Ficha de Vanderbiltt [Esfinge].~
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Ficha de Vanderbiltt [Esfinge].~
Alexander Vanderbiltt.
- Nombre: Alexander Vanderbiltt.
- Edad: Veinte y Cinco años.
- Sexo: Masculino.
- Nacionalidad: Italiano.
- Signo: Piscis.
Descripción Física
Vanderbiltt se presenta a simple vista como un hombre de estatura normal, midiendo aproximadamente un metro setenta y cinco, de complexión delgada y musculos bien formados y definidos. Aparentando solo unos veinte años de edad, la piel de un tono blanco y claro de Vanderbiltt no presenta imperfección alguna. Con una expresión muy confiada en su rostro, este es un hombre muy atractivo a la vista de las mujeres. Posee una larga cabellera lacia y fina de color violaceo que llega mas allá de la altura de su cintura Todo su pelo se encuentra situado sobre su espalda, por delante, su frente es tapada por su flequillo que de vez en cuando, tapa por completo sus ojos, de un color rojizo en los mismos, como la misma sangre, brillantes. Otra de las cosas destacadas en Venderbiltt, son sus ropas, finas y elegantes, típicas de un caballero de la época victoriana en tonos oscuros con bordados dorados y una camisa blanca por debajo.
Descripción Psicológica
En cuanto a su personalidad, posee características propias de un aristócrata, mostrándose en todo momento altivo, sereno y apático al resto de la gente. Aun así, es una persona ferozmente independiente, su tono de vos a veces sarcástico, directo y brutalmente honesto, sin miedo a mostrar u opinar sobre los demás, a pesar de caer en las criticas hacia estos, sin importar su status, su edad, etc. Tampoco sin miedo a mostrar la realidad de los hechos o de lo que era en verdad la vida ante aquellos que preferían vivir en la total ignorancia de la vida con el simple hecho de conseguir aquello que todos buscaban y pocos encontraban, la felicidad. También se muestra como una persona muy tenaz y belicosa, es decir, incita al uso de la fuerza y la violencia o que amenaza con emplearlas.
Historia
Alexander nació un veinte y cinco de febrero en una pequeña ciudad situada al norte de Italia en aquel entonces, la cual muchos años después desaparecería. Su infancia fue casi como la de cualquiera, exceptuando claro que sus padres eran un poco mas adinerados que los demás en aquel lugar, con el tiempo, fueron ganando el odio de todas las personas en el lugar por su egoísmo y altanerismo, por lo cual no muchos se acercaban a el, sabiendo de donde venia, nada bueno saldría de estar con el, era un joven solitario y al cual le exigían mucho y maltrataban por provenir de una familia "importante", para que este aprendiera sus lecciones. Los dioses lo habían bendecido con un gran don, el don de la música, pero que no desarrollaría hasta su adolescencia. Aun asi, estaba muy unido a ella desde pequeño, aquella aldea era famosa por ser frecuentada por cientos de músicos con cientos de instrumentos diferentes, de diferentes formas y sonidos, había visto a personas que usaban su propia voz como un instrumento y que causaban la impresión de que aquel era un don dado por los mismísimos dioses y que solo algunos eran bendecidos con esto. Para su mala suerte, jamas lo habrían dejado tomar ese camino, no era algo digno para alguien como el, decían, su destino era otro, desde pequeño había sido entrenado en el arte del combate, arduos entrenamientos se llevaban a cabo, algunos lo dejaban completamente exhausto, no podría decir que le desagradaban, aun asi, no entendía de que podía servirle eso en el futuro, ni si quiera era algo para lo que quería vivir, pero mas adelante lo entenderia.
Con doce años una oportunidad única se le había presentado, un grupo había llegado a la aldea, entre ellos se encontraban aquellas personas que utilizaban su voz como un instrumento, al escucharlos, sentía que la raza humana no era digna de presenciar, escuchar aquello que estaban escuchando, que solo podía ser un canto para los dioses, quienes verdaderamente apreciarían el verdadero arte. Tubo la oportunidad de unirse a ellos, mas allá de no poseer ningún talento y asi, escapo de aquel lugar que al que un día había llamado hogar, pero que nunca lo había sido en verdad. Viajo por el mundo durante cinco años, había adoptado como instrumento un arpa, y con quienes iba le habían enseñado lo básico. Con el tiempo el fue perfeccionando su propio arte, tomando técnicas de diferentes músicos y perfeccionandolas a su modo. Su arte era único, esplendido, maravilloso, las personas de los pueblos por los que pasaban se reunían a su alrededor para escucharlo, causaban felicidad y paz, se habían escuchado múltiples relatos sobre su música, que era capaz de hacer llorar hasta el mas duro de los hombres, también que era capaz no sólo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de "mover" árboles y detener el curso de los ríos y ademas, por mas increíble que pareciera, de curar a la gente de distintas edades de enfermedades mortales y con una cura desconocida, tan solo con escucharlo. Un año mas tarde se separo de aquel grupo para seguir su camino en solitario, aspiraba a algo mas grande, a tocar ante reyes, personas importantes y hasta para los mismísimos dioses si en verdad existían, en alguna parte, mas allá de la vida y la muerte, algún día.
Caminaba por un bosque, ya después de un año de haberse separado de sus anteriores compañeros, cruzaba un gran bosque mientras tocaba su lira, los pájaros cantaban, como si estuviesen acompañándolo mientras tocaba. Siguió con su camino hasta la siguiente aldea sin dificultad u obstáculo alguno, donde se asentó en una de las calles mas transitadas del lugar y su música comenzó a sonar. Por alguna razón se sentía mejor que nunca, sentía cierta "energía" emanando de su cuerpo, su música sonaba mas esplendida que nunca y la gente se paraba a admirarle y aplaudirle al final de cada tonada. Pero como siempre, las personas seguían su camino y nadie quedaba allí, solo el, pero en aquel momento fue diferente, una joven se había quedado allí, atractiva, su cabello era rubio al igual que el de el, largo y lacio, poseía unos grandes ojos de color azul y una sonrisa encadenada a su rostro. Hubo una conexión entre los dos en aquel instante. Por alguna razón decidió quedarse un tiempo en aquel lugar, solo para verla nuevamente, todos los días, tocaba en el mismo lugar y esta siempre quedaba al final, escuchándolo hasta que parara de tocar, hasta que a sus dedos le salían ampollas de tanto tocar, hasta altas horas de la noche, cuando no parecía nada seguro estar allí. Se llegaron a hablar, todos los días, a conocerse el uno al otro como nadie los conocía, el nombre de la joven era Ginebra, y tenia unos 14 años, casi la misma edad que Alexander, solo unos años mayor. Pasaron cuatro años y estos se encontraban juntos, el amor había surgido entre ellos, un amor puro, sin limites, un lazo que ni la muerte rompería, o al menos eso es lo que ellos creían. Un día, una extraña enfermedad azoto la aldea, las personas empezaban a morir, una por una, contagiándose lentamente y nadie podía hacer absolutamente nada para detenerla, Ginebra había caído enferma de esta, ahora embarazada de uno 5 meses y a solos unos pocos de casarse con Alexander, quien no podía hacer nada, ni el, ni su música, ni nadie. Tras unos largos y agonizantes días, Ginebra murió y con ella, el bebe que llevaba dentro. Los dioses habían sido crueles con el, le habían quitado aquello que amaba mas que a su propia vida, había quedado desolado, frágil...
Comenzó un nuevo camino, uno que no sabia a donde iba, en verdad no le importaba, no superaría nunca aquella perdida, ya no era el mismo, su música tampoco, sonaba triste, agonizante, como si solo estuviera esperando la muerte, para reunirse con su amada. Su música solo expresaba tristeza, sufrimiento, hacia llorar a todo aquel que lo escuchara, humanos y animales por igual, tanto asi que la misma naturaleza escuchaba su llanto, las flores se marchitaban y los arboles se secaban. No paso mucho tiempo hasta que aquella gran depresion que sufria, lo llevara hasta la locura, con el fin de recuperar a su amada, de encontrarse junto a ella, viajo al inframundo, lo que significaba su propia muerte para visitar a Hades, el dios de la muerte. Le fue concebido el mayor honor, poder tocar para los Dioses, para Hades quien escucho su melodia y la cual logro algo casi imposible, hacer llorar al mismisimo Dios. Prometio cumplirle un deseo, no habia cosa que deseara mas que traer de vuelta a su esposa, Ginebra, pero los deseos egoistas del dios no permitiria que aquel hombre se fuera, queria que siguiera tocando para el. Su esposa fue revivida, pero al precio de su vida, debia quedarse en el inframundo, donde pasaria el resto de la humanidad tocando para el, debia estar a sus ordenes, o nuevamente se llevaria a su esposa, moriria y jamas la volveria a ver ni si quiera en aquel paraje. A ordenes del mismisimo Hades, fue entrenado sin chistar, se le enseño el uso del cosmo y como manipular el mismo. Gracias a este ahora no solo podia tocar su arpa, si no que el sonido que esta emitia era capaz de matar a cualquier mortal que la escuchase. Aquel habia sido el deseo del señor Hades que tras esto, le otorgo una surplice, la armadura de esfinge, para proteger sus aposentos y tocar su instrumento exclusivamente para el.
Con doce años una oportunidad única se le había presentado, un grupo había llegado a la aldea, entre ellos se encontraban aquellas personas que utilizaban su voz como un instrumento, al escucharlos, sentía que la raza humana no era digna de presenciar, escuchar aquello que estaban escuchando, que solo podía ser un canto para los dioses, quienes verdaderamente apreciarían el verdadero arte. Tubo la oportunidad de unirse a ellos, mas allá de no poseer ningún talento y asi, escapo de aquel lugar que al que un día había llamado hogar, pero que nunca lo había sido en verdad. Viajo por el mundo durante cinco años, había adoptado como instrumento un arpa, y con quienes iba le habían enseñado lo básico. Con el tiempo el fue perfeccionando su propio arte, tomando técnicas de diferentes músicos y perfeccionandolas a su modo. Su arte era único, esplendido, maravilloso, las personas de los pueblos por los que pasaban se reunían a su alrededor para escucharlo, causaban felicidad y paz, se habían escuchado múltiples relatos sobre su música, que era capaz de hacer llorar hasta el mas duro de los hombres, también que era capaz no sólo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de "mover" árboles y detener el curso de los ríos y ademas, por mas increíble que pareciera, de curar a la gente de distintas edades de enfermedades mortales y con una cura desconocida, tan solo con escucharlo. Un año mas tarde se separo de aquel grupo para seguir su camino en solitario, aspiraba a algo mas grande, a tocar ante reyes, personas importantes y hasta para los mismísimos dioses si en verdad existían, en alguna parte, mas allá de la vida y la muerte, algún día.
Caminaba por un bosque, ya después de un año de haberse separado de sus anteriores compañeros, cruzaba un gran bosque mientras tocaba su lira, los pájaros cantaban, como si estuviesen acompañándolo mientras tocaba. Siguió con su camino hasta la siguiente aldea sin dificultad u obstáculo alguno, donde se asentó en una de las calles mas transitadas del lugar y su música comenzó a sonar. Por alguna razón se sentía mejor que nunca, sentía cierta "energía" emanando de su cuerpo, su música sonaba mas esplendida que nunca y la gente se paraba a admirarle y aplaudirle al final de cada tonada. Pero como siempre, las personas seguían su camino y nadie quedaba allí, solo el, pero en aquel momento fue diferente, una joven se había quedado allí, atractiva, su cabello era rubio al igual que el de el, largo y lacio, poseía unos grandes ojos de color azul y una sonrisa encadenada a su rostro. Hubo una conexión entre los dos en aquel instante. Por alguna razón decidió quedarse un tiempo en aquel lugar, solo para verla nuevamente, todos los días, tocaba en el mismo lugar y esta siempre quedaba al final, escuchándolo hasta que parara de tocar, hasta que a sus dedos le salían ampollas de tanto tocar, hasta altas horas de la noche, cuando no parecía nada seguro estar allí. Se llegaron a hablar, todos los días, a conocerse el uno al otro como nadie los conocía, el nombre de la joven era Ginebra, y tenia unos 14 años, casi la misma edad que Alexander, solo unos años mayor. Pasaron cuatro años y estos se encontraban juntos, el amor había surgido entre ellos, un amor puro, sin limites, un lazo que ni la muerte rompería, o al menos eso es lo que ellos creían. Un día, una extraña enfermedad azoto la aldea, las personas empezaban a morir, una por una, contagiándose lentamente y nadie podía hacer absolutamente nada para detenerla, Ginebra había caído enferma de esta, ahora embarazada de uno 5 meses y a solos unos pocos de casarse con Alexander, quien no podía hacer nada, ni el, ni su música, ni nadie. Tras unos largos y agonizantes días, Ginebra murió y con ella, el bebe que llevaba dentro. Los dioses habían sido crueles con el, le habían quitado aquello que amaba mas que a su propia vida, había quedado desolado, frágil...
Comenzó un nuevo camino, uno que no sabia a donde iba, en verdad no le importaba, no superaría nunca aquella perdida, ya no era el mismo, su música tampoco, sonaba triste, agonizante, como si solo estuviera esperando la muerte, para reunirse con su amada. Su música solo expresaba tristeza, sufrimiento, hacia llorar a todo aquel que lo escuchara, humanos y animales por igual, tanto asi que la misma naturaleza escuchaba su llanto, las flores se marchitaban y los arboles se secaban. No paso mucho tiempo hasta que aquella gran depresion que sufria, lo llevara hasta la locura, con el fin de recuperar a su amada, de encontrarse junto a ella, viajo al inframundo, lo que significaba su propia muerte para visitar a Hades, el dios de la muerte. Le fue concebido el mayor honor, poder tocar para los Dioses, para Hades quien escucho su melodia y la cual logro algo casi imposible, hacer llorar al mismisimo Dios. Prometio cumplirle un deseo, no habia cosa que deseara mas que traer de vuelta a su esposa, Ginebra, pero los deseos egoistas del dios no permitiria que aquel hombre se fuera, queria que siguiera tocando para el. Su esposa fue revivida, pero al precio de su vida, debia quedarse en el inframundo, donde pasaria el resto de la humanidad tocando para el, debia estar a sus ordenes, o nuevamente se llevaria a su esposa, moriria y jamas la volveria a ver ni si quiera en aquel paraje. A ordenes del mismisimo Hades, fue entrenado sin chistar, se le enseño el uso del cosmo y como manipular el mismo. Gracias a este ahora no solo podia tocar su arpa, si no que el sonido que esta emitia era capaz de matar a cualquier mortal que la escuchase. Aquel habia sido el deseo del señor Hades que tras esto, le otorgo una surplice, la armadura de esfinge, para proteger sus aposentos y tocar su instrumento exclusivamente para el.
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