, rodeada ocasionalmente de pequeños rayos de estática. La esfera maligna levitaba en el aire a medida que Ávido la nutría con su cosmos. Con una sola palabra, fue capaz de dirigirla veloz mente a su objetivo.

-Apocalypto.- Susurró a la noche mientras el proyectil fue lanzado inmediatamente contra la torre principal de la Catedral.

Los vidrios y puertas estallaron al son de algunas paredes, incluyendo todo lo que se encontraba en el interior del castillo que colapsó bajo la súbita explosión, que desparramó ladrillos, trozos de madera y una tremenda onda expansiva a un par de kilómetros a la redonda. El caballo se enloqueció de repente, generando un gran escándalo ante la titánica explosión, pero fue rápidamente silenciado por un enorme pedazo de piedra que cayó sobre su cabeza, matándolo al instante.


 [TORNEO] Turco vs Alexander Choza-incendiada

La explosión había sido sublime, Ávido se mantenía inmutable frente al espectáculo, disfrutaba ver como se desmoronaba aquella institución y poco le importaban las inocentes víctimas, solo esperaba por una persona, solo una. Luego de unos minutos allí parado, pudo observar como desde el pueblo una horda de vecinos se acercaba con bullicio a ver que había acontecido. Al tiempo que Ávido detectaba como el cosmos divino que sintió, lejos de manifestarse en ese sitio, se estaba alejando, nuestro falso duque emprendió una fugaz carrera en dirección al bosque.

Su olfato y su percepción extrasensorial le permitían comenzar a divisar dos cosmos diferentes, al parecer, no era una casualidad que la pequeña Athena no se encuentre en la Iglesia al momento de su destrucción, seguramente uno de los caballeros del Santuario se la estaba llevando hacia Grecia, y Ávido no permitiría que eso sucediera.
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Mensaje por TuRco-SaMa Lun Abr 01 2013, 01:46

Tanto Partita como Zangia se encontraban felices de haber cruzado sus caminos. El destino las había unido aquel día para que cada una complete su misión en esta Tierra, y estaban más que alegres con esa situación. En silencio, las dos mujeres se retiraron en silencio de la Iglesia, encaminandose hacia la oscuridad del bosque, el cual debían atravesar para llegar a Grecia. Al momento de cruzar la última puerta, Zangia, que iba detrás de Partita, se detuvo. Creía sentir una presencia que se acercaba, pero sería algo un tanto extraño, ya que aquel tranquilo poblado tenía nula actividad nocturna. Con una mirada, Partita incitó a Zangia a que continuen su camino, y la niña, resignada, hizo caso omiso a sus sensaciones y huyó junto con la encapuchada.

Se internaron corriendo en el espeso bosque que las separaba de su destino, sin importar las consecuencias que esto trajera. Corrieron tomadas de la mano, guiadas por Partita que hacía caso a su intuición para atravesar aquel lugar. Se detuvieron en un claro a descansar, las bocadanas de aire que tomaba Zangia indicaban que la actividad fisica no era uno de sus fuertes realmente. Nunca había hecho mayor esfuerzo que corretear en el patio con sus amigos, a quienes lamentablemente, no volvería a ver. La luz de la luna iluminaba a las muchachas sonrientes, que a pesar del cansancio, no tenían intenciones de desistir su andar.

- Uff, necesitaré un poco de aire, es demasiado para mi correr tanto jeje.-
Exclamó simpática Zangia, mientras se sentaba en una piedra tomandose el pecho, respirando a un ritmo mas bien rápido.

-Está bien, descansaremos un rato. Yo estoy más acostumbrada a estos trotes pues los últimos años de mi vida me los pasé de peregrina visitando infinidad de lugares, solo para encontrarte. Jamás me hubiera imaginado que te encontraría en un pueblito como este Athena! Quizás no te acostumbres a que te digan así hasta dentro de un tiempo, cuando lleguemos al Santuario. Por lo pronto podemos hacer dos cosas: o nos quedamos en este claro durmiendo un par de horas hasta que salga el sol, o seguimos nuestro camino hasta Grecia y nos hospedamos en algun albergue que encontremos. Dime tú que tienes ganas de hacer..- Dijo Partita sonriendo feliz a la niña.

Zangia estaba pensando seriamente en quedarse a descansar, pero la oscuridad del bosque, el frio y el posible asedio de las fieras salvajes, le hacía temer de aquel lugar. Poco pensó su respuesta cuando de pronto una enorme explosión se sintió. Provenía del pueblo, y bastante cerca, podría segurar que provenía de la Iglesia. Una gran ola de viento azotó el lugar levantando pastos y hojas secas en el aire. Por la intensidad de la onda expansiva, esa explosión no podía provenir de algo natural, mucho menos con la presencia maligna que se sintió luego del estallido. Segundos despues una columna de fuego se levantó desde el lugar del hecho iluminando todo el lugar. Ambas muchachas miraron en esa dirección y entendieron lo que pasaba: alguien estaba tratando de encontrar a Zangia, seguramente alguien muy poderoso para hacer estallar la Iglesia de tal manera.

En segundos, los ojos de la pequeña se inundaron de lagrimas contemplando el destrozo hasta donde la cortina de humo y llamas le dejaba ver. Un sentimiento completo de tristeza e impotencia la abordó, los niños con los que compartía almuerzos y juegos, así como las monjas que todos los dias la cuidaban y le impartian clases. Cada recoveco del convento que había explorado ahora se había convertido en un infierno en tierra. En un arranque impulsivo, la niña se levantó y comenzó a correr en dirección al pueblo de nuevo, mientras que con un rapido movimiento, Partita la detuvo y la abrazó para contenerla.

- No Zangia, no puedes ir hacia allá, hay gente dispuesta a eliminarte, pero yo voy a protegerte con mi vida. Es alguien muy poderoso quien te quiere hacer daño, pero yo no dejaré que te pase nada. No puedes hacer nada por el convento, la única opción que nos queda es continuar nuestro camino por el bosque antes de que nos encuentren, por favor.-

Las palabras de Partita trataron de calmar a la niña que estaba llena de dolor y sollozaba con la cabeza hundida en su pecho, mientras la joven acariciaba suavemente sus cabellos en señal de consuelo. Una ráfaga de viento trajo un sentimiento de maldad que dejó un escalofrío en Partita. Era una sensación casi identica a la que había sentido la noche anterior, cuando el viajero extraño la tomó del brazo en la fonda.

- Al fin las encuentro par de escurridizas jajaja!.-

Una voz grave seguida de una carcajada se escucho, al levantar la vista, tanto Zangia como Partita pudieron divisar a duras penas frente a ellas, una sombra que venía caminando en la oscuridad del bosque, envuelta por la noche y el humo de la catástrofe, no permitía revelar su identidad.
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Mensaje por TuRco-SaMa Miér Abr 03 2013, 22:51

- No necesité de mucho para encontrarlas muchachas, el hecho de que aquella Iglesia haya caído sin mayores dificultades me ha dado la pauta de que la pequeña Athena estaba huyendo, caso contrario, hubiera tratado de ayudar a todas las personas que murieron hace instantes...-

La luz de la luna iluminaba la cara de Ávido, que se había presentado ante Partita y Zangia con una macabra sonrisa en su rostro. La presencia oscura del caballero negro era como que deprimía todo a su alrededor, llenando el ambiente de una angustia notable. La pequeña Zangia se refugió temerosa tras Partita quien miraba con decisión a aquel hombre.

- No dejaré que le hagas daño a Zangia ¿entendiste? No me importa quién seas, no voy a permitir que le pongas una sola mano encima a ella.-


Las palabras decididas de Partita eran un desafío mas que deseado para el cruel Ávido, que se había cansado de masacrar jovenes en sus entrenamientos del Castillo. Por fin podría medir sus fuerzas contra un rival de verdad, un enviado del Santuario, aunque, no recordaba haber visto a esa mujer nunca antes en el Santuario, belleza semejante jamás podría haberse escapado de sus ojos.

- Veo que tienes decision muchacha, pero hubiera sido mejor que hayas traido contigo tu armadura ¿no? pues en estas condiciones, solo podrás entretenerme unos segundos. Luego me encargaré de la pequeña Athena, lamento decirte que esas palabras te costarán la vida muchacha.-


Un aura oscura cubrió al caballero negro, y sus ojos se iluminaron de un rojo intenso. Acto seguido, Zangia comenzó a levitar tras Partita, llevada por una fuerza extraña se levanto a algunos metros del cielo mientras trataba de zafarse de alguna forma. Inmediatamente una especie de burbuja la envolvió, dejándola suspendida en el aire. Una vez, allí adentro, sus gritos no se oían en lo más minimo. Partita observó la escena con terror, ¿Cómo había sido posible que aquél sujeto maneje a su antojo el cuerpo de Athena? ¿Qué eran esas habilidades mentales que jamás había visto?¿Acaso ese era el poder de los Santos de Athena? Sería mejor que trate de elevar su cosmos y hacerle frente como pudiera, ya había encontrado a Athena y no iba a dejar que se la arrebaten de tal forma.

- No se de que armadura me hablas, ¡baja a la niña ahora mismo o te las tendrás que ver conmigo!-

Tras su duro hablar, Partita trataba de resguardar el miedo que sentía en aquel momento, un miedo que nunca había experimentado a pesar de todas las situaciones que había pasado a lo largo de su trágica vida. El temor de que aquel extraño le arrebatara a la pequeña Athena la superaba.

- Duras palabras realmente, pero no creo que puedas sostenerlas por mucho tiempo. Me has dicho que no sabes nada de armaduras... vaya si serán idiotas los del Santuario, han enviado a la niña de los mandados a buscar a la mismísima Athena, no hacen más que darme asco y verguenza! Mas allá de eso, creo que he olvidado mis modales ante tan bella dama...-

En ese instante Ávido miró hacia el cielo y vio como la bola de sombras estaba posada a unos metros de su cabeza. Lentamente fue tomando forma de lo que parecía ser un altar. Luego de unos segundos, la armadura negra del Altar estaba completamente formada, y apenas alcanzó ese estado, se desarmó para adherirse al cuerpo del renegado.

- Oh hermosa, finalmente has llegado, sinceramente, pensé que no lo harías, pero aquí estas para cubrir mi cuerpo una vez más, mi hermosa armadura. Mi nombre es Ávido, ¡Ávido de Altar Negro! Pero antes de destruirla, quisiera conocer su nombre también...-



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Mensaje por TuRco-SaMa Vie Abr 05 2013, 15:11

Miles de interrogantes atravesaban la cabeza de Partita que observaba impresionada como la armadura negra del Altar cubría el cuerpo de aquel malévolo personaje. Estaba preparada para enfrentar hombres con armas, o con fuerza extraordinaria, pero jamás se los había imaginado con tales vestiduras y energías semejantes a las de aquel hombre. ¿Acaso venía de lo profundo del infierno? Glaucopis supo contarle en alguna ocasión que los vasallos de Hades vestian armaduras oscuras como la noche y con el brillo opaco de la luz de la luna, y al parecer, Ávido reunía todas esas condiciones. Podía sentir como el cosmo de su enemigo la superaba ampliamente, pero no se daría por vencida, no dejaría que le arrebaten a quien habia estado buscando tanto tiempo y con tanto sacrificio.

Mientras tanto, Zangia seguía suspendida en el aire, encerrada en la burbuja mientras trataba inutilmente de zafarse, como una espectadora de lujo de la pelea que estaba a punto de desatarse. Partita estaba preocupada, pues le sería sumamente dificil vencer a Ávido sin la protección de una armadura, pues ella no había entrenado en el Santuario, ni había tenido una constelación protectora, solo esa especial conexión con Glaucopis que brillaba por su ausencia. Con mucha valentía trató de encender su cosmos y una tibia aura dorada la rodeó, sentía correr por sus venas el poder divino, aquel que había sentido el día en que Calixto, el amor de su vida, había sido asesinado.

Al ver tal suceso, Ávido sonrió y se dirigió a Partita, mientras elevaba su cosmos oscuro a un nivel muy alto:

- Oh pero que cosmos tan pequeño! Me parece absurdo, y hasta algo abusivo hacerte frente usando mi armadura, pero veo un cosmos especial en tí, uno demasiado puro que no había sentido antes. Por eso te daré una oportunidad, eleva ese cosmos tan peculiar que emana de ti y dame tu mejor golpe! Aunque no hay necesidad de esto, quizás entre nuestros cuerpos, podamos llegar a alguna clase de acuerdo...-

Desde el interior de Ávido había aflorado su personalidad de duque, tan suceptible a los placeres carnales como encantador para el sexo femenino. Sin embargo, estaba muy lejos de cautivar a Partita, que con esfuerzo había incrementado un poco más su cosmos y miraba con ira a su rival

-¡No necesito venderme para poder derrotarte, pues creo en mi mísma, en mi potencial y en las estrellas que guían!¡Prepárate!-

Turno de Ataque (Partita)

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Mensaje por TuRco-SaMa Dom Abr 07 2013, 23:25

Ávido observaba paciente como la muchacha incrementaba su cosmos, sin duda aquello era algo muy extraño, tanto el hecho de que no vista una armadura como el tinte especial de su cosmos. No se parecía en lo absoluto a las energías de las personas que conocía, ni siquiera al aura oscura del tal Giovanni, el cosmo de Partita tenía una extraña singularidad, parecía provenir de alguien muy superior, como con una jerarquía extrema, algo que nunca había sentido antes. Sería mejor que tenga cuidado con aquella muchacha, pues cualquier paso en falso podría arruinarle el combate. Por el momento, solo pensó en defenderse del ataque de la joven

Turno de Defensa

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- Vaya, menuda decepción que me he llevado contigo muchacha, tus palabras decían mucho pero tus acciones me han decepcionado. No estás en condiciones de enfrentar a alguien como yo, mucho menos de ser la escolta de Athena hasta el Santuario, sinceramente no se quién se ha encargado de ponerte en esa posición, pero ha cometido una enorme falla. Es una lástima que no quieras pasar ese tiempo conmigo, pues te encantaría, jajajaja. A las luces de eso, solo puedo darte una muerte digna-


La mirada de Ávido se clavaba seria en los ojos de Partita, que mantenía su expresión firme y decidida, tratando de hacer fuerza con su brazo para tratar aunque sea de mover a su enemigo. Mientras tanto el aura oscura de cosmos se mantenía fluyendo alrededor de Ávido, que tras su pequeño discurso vio el momento justo para golpear a la joven.

Turno de Ataque

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Mensaje por TuRco-SaMa Miér Abr 10 2013, 21:51

Turno de defensa (Partita)
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Un hilo de sangre desbordaba la comisura de sus labios, le parecía increíble que aquel hombre tuviera tal velocidad y semejante fuerza, el poco cosmos que pudo despertar le resultó inutil, pues pudo detener su ataque solo con la palma de sus manos. Miró hacia arriba, a la oscura burbuja donde se encontraba Zangia, no podía permitir que la niña siga allí adentro. Su plan era liberarla y tratar de huir por el bosque, aunque con la velocidad de aquel individuo era una tarea practicamente imposible de lograr.

Con un poco de esfuerzo se incorporó y miró fijamente a su oponente, que sonreía tranquilo, esperando que Partita vuelva a embestirlo. Una lágrima navegó la mejilla de la joven, producto de la impotencia de no poder hacer nada ante aquella situación, por verse ante tan abismal desventaja con el guerrero que tenía frente a ella. En ese instante, volvió a sentir la suave canción que ya le era familiar y escuchó la voz en su interior que tanto esperaba oír:

- ¡Partita! Estamos frente a un gran enemigo, permite que mi alma junto con mi fuerza y mi cosmos se despierte en tí, debemos luchar juntas, Athena debe llegar a como dé lugar al Santuario. Sé que si unimos nuestras fuerzas, ¡podemos derrotarlo!-

La voz de Glaucopis se hacía presente de nuevo en Partita luego de tanto tiempo, otorgándole esa pequeña confianza y una tibia llama de esperanza en su camino. Enseguida, Partita sintió un enorme flujo de cosmos en su interior, tan poderoso e intenso que dudó que su cuerpo lo soporte por mucho tiempo. Contrario a sus pensamientos, el cálido y pacífico cosmos llenó su espiritu y le dió la sensación de poder y seguridad que ella necesitaba.

La columna de cosmos dorado la cubrío por completo, ante los desorbitados ojos de un Ávido que se regocijaba en la sed de pelea. El caballero negro también elevó su cosmos oscuro y adoptó una postura de ataque:

- Al parecer necesitabas un par de golpes para despertarte ¿eh? Pues bien, esa velocidad que has visto ha sido un mero calentamiento, parece que este combate va en serio.-

- Te ordeno que en este instante liberes a Athena de su prisión y te retires, no quiero matarte si te arrepientes de tus errores caballero.-

Las facciones de Partita se habían vuelto algo más maduras, más serias, como si no fuera ella quien estaba ahora frente a Ávido, que esperaba con ansias el ataque de su opositora. En el haz de luz que ahora se había reducido, resaltó el brillo de aquella pequeña sortija que Glaucopis le había entregado hacía años. La luz del anillo cubrió su cuerpo por completo, para luego desaparecer rápidamente, pero dejando a Partita cubierta por una impecable protección.

La kamui divina del Búho ahora vestía a la joven guerrera, representando a Glaucopis, la mensajera personal de la diosa Athena. Una magnifica armadura, forjada por el mismo Hefestos y otorgada a Glaucopis por Zeus, oscura como la misma noche, pero con el brillo de un baño de luna, digna de los dioses. El ropaje sagrado se había ajustado perfectamente al cuerpo de Partita, resaltando sus hermosos atributos. La sentía tan liviana como poderosa, ahora una ola de confianza la invadía, viendo en aquel suceso la posibilidad de vencer a su rival.



 [TORNEO] Turco vs Alexander 52521810151500707681049

- Te he dado la oportunidad de que retractes tus acciones, pero veo que no quieres cooperar con la causa, a pesar de que no me gusta usar la violencia, ¡deberé derrotarte para liberar a Athena!-




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Mensaje por TuRco-SaMa Sáb Abr 13 2013, 22:26

Turno de Defensa (Ávido)
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La bola de energía atravesó el espacio que había dejado Ávido luego de usar su técnica del velo de Sombras, dejando a Partita totalmente sorprendida. Su ataque se estrelló contra los árboles a unos metros del claro donde se ubicaban. El ruido a madera resquebrajada pronto se transformó en el bramido de las llamas, que comenzaron a incendiar rápidamente la zona de bosque que los rodeaba.

Ávido miraba con satisfacción aquella destrucción que estaba generando, el ambiente de la pelea no podía ser mejor. El humo del incendio se confundía con su oscura aura que se elevaba más y más.

- Impresionante realmente, es la primera vez que veo una armadura salir de una joya, veo que no eres una guerrera cualquiera. Sabía que el Santuario no podía ser tan idiota de mandar a cualquier hijo de vecino a buscar a la misma Athena. Puedo notar que tienes un cosmos muy fuerte e inmenso, tendrás que decirme quién eres...-


Sin intimidarse por las palabras de Ávido o por su creciente cosmos, Partita se mostró sería y en posicion de defensa, esperando un posible ataque sopresa del caballero negro:

- Yo soy Partita de Búho, soy la mensajera personal de la diosa Athena por designio divino, no tienes chances de ganarme con ese tipo de trucos caballero. Estamos rodeados por el fuego y no tenemos escapatoria, es hora de que decidas liberar a Athena si quieres continuar con vida.-

- Mmmm, ya veo. Eres un guerrero del Olimpo, esto será un bonito desafío, quizás puedas ser alguien que esté a mi altura finalmente. En cuanto a Athena, lamento decirte que su preciosa cabeza ¡será la medalla que entregaré a Hades apenas despierte! ¡Jajajajaja!-

Mientras las carcajadas de Ávido resonaban en el lugar, observaba a la pequeña Zangia encerrada en la burbuja, hundida en un mar de lágrimas clamando por su libertad. Pero era inútil, sus gritos y plegarias no eran ni siquiera oídos. Sin embargo, una magistral idea surcó la mente del caballero Negro apenas había terminado con sus hirientes palabras, que le hicieron replantear lo que terminaba de decir. Por otro lado, Partita se mantenía firme, expectante a la espera de alguna ráfaga por parte de su enemigo

- Ojalá fueras un poco más humilde caballero, deberías saber que esa maldad y esas energías negativas no te llevarán a ningún lado, menos a derrotarme. Entonces eres un espectro, esa armadura negra debe de ser un Sapuris, me asombra que Hades use guerreros de baja estirpe como tú, un resucitado santo de Plata, para poder capturar a Athena...-


-Silencio!-



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Mensaje por TuRco-SaMa Mar Abr 16 2013, 00:21

Turno de Defensa (Partita)
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La muestra de velocidad de Partita era increíble, podía moverse al mismo ritmo que el mejor de los caballeros dorados, lo cual ponía Ávido en serias complicaciones, pues el podría ser muy fuerte, pero no era lo suficientemente ágil como la dama que le tocaba enfrentar. Partita miró confiada al Santo Negro, que mostraba cierta armonía en su rostro, sin la mínima sorpresa ante la gran defensa de la joven.

- Parece que tus palabras no reflejan tus actos, no pienses que estás luchando contra un guerrero cualquiera, mi armadura es de las más fuertes que existen, es el mismo manto de los dioses, ¡y hace falta más que eso para poder derrotarme! Ahora,¡ te ordeno que bajes a Athena de allí, por ultima vez!-

Mientras enunciaba tales palabras, Partita señaló con su dedo índice hacia arriba, a la burbuja donde se encontraba Zangia. La niña trataba de elevar su cosmos dentro de su encierro, pero le era inútil, era una espectadora privilegiada del encuentro entre aquellos dos guerreros.

- Realmente, ahora que pienso, no me convence para nada la idea de eliminar a esta pequeña, cuando podría usarla para mi provecho. Con Athena de mi lado, sería invencible y el mundo se rendiría a mis pies. Mi sed de poder es inalcanzable, pero por lo pronto me retiraré con mi pequeña reclusa, este duelo está terminado.-


Tras las palabras de Ávido, Partita cerró sus puños y apretó los dientes. Un suspiro y un intenso dolor ahogó sus palabras. Al parecer, las estrellas que había esquivados segundos antes, habían vuelto hacia ella atacándola por la espalda sin que se diera cuenta. El estruendo la hizo caer unos metros hacia adelante, y un sonido metálico indicó que su armadura había sido perforada en varios puntos. Pequeños hilos de sangre brotaban de los diminutos huecos que habían formado las estrellas en el kamui del Buho, mientras un tremendo ardor recorría los músculos de su portadora. Cayendo de cara al suelo, comenzó a nublársele la vista, que se iba yendo lentamente al compás de sus demás sentidos, sentía que la muerte estaba muy próxima, y se decepcionó de sí misma por no poder cumplir con su misión.


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Mensaje por TuRco-SaMa Miér Abr 17 2013, 22:22

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Al parecer, el duelo ya había terminado, el cosmos de Partita se había apagado casi por completo mientras yacía en el suelo. Realmente Ávido no pensó que fuera tan fácil cuando la joven se presentó, pero la falta de experiencia en combate era lo que la había derrotado. Pensaba en el festín que se podía haber dado con tan lujurioso cuerpo, pero el destino había querido que fueran enemigos en aquella situación. Miró al cielo, donde estaba la burbuja que contenía a la pequeña Athena.

Caminó unos pasos, esquivando el casi inerte cuerpo de Partita, hasta colocarse justo debajo de la burbuja que levitaba a unos metros sobre el aire. Cerró suavemente los ojos y elevó su aura de sombras, deshaciendo al instante a Zangia de aquel encierro. La niña cayó directamente a los brazos del joven caballero negro, que la miraba con una sonrisa.

-Muy bien Athena, es hora de partir de este horrendo lugar, tendrás una habitación y comida caliente en mi castillo.-

No alcanzó a finalizar sus palabras, que la niña que estaba empapada en sus llantos, saltó de sus brazos y se dirigió a Partita, trató de levantarla apenas para poder ver su cara y tratar de socorrerla. Los rasgos de la joven estaban pálidos y manchados con tierra y sangre, lo que provocó que Zangia rompiera en lágrimas mientras la abrazaba fuertemente.

Luego de unos segundos, se dirigió a Ávido, quien observaba la escena sin el menor sobresalto, esperando que la niña termine con su teatro para poder llevársela consigo.

- ¡Eres un monstruo! La has matado sin la menor compasión, al igual que a mis hermanitos del orfanato, eres el peor ser humano que he conocido!.-


Las lágrimas de la pequeña y su voz no denotaban tristeza, sino rabia e impotencia ante una situación que no podía controlar.

- Déjate de estupideces. ¿Para qué quieres a los humanos? No son más que máquinas crueles movidas solo por sus vicios y su egoísmo, sino mírame a mí, que me he convertido en lo que menos quería. No me importa nada, lo que tenga que destruir o a quien tenga que asesinar para cumplir con mis deseos de poder. Pero este poder, no es para el mal, será para el bien. Me encargaré de extirpar el mal de esta humanidad, gobernando el planeta, pero para eso, ¡Necesito de tu ayuda Athena!.-


 [TORNEO] Turco vs Alexander Rukia_in_the_rain__by_ichigokurosakiluver-d4gnelj
- No soy Athena, si lo fuera, ¡hubiera podido evitar toda esta catástrofe! ¡Por qué me ha pasado esto a mi? Partita ahora está muerta por mi culpa, mis poderes no son una bendición ni mucho menos, ¡solo me han hecho infeliz durante toda mi vida!.-

-Niña, has colmado mi paciencia, te dije que necesito tu ayuda de ahora en adelante, por ende, vas a marcharte conmigo en este instante ¿sabes?.-

Ávido levantó su tono de voz enojado ante el llanto de la pequeña, para la cual todo estaba perdido. El bosque a su alrededor se caía a pedazos producto de las llamas, y no tenían tiempo que perder en un lugar como ese. Enfadado el joven de grises cabellos, con pasos ligeros se dirigió a Zangia y la tomó fuertemente de un brazo, arrastrándola mientras la pequeña soltaba a la fuerza el cuerpo de Partita.

- ¡No! ¡Déjame! ¡Quiero quedarme con Partita unos minutos más!. ¡PARTITAAAAAAAA!.-

El grito de la pequeña hizo eco en el corazón de la joven guerrera, en ese instante, un cosmos intenso la nutrió por completo. Más cálido y majestuoso que nunca, le devolvió la vitalidad que había perdido con el ataque de Ávido que había parecido ser mortal. Con esfuerzo y una inmensa aura dorada que la cubría, la joven se levantó del suelo, mientras veía como Ávido se dirigía hacia las llamas con la pequeña. La sensación que la inundó fue la misma que cuando asesinó a aquellos bandidos, luego de ver al amor de su vida morir ante sus ojos. La misma sensación de poder ilimitado, de que con un solo movimiento, podía reventar hasta la estrella más grande.

-¡ÁVIDO, TE HA DICHO QUE LA SUELTES!-



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Mensaje por TuRco-SaMa Vie Abr 19 2013, 14:39

A pesar de sus heridas, Partita había logrado levantarse del suelo con algo de esfuerzo y fue decidida a enfrentar a Ávido una vez más. No podía dejarse caer en el primer ataque y mucho menos si eso traía como consecuencia inmediata perder a Athena. Su cosmos dorado resplandecía, no por el brillo de Glaucopis, sino con el brillo de la propia Partita, que había despertado el séptimo sentido en aquel momento.

Ante la increíble liberación de cosmos, Ávido se detuvo y giró sobre sí para confirmar que realmente Partita no estaba muerta. Todo lo contrario, se mostraba radiante y furiosa, extremadamente poderosa y con una rabia incontenible. Zangia sonrió al ver a su protectora levantarse y corrió feliz a abrazarla, escapando de un Ávido que la dejó ir sin contemplaciones. La niña abrazó feliz la cintura de la guerrera, manchandose la cara con algo de sangre, mientras Partita acarició suavemente sus cabellos.

-Así que esto es el séptimo sentido, realmente interesante, te has salvado de una muerte segura, dejame decirte que eres una de las pocas que ha sobrevivido a mi ataque. Igualmente, tu cuerpo está en pésimas condiciones, no podrás sostener un combate mucho más. Disfruta los últimos instantes que tengas con Athena, ¡pues me la llevaré conmigo luego de destruirte!.-

El cosmos de Ávido crecía de manera exponencial, tanto como el fuego del bosque que los rodeaba, el calor comenzaba a sofocarlos, mostrando brillantes gotas de sudor sobre sus rostros. Poco faltaba para que las llamas consumieran el claro donde estaban, aquello parecía la mismísima postal del Infierno.

- ¿Y qué sentido le ves a destruir todo?¿Cuál es el odio que te motiva a eso? Como bien has dicho, te has convertido en un monstruo que no deseabas ser, traicionando quizás a los valores con los que te criaron. Te han consumido las ansias de poder, pero hasta aquí llegan, me encargaré de eliminarte, eres una amenaza para Athena y la paz de la tierra.-

-¡Cállate, si estuvieras en mi maldito lugar lo entenderías, este mundo corrupto y egoísta debe acabarse, y yo seré quien lo termine!.-


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Mensaje por TuRco-SaMa Sáb Abr 20 2013, 19:57

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En el instante en que ambos ataques chocaron se produjo una enorme colisión. La onda expansiva arrasó con gran parte del bosque a su alrededor en un solo haz de luminiscencia y destrucción. Un enorme viento desparramó árboles, hojas, tierra y algunos animales por los aires, generando incluso apagar el incendio que había sido provocado anteriormente. Luego de unos instantes, la oscuridad de la noche lo rodeó todo de nuevo. Solo pequeñas llamas se alzaban en retazos de troncos que habían quedado esparcidos por el ahora árido suelo, pero eran paulatinamente apagadas por las esporádicas ráfagas de viento.

Mientras tanto Partita y Ávido se encontraban al borde de la muerte. Múltiples heridas no los dejaban levantarse del piso, mientras que a su alrededor se encontraban dispersados trozos de ambas armaduras, tanto como la Kamui del Búho, como la Armadura Negra del Altar. Con la mirada celeste perdida en las estrellas, Partita trataba de levantarse, pues le importaba saber que había sido de la encarnación de Athena luego de aquel ataque. Su respuesta iba a ser respondida en unos pocos segundos. Luego de una pequeña corrida, la pequeña Zangia había llegado hasta donde estaba su protectora. Tenía la cara sucia y las vestiduras rasgadas por el bestial ataque.

 [TORNEO] Turco vs Alexander Rukia-Kuchiki-rukia-29880969-1026-768
-Partita, aún estás con vida, ¡Cuánto me alegro! Siento que todo esto es mi culpa, no merezco para nada ser una diosa ni mucho menos, todos los seres humanos que me rodean se han visto heridos por mi culpa y no quiero dejar que eso pase nunca más. Intentaré salvar tu vida ahora, lo más que pueda, trataré de esforzarme para despertar mi cosmos y ayudarte...-

Una simple sonrisa de Partita expresaba su satisfacción respecto a que Rukia esté en buenas condiciones. Zangia logró elevar el cosmos de la diosa Athena, el impuso sus manos sobre el malherido cuerpo de Partita, tratando de curarla de sus heridas como había hecho con las personas del pueblo que habían recurrido a su milagroso poder. Pequeñas partículas de cosmos fueron despositandose sobre el cuerpo de Partita, haciendo que sus heridas dejen de sangrar y comenzaran a cerrarse muy lentamente. Esta acción exigía a Zangia, pues parte de su salud estaba siendo entregada para que Partita pudiera continuar con vida.

Sin embargo, Ávido a unos metros observaba la situación con algo de envidia. Pues le hubiera gustado mucho que alguien se preocupe por el como lo estaba haciendo la niña con Partita. El dolor de la muerte lo estaba acechando y sabía que esos eran sus instantes finales. Allí acabaría su vida, en un pobre enfrentamiento, había tirado por la borda todas sus ambiciones, que al final de cuentas, no lo habían llevado a ningún lado. Todo ese tiempo acumulando poder y riquezas, solo para desear no morir en el medio de la nada. Cerró sus ojos y se enojó consigo mismo, quizás todo hubiera sido diferente de no haber aceptado la propuesta del encapuchado, pero eso sería algo que nunca podría llegar a saber, pues la muerte se aproximaba a pasos agigantados.

A pesar de su resignación, una voz le dió un pequeño hilo de esperanza y despertó un sentimiento que no había experimentado nunca. Un tibio cosmos lo rodeó, tan simple y tan enorme a la vez, que llenaba de calma su alma y purificaba su corazón.

-Aunque no te lo merezcas, no puedo dejarte morir de esta forma caballero...-

Era la tímida voz de Zangia, que luego de salvar a Partita, se dispuso a hacer lo mismo con Ávido. Aquel gesto de grandeza y humildad habían hecho que Ávido cambie de parecer y se diera cuenta lo inútil de sus planes, que de nada le iba a servir someter a esa niña a sus fines, cuando quizás ella misma sería capaz de transformar el mundo con sus actos. Era el mismísimo cosmos de la diosa Athena el que estaba sanando las heridas de Ávido. El caballero negro quiso agradecerle por su gesto tan noble, pero aún se encontraba malherido y solo pudo expresar una rara mueca que se asemejaba a una sonrisa.

Luego de unos instantes, Zangia detuvo su flujo de cosmos y cayó de rodillas al suelo, fatigada. Había sacrificado gran parte de su vitalidad para salvar a las otras dos personas que se encontraban en el lugar, pero quedó satisfecha de saber que había hecho lo correcto. En medio de aquella repentina paz, una figura turbia se hizo presente en aquel desolado lugar. Una figura familiar tanto para Partita como para Ávido, y ambos sabían que la presencia de aquel sujeto no era más que una enorme complicación para la situación. El encapuchado sonrió ante los presentes y se mostró tranquilo, pues ninguno de los tres estaba en condiciones de hacerle frente de manera digna.

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-Al fin los encuentro a los tres juntos, me has fallado Ávido, has querido traicionarme a mis espaldas para cumplir tus propios fines. Sin embargo, aquí te tengo a mi merced, junto con Athena y su protectora, al menos has servido para algo y me has dejado las cosas muy fáciles. Los tres se irán al infierno en este mismo instante...-
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Mensaje por TuRco-SaMa Dom Abr 21 2013, 22:54

La tétrica figura se mostraba imponente frente a los tres desdichados que apenas podían entender lo que estaba pasando. Con esfuerzo, Ávido trató de incorporarse pero no pudo hacerlo, solo se limitó a lanzar una mirada de resentimiento hacia el encapuchado. El sujeto extendió la palma de su mano apuntando hacia la casi derrotada Zangia y los heridos Ávido y Partita. Un impulso de sombras oscuras los envolvió a los tres, sin que ninguno pudiera hacer nada al respecto. Luego de unos segundos, no se encontraban en el destrozado bosque albanés, sino que se situaban en la colina de Yomotsu, las mismísimas puertas del infierno.

Al llegar allí, ambos se percataron que Zangia no se encontraba con ellos, mientras Partita con horror observaba el macabro lugar con su típica procesión de almas en pena. Sin sorprenderse en lo más mínimo, Ávido logró ponerse de pie a duras penas, y observó a su alrededor en busca de la pequeña Athena. En un instante logró divisarla, su alma pura y cristalina resaltaba de las demás. La pequeña al igual que el resto de los desdichados fantasmas marchaba al son de una lúgubre marcha hacia el enorme cráter que conducía al infierno. Mientras tanto, Giovanni seguía frente a ambos caballeros.

-Bienvenidos al Yomotsu, la anteúltima parada para sus cuerpos y sus almas, luego los llevaré directo al infierno, tanto a tí Ávido, por ser un vil traidor, como a la mensajera de Athena. Al parecer, maté tres pájaros de un tiro, pues la pequeña Athena ahora transita su camino hacia la morada de mi señor, Hades.-

A pesar de sus heridas, Ávido comenzó a elevar su cosmos oscuro, haciendo que una enorme columna de energía lo rodee por completo, haciendo retroceder a Giovanni un par de pasos.

- Partita, rápido, levántate y llevate a Athena, yo me encargaré de este sujeto.-


Dijo Ávido con cierto rencor y mirando fijamente al encapuchado. Mientras tanto, Partita sin preguntar ni mediar palabras, extrañada ante el cambio de conducta de Ávido, comenzó a correr en dirección hacia el enorme desfile de muertos, tratando de tomar el alma de Athena consigo. No iba a dejar de ninguna manera, que Athena cayera en el infierno.

- Vaya, sabía que esto podría llegar a pasar, que me traicionarías a mi, que te dí el poder que tanto deseabas. No eres más que una basura más, te has creído el cuento de que eras el niño de la profecía, cuando solo eras un pobre diablo vendido por su padre. Reconozco que tienes ciertas habilidades pero no son algo que no pueda sofocar. Igualmente, me has facilitado mi tarea, y con tu cuerpo en esas condiciones, no me será difícil mandarte al último rincón del Inframundo.-

- Con que eso era ¿no? me reclutaste en base a una mentira para que sea sacrificado como mera carne de cañon ante el primer enemigo que apareciera. Por gente como tú era mi odio, por quienes se burlaron de mí haciendome sentir una basura en este universo, pero hoy, esta niña me ha demostrado cuán equivocado estaba.-


Contestó Avido a la figura, mientras lentamente su cosmos oscuro adquiría un brillo de tintes celestes. A lo lejos se encontraba Partita, moviendose tan rápido como su herido cuerpo se lo permitía en busca de la particular alma de Athena. Al llegar a ella, decidió tomarla sacándola de la fila sobre la que se encontraba. Era una sensación terriblemente extraña, como la de agarrar una nube helada, y cuyo frio recorría cada fibra de su ser. Una vez con el alma de Athena tomada, Partita vislumbraba algún lugar para poder escapar de aquel horripilante lugar.

- Has perdido la cabeza completamente, este cambio de moral me demuestra lo débil que eres. Eres solo un insecto, no te mereces ni siquiera el clon barato de la Armadura del Altar que conseguí para tí, ¡mediocre! No mereces ningún tipo de consideraciones, en este instante, sentirás el poder de las mismas galaxias estallando en tu cuerpo...-

Giovanni comenzó a elevar su cosmos por primera vez ante los ojos de Ávido. Un viento comenzó a soplar en aquel lugar, agitando fuertemente la capa del espectro que al parecer se había enojado con Ávido. Partita por su parte se limitaba a observar lo que sucedería entre ambos contrincantes, que habían elevado sus cosmos hasta más no poder, mientras se alejaba de la escena con el alma de Athena.

- Mi cuerpo no soportará mucho tiempo más aunque haya sido sanado por la misma Athena, voy a morir pronto, pero no sin tratar de redimir todos mis pecados. ¡Confío en la diosa Athena que llegará al Santuario, pero para eso, debo derrotarte en este instante y es justo lo que voy a hacer ahora! Esta ofrenda, es para suplicar el perdón de todas las almas que arrebaté, y por una nueva esperanza para el planeta TIerra. ¡Partita, te confío a Athena!-



Ávido tocó el suelo cubierto por su propia sangre y los últimos retazos de la armadura negra que se habían despegado de su cuerpo, mientras que todo el Yomotsu fue inundado por una luz blanca muy brillante. La energia que emanaba del cuerpo del caballero de Altar se concentró en un solo punto frente a él, sobre el cual se forma un maravilloso altar de luz, cuyo brillo pareciera superar incluso a la noción de los dioses. A estas alturas el cosmos de Ávido se mostraba totalmente purificado, sin relación con el cosmos oscuro que había mostrado en su enfrentamiento con la joven. Cuando el altar terminó de ser formado, Ávido dio una última vista a Partita y sonrió, mientras encomendaba su alma al perdón de los dioses.

Mientras tanto tras Giovanni, se erguía una ilusión galáctica a causa de su cosmos intensificado totalmente. Con sus manos, concentró una enorme cantidad de cosmos en un punto, rodeando a Ávido de aquella enorme ilusión.

-Calla gusano, ahora sentirás en carne propia el poder destructor supremo, ¡la Explosión de Galaxias!-


Con un movimiento de sus manos, los planetas y diversos cuerpos celestes dieron una sinfonía explosiva de inimaginable poder. Del altar fueron despedidos una gran cantidad de haces de luz, capaces de atravesar todo lo que este a su paso, incluso las mas potentes armaduras. El escenario se sacudía en un constante temblor, haciendo que Partita, a lo lejos, envuelva el alma de Athena con su cuerpo, con la esperanza de sobrevivir a tan titánico choque. La luz blanca se hizo cada vez más y más fuerte y brillante, asi como el ataque de Giovanni cada vez más destructor. Un enorme flash iluminó toda la zona,indicando la finalización de la técnica de Ávido.

Partita abrió los ojos agitada, y miró con desesperación a su alrededor. Estaba de nuevo en el bosque, pero esta vez ni el encapuchado de la taberna, ni Ávido se encontraban allí. Solo el cuerpo de Zangia a unos metros de ella. Rápidamente se levantó a pesar del dolor de sus heridas y tomó a la inconsciente niña entre sus brazos. Los sollozos de la joven no se hicieron esperar, pues pensó que la niña había muerto y no había podido rescatarla del fatal destino. Sin embargo, con un movimientos suaves, Zangia abrío sus ojos para la felicidad de Partita. Sin mediar palabras ambas mujeres se fundieron en un cálido abrazo. El mal había sido vencido momentáneamente, y ya nada separaría a Partita y Zangia de su destino en el Santuario.



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El sol despuntaba en el horizonte con fulgor, mientras que ambas mujeres se encaminaban hacia Grecia. Al final, el enorme sacrificio de Ávido les había abierto las puertas a un futuro prometedor. Un futuro merecido para ambas, tanto como para Zangia, la pequeña huérfana que ahora ocuparía un gran cargo en una institución tan importante como el Santuario; como para Partita, quien luego de una vida de sufrimientos y desencantos, al fin había encontrado el sentido de su vida: defender la paz y la justicia a cualquier costa, en el nombre de Athena.



FINALIZACIÓN.

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Mensaje por Apu Miér Abr 24 2013, 15:46

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