Entrenamiento armadura del Lobo

Un día normal como cualquier otro, habían pasado muchos años desde que fui abandonado a mi suerte vagando entre los bosques nevados, ni siquiera había cumplido los tres años cuando mis padres me dejaron allí abandonado.

Actualmente me encuentro entre la espada y la pared, acaso los lobos ya no confían en mi? ellos fueron los que me "acogieron" por así decirlo cuando era pequeño y fui criado por ellos acatando sus propias reglas, en nuestra manada había un alfa que había que obedecer y yo era uno de ellos hasta hace poco mas de un año que comencé a interesarme nuevamente en la civilización, mas bien en las mujeres de mi especie. Volví a hablar nuevamente pero no perdí de vista mi lealtad a con la manada, pero por alguna razón al estar entre humanos hacía que los lobos de la manda se sintieran inquietos hacia mi, antes podía estar con ellos "jugando" a pelear o correr con ellos pero ahora me gruñían y se alejaban de mi, era hora de terminar esto.. tenía que tratar de razonar con el líder ya que si lo vencía le demostraría que no era débil y que no había cambiado para nada relacionándome con hembras de mi especie.

Ya por la tarde me acerqué sin ropa humana por la fría nieve hacia los bosques, solamente portaba una especie de piel que cubría mis partes, ya estaba acostumbrado al frío por lo que no me molestaba para nada estar así ante tal clima, continué avanzando buscándolos hasta que los encontré, caminé por el medio de todos ellos y quedé frente a frente con el líder, un gran lobo de color blanco mucho mas grande que los demás y con muchas cicatrices de batallas por todo su cuerpo, entonces me puse en una posición agazapado caminando como había aprendido de ellos como un animal salvaje y gruñí, gruñí tan fuerte como pude haciendo salir mi instinto animal y sed de sangre hacia el animal que dio un salto hacia atrás erizando todos sus pelos, se veía terrorífico la verdad, era mucho mas grande que un lobo de tamaño normal y era el mas fuerte de la manada, pero yo también era fuerte y era inteligente, podía pensar mil y una cosas para poder vencerlo que junto con mi instinto salvaje me convertían en una seria amenaza de la que no se tendría que confiar si quería vencerme.

Con mis dos metros y algo de estatura y con mi cuerpo bien desarrollado también imponía respeto en la posición en la que me encontraba, mostraba mis dientes afilados y una mirada penetrante ante los ojos del alfa de la manada y este seguía frente a mi, majestuoso como ningún otro, ninguno de los dos mostraba una pizca de temor, entonces los otros lobos de la manada se levantaron y me rodearon también gruñendo como si estuvieran a punto de atacarme pero no mostré temor, continué en esa posición sin importarme lo que podría pasarme, solamente quería que vieran que no había cambiado, que era el mismo que había sido criado con ellos desde hace años y que no me había ablandado para nada, entonces el líder dejó de gruñir e hizo una señal para que pararan, entonces se acercó y lamió mi cara, me había aceptado nuevamente.