Estado de rebeldía
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Estado de rebeldía
** El resoplar del viento movía los faroles de las calles deshabitadas en un hipnótico vaivén. La nieve volaba al ritmo de la brisa caprichosa dejando cualquier superficie cubierta con su blanco fulgor. El carruaje se dirigía al palacio del Valhalla, tirado por caballos abrigados, que liberaban nubes de vapor por sus narices mientras transportaban a los guerreros hacia el palacio. El carruaje de madera crujía cada tanto, como si fuera a desarmarse cada vez que pasaba sobre un adoquín fuera de lugar, pero luego del tambaleo, seguía firme en su camino a través de la oscura noche.
Finalmente llegaron, el Valhalla se levantaba imponente ante ellos, ambos bajaron envueltos en sus abrigos de piel, inmediatamente los guardias del palacio abrieron sus puertas a los invitados. Ambos eran guerreros pertenecientes al clan de la barrera de hielo, una aldea perdida en los bosques de Asgard que se encargaba de proteger el pueblo de las amenazas que podían surgir, en coordinación con las directivas del gobierno. Esa noche, Gantala y Azir visitaron los aposentos del regente de Asgard. Gantala era un hombre fornido, alto, y calvo de mirada seria y carácter duro, en especial aquella noche, donde debería negociar y decidir el destino de su clan. Azir era joven, de contextura atlética y un cabello color negro que le llegaba a la mitad de la espalda, era un proyecto de general de la barrera de Hielo, posible sucesor de Gantala como mayor al mando si las cosas se daban como esperaba.
El pasillo por donde los llevaron estaba lúgubremente iluminado por las antorchas de fuegos danzantes, que creaban extrañas sombras que se mimetizaban entre los ladrillos. Gantala no recordaba la última vez que había estado allí, fue hace varios años, cuando Siroh aún gobernaba Asgard. Según el general, Siroh fue el último representante de Odín honesto, el resto que lo sucedió en la línea de mando, no eran más que buitres enceguecidos por el poder y que iban a llevar a Asgard a la ruina. Azir por su parte se limitaba a caminar junto al general, en silencio, a modo de apoyo si las cosas se salían un poco de control.
La puerta de roble se abrió con un chirrido, dejando entrever el gran salón de reuniones del Palacio Valhalla. Sentado en el gran sillón con oscuros apliques, como una especie de entidad maléfica, estaba el actual representante de Odín, Bastian. Un hombre alto, de gran contextura y cabello blanco, entrado en años, pero con un enorme poder e imponente presencia.
Cordialmente se saludaron, aceptando las normas del protocolo al actuar frente a tal eminencia, y se sentaron en la mesa a discutir la propuesta que Bastián tenía entre manos.
- Aahhhh... General Gantala.... espero que haya meditado la propuesta que le he hecho llegar con mi asistente.-
Gantala no respondió, solo dirigió una fija mirada a Bastian, que comprendía a la perfección con que tipo de hombre estaba tratando.
- El silencio de tu parte me indica que no estas de acuerdo con lo que propongo. Verás, creo muy generoso de mi parte, ofrecerle a tu clan, y me refiero a todas y cada una de las familias, un hogar en el pueblo, con la idea de desmantelar el asentamiento que tienen dentro del bosque. Soy un gobernador justo, y no puedo permitir que tantas personas estén viviendo en estas condiciones. Ustedes pertenecen a Asgard y es mi deber velar por la seguridad de todos los ciudadanos.-
- Mi clan no necesita misericordia señor. Hemos sobrevivido siglos en estas condiciones, y jamás nos hemos quejado. El bosque es nuestro lugar, nuestra casa, nuestro campo de entrenamiento y también el hábitat de las bestias que pertenecen también al clan, las cuales hemos entrenado personalmente para que sigan nuestras órdenes.-
-Demás está decir, mi estimado que el lugar que les asignaré a su clan, tendrán lugar para toda su gente, para entrenar y para su raro zoológico que guardan allí en el bosque...-
Gantala cerró el puño con firmeza ante el sarcasmo del Pontífice. Sabía que detrás de ese aspecto de buen gobernante se ocultaba un tirano con sed de poder.
- Venir a la ciudad, nos haría esclavos de tus guardias. Nuestras bestias deben correr libres por el bosque y no estar encerrados a disposición de los humanos. Se que para ti, somos un estorbo. Donde estamos, no eres capaz de dominarlos para satisfacer tus ansias de poder. ¿Qué mas quieres Bastian? Mas riquezas de las que ya tienes?¿Mas poder? No escuchas el clamor de un pueblo empobrecido, al cual tus impuestos han vaciado sus bolsillos, y que nadie se levanta, por temor a las consecuencias?-
Una mueca incomoda se adueño de la cara de Bastian, que trató de ocultar la incomodidad de los comentarios de Gantala que no eran más que la pura verdad.
-Por favor, General, el pueblo no está empobrecido por mis impuestos, está empobrecido porque las heladas de este año fueron superiores a los anteriores, y se nos hace difícil conseguir comida, ademas de que las rutas del comercio están intransitables debido a la cantidad de Nieve, es algo que se solucionará en breve. Ahora, usted me tilda de avaro y dictador, pero, soy yo quien está tratando de unirnos. ¿No será que usted, general, está planeando levantarse contra mi gobierno?¿Cual es la necesidad de seguir ocultos en el bosque? Tras los comentarios que acabo de escuchar, no solo veo en el clan un grupo de formidables guerreros, ahora han pasado a ser, además de un montón de nómadas, unos presuntos golpistas, y me obligan a tener mi mirada sobre ustedes..-
La discusión se estaba acalorando, Gantala se puso de pie, ante la sorpresiva mirada de Azir. Los guardias de la puerta tomaron sus armas, y observaban cautelosamente la situación.
- No voy a dejar que pongas tus sucias y asquerosas manos sobre ninguno de nosotros. Somos firmes en nuestras convicciones, y ni tu, ni ninguna de tus sucias artimañas nos va a separar, velamos por la justicia, y déjame decirte, Bastian, que tienes un oscuro prontuario de muertes en tu haber. No se como has podido subir al poder, eres nada más que un asesino, un enfermo del poder que solo busca quitarnos del medio para poder cumplir sus fechorías!-
Aziel nunca había visto al general tan acalorado, Bastian se había levantado, y podía sentirse el cosmos del Pontífice en toda la habitación. Gantala no se echó atrás y comenzó a elevar su cosmos, en señal de que no iba a acobardarse frente a él.
- No me asustas con tus palabras Gantala, he llegado al poder bajo el designio divino, y encargándome de todos los que obstaculizaban la voluntad de Odín-
- No nombres a Odín en esto, no tienes nada que ver con el!- Gritó Gantala, que aún mantenía el aura de cosmos encendida igual que Bastián.
-SILENCIO! Desde este momento, tu sucio clan ha entrado en rebeldía, mas les vale que ninguno de sus miembros pise jamás este pueblo, pues daré ordenes estrictas de que los cuelguen en la plaza! Ahora, retírense! La próxima vez que nos veamos, Gantala, me encargaré de asesinarte con mis propias manos...-
El general provocado por el maligno Bastian, trató de golpearlo, pero la mano de Aziel sujetó fuertemente el brazo de Gantala, justo cuando los guardias se preparaban para empezar la batalla. El muchacho lo miró fijo a los ojos y trató de tranquilizarlo.
-General, no tiene sentido armar una batalla ahora. Debemos respeto a los aposentos de Odín, y recuerde que la esencia de nuestro clan, es actuar solo cuando sea necesario. Vamos General, debemos irnos de aquí...-
Gantala apagó el aura de su cosmos y apartó la vista, dando media vuelta caminó hacia la salida acompañado por el joven. Unas últimas palabras resonaron en la sala, en un ambiente tan tenso que el aire parecía cortarse.
-Cuida tu espalda, Gantala, recuerda que tu niño aún necesita a su padre para terminar de criarse...-
El general solo cerró los puños con rabia, mientras Aziel dirigía una mirada de asco hacia Bastian. Los dos honorables guerreros salieron del castillo, y se subieron al carruaje para volver a su clan, en el bosque de Asgard.
Seis años pasaron de esa noche. No había noticas de donde se encontraba Bastian, y solo un selecto grupo de personas sabía la verdad. Uno de ellos era Aziel, que luego de la muerte del General, y la presunta muerte de su obstáculo mas grande, Donovan, tenía las de ganar para continuar el legado de su mentor, y tomar Asgard bajo su manto. Aziel ahora era quien comandaba el clan entero, y deshacerse de la molesta pareja padre-hijo no le había sido fácil. Un turbio pacto con demonios de las profundidades de los mares, además del poder y lo que había heredado del antiguo dictador eran las armas que necesitaba el joven para hacerse con el control de las heladas tierras del norte. Sin embargo, lo que Aziel no sabía, era que aún Donovan continuaba con vida, no como un mero aspirante a general, sino como uno de los poderosos generales marinos del Emperador Poseidón.
Finalmente llegaron, el Valhalla se levantaba imponente ante ellos, ambos bajaron envueltos en sus abrigos de piel, inmediatamente los guardias del palacio abrieron sus puertas a los invitados. Ambos eran guerreros pertenecientes al clan de la barrera de hielo, una aldea perdida en los bosques de Asgard que se encargaba de proteger el pueblo de las amenazas que podían surgir, en coordinación con las directivas del gobierno. Esa noche, Gantala y Azir visitaron los aposentos del regente de Asgard. Gantala era un hombre fornido, alto, y calvo de mirada seria y carácter duro, en especial aquella noche, donde debería negociar y decidir el destino de su clan. Azir era joven, de contextura atlética y un cabello color negro que le llegaba a la mitad de la espalda, era un proyecto de general de la barrera de Hielo, posible sucesor de Gantala como mayor al mando si las cosas se daban como esperaba.
El pasillo por donde los llevaron estaba lúgubremente iluminado por las antorchas de fuegos danzantes, que creaban extrañas sombras que se mimetizaban entre los ladrillos. Gantala no recordaba la última vez que había estado allí, fue hace varios años, cuando Siroh aún gobernaba Asgard. Según el general, Siroh fue el último representante de Odín honesto, el resto que lo sucedió en la línea de mando, no eran más que buitres enceguecidos por el poder y que iban a llevar a Asgard a la ruina. Azir por su parte se limitaba a caminar junto al general, en silencio, a modo de apoyo si las cosas se salían un poco de control.
La puerta de roble se abrió con un chirrido, dejando entrever el gran salón de reuniones del Palacio Valhalla. Sentado en el gran sillón con oscuros apliques, como una especie de entidad maléfica, estaba el actual representante de Odín, Bastian. Un hombre alto, de gran contextura y cabello blanco, entrado en años, pero con un enorme poder e imponente presencia.
Cordialmente se saludaron, aceptando las normas del protocolo al actuar frente a tal eminencia, y se sentaron en la mesa a discutir la propuesta que Bastián tenía entre manos.
- Aahhhh... General Gantala.... espero que haya meditado la propuesta que le he hecho llegar con mi asistente.-
Gantala no respondió, solo dirigió una fija mirada a Bastian, que comprendía a la perfección con que tipo de hombre estaba tratando.
- El silencio de tu parte me indica que no estas de acuerdo con lo que propongo. Verás, creo muy generoso de mi parte, ofrecerle a tu clan, y me refiero a todas y cada una de las familias, un hogar en el pueblo, con la idea de desmantelar el asentamiento que tienen dentro del bosque. Soy un gobernador justo, y no puedo permitir que tantas personas estén viviendo en estas condiciones. Ustedes pertenecen a Asgard y es mi deber velar por la seguridad de todos los ciudadanos.-
- Mi clan no necesita misericordia señor. Hemos sobrevivido siglos en estas condiciones, y jamás nos hemos quejado. El bosque es nuestro lugar, nuestra casa, nuestro campo de entrenamiento y también el hábitat de las bestias que pertenecen también al clan, las cuales hemos entrenado personalmente para que sigan nuestras órdenes.-
-Demás está decir, mi estimado que el lugar que les asignaré a su clan, tendrán lugar para toda su gente, para entrenar y para su raro zoológico que guardan allí en el bosque...-
Gantala cerró el puño con firmeza ante el sarcasmo del Pontífice. Sabía que detrás de ese aspecto de buen gobernante se ocultaba un tirano con sed de poder.
- Venir a la ciudad, nos haría esclavos de tus guardias. Nuestras bestias deben correr libres por el bosque y no estar encerrados a disposición de los humanos. Se que para ti, somos un estorbo. Donde estamos, no eres capaz de dominarlos para satisfacer tus ansias de poder. ¿Qué mas quieres Bastian? Mas riquezas de las que ya tienes?¿Mas poder? No escuchas el clamor de un pueblo empobrecido, al cual tus impuestos han vaciado sus bolsillos, y que nadie se levanta, por temor a las consecuencias?-
Una mueca incomoda se adueño de la cara de Bastian, que trató de ocultar la incomodidad de los comentarios de Gantala que no eran más que la pura verdad.
-Por favor, General, el pueblo no está empobrecido por mis impuestos, está empobrecido porque las heladas de este año fueron superiores a los anteriores, y se nos hace difícil conseguir comida, ademas de que las rutas del comercio están intransitables debido a la cantidad de Nieve, es algo que se solucionará en breve. Ahora, usted me tilda de avaro y dictador, pero, soy yo quien está tratando de unirnos. ¿No será que usted, general, está planeando levantarse contra mi gobierno?¿Cual es la necesidad de seguir ocultos en el bosque? Tras los comentarios que acabo de escuchar, no solo veo en el clan un grupo de formidables guerreros, ahora han pasado a ser, además de un montón de nómadas, unos presuntos golpistas, y me obligan a tener mi mirada sobre ustedes..-
La discusión se estaba acalorando, Gantala se puso de pie, ante la sorpresiva mirada de Azir. Los guardias de la puerta tomaron sus armas, y observaban cautelosamente la situación.
- No voy a dejar que pongas tus sucias y asquerosas manos sobre ninguno de nosotros. Somos firmes en nuestras convicciones, y ni tu, ni ninguna de tus sucias artimañas nos va a separar, velamos por la justicia, y déjame decirte, Bastian, que tienes un oscuro prontuario de muertes en tu haber. No se como has podido subir al poder, eres nada más que un asesino, un enfermo del poder que solo busca quitarnos del medio para poder cumplir sus fechorías!-
Aziel nunca había visto al general tan acalorado, Bastian se había levantado, y podía sentirse el cosmos del Pontífice en toda la habitación. Gantala no se echó atrás y comenzó a elevar su cosmos, en señal de que no iba a acobardarse frente a él.
- No me asustas con tus palabras Gantala, he llegado al poder bajo el designio divino, y encargándome de todos los que obstaculizaban la voluntad de Odín-
- No nombres a Odín en esto, no tienes nada que ver con el!- Gritó Gantala, que aún mantenía el aura de cosmos encendida igual que Bastián.
-SILENCIO! Desde este momento, tu sucio clan ha entrado en rebeldía, mas les vale que ninguno de sus miembros pise jamás este pueblo, pues daré ordenes estrictas de que los cuelguen en la plaza! Ahora, retírense! La próxima vez que nos veamos, Gantala, me encargaré de asesinarte con mis propias manos...-
El general provocado por el maligno Bastian, trató de golpearlo, pero la mano de Aziel sujetó fuertemente el brazo de Gantala, justo cuando los guardias se preparaban para empezar la batalla. El muchacho lo miró fijo a los ojos y trató de tranquilizarlo.
-General, no tiene sentido armar una batalla ahora. Debemos respeto a los aposentos de Odín, y recuerde que la esencia de nuestro clan, es actuar solo cuando sea necesario. Vamos General, debemos irnos de aquí...-
Gantala apagó el aura de su cosmos y apartó la vista, dando media vuelta caminó hacia la salida acompañado por el joven. Unas últimas palabras resonaron en la sala, en un ambiente tan tenso que el aire parecía cortarse.
-Cuida tu espalda, Gantala, recuerda que tu niño aún necesita a su padre para terminar de criarse...-
El general solo cerró los puños con rabia, mientras Aziel dirigía una mirada de asco hacia Bastian. Los dos honorables guerreros salieron del castillo, y se subieron al carruaje para volver a su clan, en el bosque de Asgard.
Seis años pasaron de esa noche. No había noticas de donde se encontraba Bastian, y solo un selecto grupo de personas sabía la verdad. Uno de ellos era Aziel, que luego de la muerte del General, y la presunta muerte de su obstáculo mas grande, Donovan, tenía las de ganar para continuar el legado de su mentor, y tomar Asgard bajo su manto. Aziel ahora era quien comandaba el clan entero, y deshacerse de la molesta pareja padre-hijo no le había sido fácil. Un turbio pacto con demonios de las profundidades de los mares, además del poder y lo que había heredado del antiguo dictador eran las armas que necesitaba el joven para hacerse con el control de las heladas tierras del norte. Sin embargo, lo que Aziel no sabía, era que aún Donovan continuaba con vida, no como un mero aspirante a general, sino como uno de los poderosos generales marinos del Emperador Poseidón.
TuRco-SaMa- Administrador
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Re: Estado de rebeldía
gran historia turco, como siempre me deja impresionado la forma con que das vida a los roles!!
calificación: 5
premio: 5000 monedas
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