Ballena vs León Menor

Aramos ingresó a la Cúpula de entrenamiento completamente cubierto por su armadura de bronce de León Menor. Se sentía revigorizado, renovado. Habían pasado un par de días desde la última vez que se había enfrentado a otro caballero de Athena, y desde entonces, sus heridas habían sido curadas, su armadura reparada, y sus energías recuperadas. Por supuesto, aquel otro enfrentamiento había sido muy diferente a lo que se imaginaba que era un entrenamiento... o a lo que esperaba que fuese.

Caminando pacientemente, el santo de León Menor no pudo escapar a los ojos curiosos de los aprendices que ya desde temprano se ejercitaban en el lugar. También algunos instructores notaron su llegada, pero la mirada de estos era de reprobación. Al parecer, algunos detalles de su anterior aventura, había llegado a sus oídos.

Haciendo caso omiso a ambas miradas por igual, Aramos se dirigió hasta el centro de la Cúpula, y flexionando las rodillas, comenzó a calentar sus músculos. Mientras lo hacía, cerró sus ojos y dejó que el cosmos que residía en su interior, creciera libremente.

Luego, Aramos lanzó un par de golpes al aire, a toda velocidad, recordándo, mientras lo hacía, su último enfrentamiento.

Sonrió, orgulloso y confiado. El poder que había descubierto en las últimas semanas... y aquel que pensaba descubrir en el futuro, lo habían convertido en algo más que un mero mortal. Era un santo de Athena. Guerrero de la paz y el orden. Mantener la humildad en una situación así probaba ser más difícil de lo que había creído en un primer momento, pero Aramos se esforzaba tanto como podía.

Conocía demasiado bien a los petulantes. Había sufrido bajo su yugo. No tenía interés en convertirse en uno.

Así, continuó entrenando en soledad, abstraído de lo que sucedía a su alrededor, de las miradas y los murmullos.

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