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Pasado y Presente - Parte II 3091mae
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Pasado y Presente - Parte II

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Mensaje por Pabloc Jue Mar 13 2014, 14:54

Rol: Coherente. Es la continuación del Rol “Pasado y Presente”.
Personajes: Pabloc de Hércules, Cadmo (un amigo de su padre y su tutor), Ioannis (un Sabio del Consejo del Pueblo) y Jummo (Caballero de Hércules de otra Era).
Lugar: Omonia, en las afueras de Atenas, Grecia.
Tiempo: Presente.

 
El Despertar



** La noche relampaguea como nunca antes, mientras la lluvia cae con desmesura sobre las rocas en las que esta arrodillado el joven que parece estar rezando o algo similar. El ruido del viento corriendo entre las enormes rocas que conformaban el árido paisaje (ahora húmedo por la tormenta que se había desatado), sumado a los potentes truenos que parecen hacer temblar el cielo, generan un bullicio insoportable, volviendo la imagen más tétrica aún.

 

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La poca luz que alumbra el sitio, hace todo más confuso, pero en un instante, se logra divisar lo que parecería ser un rápido movimiento de manos. El muchacho apostado en el suelo es el que ejecuta la acción, aunque no se llega a ver cuál es el fin que persigue. Ahí es cuando la imagen se desvanece una y otra vez. Donde el cuento queda sin final. Donde la vista se vuelve a blanco y los ojos comienzan a abrirse para dibujar un entorno inexacto y difuso. Es entonces cuando todo deja de ser una pesadilla (¿O acaso es un mal recuerdo?), para transformarse en, nada más y nada menos, que la realidad… Una realidad igual o más tétrica que la de hace un instante, porque dispara sin piedad las mil y una dudas del hombre que trata de descansar y no puede. Que trata de recordar y no lo logra. Pero que, ante todo, quiere reencontrarse con todo lo que anhela y que no tiene. **

 

** La habitación se veía blanca y amplia desde la visión borrosa con la que contaba en ese momento Pabloc de Hércules, que realizaba esfuerzos denodados por hacer foco para divisar con exactitud lo que lo rodeaba. Y sobre todo, para precisar como se encontraba su cuerpo. Ni bien pudo centrar su visión mínimamente, pudo advertir que sus brazos se encontraban vendados desde las muñecas hasta los codos, mientras que una especie de suero se filtraba mediante una aguja en su brazo izquierdo. Claro que el Caballero de Plata no era un especialista en el tema, pero era obvio que su estado no era el mejor. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?, ¿Qué era ese lugar en verdad?, ¿Acaso estaba en Omonia o en algún otro lugar de Grecia?... Las dudas eran demasiadas y las respuestas muy escasas. Pero una de esas incógnitas desvelaban en exceso al desorientado guerrero: ¿Había soñado con su hermano mirándolo desde la puerta de aquella habitación y agradeciéndole lo hecho, o acaso había sido verdad?. Esa imagen daba vueltas en su cabeza mil y una veces, sin poder confirmar lo que tanto temía:

[Si en verdad aquello fue solo un sueño, ¿qué habrá sido de los más jóvenes de mi pueblo?... ¿Habrá fracasado el sacrificio?...] La incertidumbre no dejaba que su mente se tranquilizara, así que rápidamente se dejó llevar por su instinto e intentó recuperar la vertical.

La primer reacción fue sentir que se desvanecía, que su cuerpo seguía demasiado débil como para responder a sus necesidades de búsqueda. La visión se le dificultaba cada vez más y reconocer la distancia entre objetos era una odisea en aquel estado, por lo que pronto su lastimado físico fue dar de golpe contra el suelo, sin antes derribar un de los muebles que ocupaban aquel sitio. Y junto con él, todo lo que cargaba y estaba a su paso. El estruendo fue tremendo, pero para el Santo de Plata no implicó nada, ya que se desmayó de inmediato. **

 

** -Este muchacho si que es obstinado… Parece que nada ni nadie puede detenerlo…-

-Puede ser, pero no debes olvidar que si no fuese por su ayuda…-

Las voces resonaban en medio de lo que parecía un silencio sepulcral y que lograba hacer que la confusión aumentase cada vez más en la cabeza del aturdido Pabloc.

El lugar era el mismo: Las paredes blancas sin ningún cuadro ni adorno, mientras que el mobiliario, antiguo y oscuro, había recuperado su posición original, tras que él mismo los tirase hacía solo un instante. ¿O cuánto tiempo había pasado en realidad?. Era imposible saberlo si se mantenía en silencio, así que rápidamente se hizo escuchar con la voz quebrada que le salió en ese momento:

- ¿Dónde estoy?, ¿quiénes son ustedes?... - Las preguntas tenían respuestas obvias, pero él las desconocía. Aunque ni bien la vista empezó a aclarársele, pudo empezar a dudar sobre si no conocía a un de los hombres que ocupaban la habitación ahora.

-¿Acaso no me conoces Pabloc? – Pronunció con una voz firme y templada el del rostro familiar.

 

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El Caballero de Hércules hizo un esfuerzo importante para hacer foco en el rostro de aquel hombre y pronto empezó a entender de quién se trataba.

-Cadmo… ¿Eres tú?... –

-Claro que si hijo… Pero no te esfuerces en hablar. Estas débil y no debes gastar energía… -

- Solo dime que pasó con Pioth y los demás niños... –

Este punto le quitaba el sueño a Pabloc, porque no podía recordar si en verdad había visto a su hermano de pie, agradeciéndole el sacrificio, o si todo había sido un sueño.

-El esta bien… Y los demás niños también…- Expresó con voz baja el hombre que había sido su tutor y el de su hermano, desde que su padre había muerto.

El Santo de Plata intentó esbozar una sonrisa, pero pronto se detuvo, porque el gesto que acababa de dibujarse en el rostro de Cadmo no lo alentó a seguir. Para entonces, su vista se había recuperado y ya podía definir más claramente las figuras, por lo que también pudo advertir como el otro hombre que estaba en el cuarto, también mantenía un gesto de temor o de disgusto. Por cierto, en ese entonces recordó que también conocía ese sujeto: Prácticamente calvo, con un poco de pelo entrecano en la parte posterior de la cabeza, rasgos orientales y un atuendo que parecía ser de otro lugar, no muy típico en los ancianos de Omonia. Si mal no recordaba, ese hombre era uno de los sabios que conformaban el Consejo del pueblo; a quienes se acudía en busca de sugerencias y reflexiones en cuanto a un hecho determinado. Claro que por su juventud, nunca había tenido trato con él, por lo que dudaba de su presencia ahí.

- ¿Qué sucede Cadmo?... ¿Por qué tienes ese gesto?. ¿Hay algo más que no me has dicho?... Y por cierto, ¿por qué estas acompañado de este hombre?. ¿Acaso pasó algo con el Consejo?... -

Cadmo hizo silencio y bajo la vista… Cuando Pabloc estaba a punto de perder la paciencia e intentar levantar la poca voz que tenía, fue que el anciano intervino con un leve ademán, como para interrumpir la intención del más joven.

[Parece como si hubiese leído mi mente o advertido mi intención con solo mirarme…], pensó para sus adentros, aunque no dijo nada, porque estaba deseoso de escuchar lo que tenía para decir aquel hombre.  

 

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- Hay muchas cosas que desconoces Pabloc… Mi nombre es Ioannis y mi presencia se debe a que vengo en representación del Consejo. Lamentablemente, mi objetivo es ponerte al tanto de lo que, en verdad, siempre supimos que iba a ocurrir desde el momento en que nos enteramos de tu nacimiento. -

La sorpresa y la intriga habían ganado, otra vez, por completo la mente del Caballero de Plata.

- Se lo que estas pensando y, en ese aspecto, debo decirte que te puedes quedar tranquilo… El sacrificio funcionó y como ya te ha dicho Cadmo, los más jóvenes del pueblo están a salvo gracias a tu acción… -

Pabloc empezaba a dejar que se dibujase una pequeña sonrisa en su rostro, cuando una nueva noticia lo interrumpió:

-Lo malo es que salió demasiado bien… -

Ahora el desconcierto era total; ¿de qué estaba hablando ese hombre?.

-Por más ilógico que suene es así… Salió demasiado bien porque lograste salir con vida de allí, cuando todo indicaba que, lo más probable, era que perecieras en la cima de la montaña. Para serte sincero, nunca creímos que pudieras sobreponerte a tal circunstancia y por eso le pedimos a Cadmo que no te revelara la totalidad de lo que presagiaba el mito… O la maldición, mejor dicho… Desde ya te aclaro que aceptó en contra de sus sentimientos y muy a su pesar. Entiendo si te enfadas con todos, pero lo cierto es que no había otra forma de ponerte al tanto del asunto. Si no te lo decíamos, tarde o temprano, esos niños terminarían muriendo a causa del dolor. Y en caso de ponerte al tanto, estábamos seguros de que te sacrificarías, asegurándote de no sobrevivir por tus propios medios. En cambio, creímos que lo mejor era dejar todo librado a la voluntad del destino. Al fin y al cabo, tú y el pueblo está pagando por actos ejecutados en otra era y, ¿qué culpas cargas en verdad?... –

El Caballero de Plata sabía que su responsabilidad al respecto era nula, pero también era conciente de que al portar el ropaje sagrado que lo había elegido como el legítimo guardián de la constelación de Hércules, tenía la obligación de responder con altura y respeto en su propio nombre y el de los antiguos portadores de su Armadura.

- Lo cierto era que si no lograbas sobrevivir, el ciclo de venganza del universo de los dioses se cerraría para siempre probablemente, pero… -, Pabloc lo interrumpió con un tono que dejaba ver bronca y dolor:

- Pero como no morí en el sacrificio, el maleficio no se rompió, sino que cedió en su primer fase, pero pronto volverá a azotar Omonia con un nuevo castigo, ¿verdad?... -


El anciano hizo silencio, como buscando armar una respuesta convincente para su furioso interlocutor.

- Al menos… ¿Hay algo que pueda hacer al respecto para evitarlo?... Y esta vez espero escuchar una verdad completa y no parcial… Sin falsas expectativas por favor… Si la respuesta implica que debo entregar mi vida para terminar con este suplicio, quiero que me lo hagan saber… -

[Al fin y al cabo, quizás este sea el precio que debo pagar por haber sido elegido como el portador de esta Armadura… Probablemente, esto sea algo causal y no casual. O al menos quiero creer eso…]

- Es cierto que en caso de que hubieses perecido en el intento, el castigo sobre Omonia sería suspendido hasta que vuelva a nacer aquí otro guerrero portador de la Armadura de Hércules, como en tu caso… Podrían pasar cien o doscientos años sin que eso ocurra, nadie lo puede saber… Pero desde que supimos de tu aparición, supimos que este día llegaría. Lo que queda por hacer es desafiar al pasado cara a cara. Sabiendo que el costo puede ser muy alto… Pero es eso o nada… Ya que por más que te entregues en sacrificio ahora mismo, los dioses no aceptarían tu ofrenda, dado que superaste la prueba en la montaña Kornephoros… -

Pabloc no podía ni imaginar que era eso de “desafiar al pasado cara a cara”. Claro que no dudaba de hacerse cargo de la situación, pero la intriga le ganaba los ánimos y estaba impaciente de saber en qué constaba la maniobra.

- Hay un modo muy riesgoso y poco probado de meterse en el alma de la Armadura. Se que suena extraño, pero cada ropaje sagrado carga con parte de la esencia de cada uno de sus portadores, dado que tienen una relación muy estrecha uno con el otro. Por algo es el cloth el que elije al guerrero que va a portarla. De este modo, y mediante un procedimiento en el que necesitamos de tu profunda colaboración, podemos irrumpir en el interior de la esencia de tu Armadura. Una vez allí, si es que lograste llegar, deberás enfrentarte a Jummo, el más cruel y déspota de los antiguos Caballeros de Hércules. No solo deberás desplegar lo mejor de tu fuerza, sino que debes tener en cuenta que allí el tiempo es acotado y dependerá de cuan concentrado estés al momento de ejecutar la ceremonia.

Por cierto, debo confesarte que esta es una práctica legendaria, muy cuestionada y sepultada en el olvido por las autoridades del Santuario a lo largo de los años, dado que el riesgo es muy alto, tanto al momento del ingreso, como en el regreso… -

El Caballero de Plata de a poco había ido reincorporándose de la cama en la que yacía, sin darse cuenta prácticamente. El relato y la confesión del anciano que había llegado junto a Cadmo, hacían que sus nervios se tensaran y que realizaron movimientos involuntarios.

-Aún estás muy débil como para afrontar el riesgo, pero podemos ir ganando tiempo y puedo mostrarte la oración que debes pronunciar en al momento de realizar la maniobra para ingresar a la esencia de tu Armadura…-

Pabloc lo miraba como sin comprender de qué clase de rito le estaba hablando aquel anciano, mientras este lo saludaba y se retiraba de la habitación, aludiendo que debía poner en aviso cuanto antes al resto del Consejo y que él debía aprovechar ese tiempo para descansar y así recuperarse lo antes posible. El joven quedó solo en la habitación tras despedirse de Cadmo e intentó despegar su confusa mente, aunque no lo logró, ni lo lograría hasta unas cuantas horas después, cuando el sueño finalmente lo venciese. **
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Mensaje por Pabloc Jue Mar 13 2014, 15:09

El Sacrificio



** El Caballero de Plata se había asegurado de estar en la cima de la montaña Kornephoros, cuando por fin se decidió a vestir la Armadura de Hércules, que hasta entonces había cargado en su caja original. El cielo desplegaba una tormenta a todas luces y parecía que estuviese a punto de caerse: Los relámpagos alumbraban por breves instantes el cielo que lanzaba la lluvia en cantidades abrumadoras sobre la tierra y las rocas que conformaban el paisaje de aquel pico árido.

- Athena, alúmbrame en estos de oscuridad y sobre todo, protege y salva a los niños del pueblo que nada tienen que ver con los crímenes perpetuados siglos atrás. Yo, como portador de la Armadura de Hércules, ofreceré mi vida en sacrificio para pagar con ella el costo que han impuesto los dioses sobre mi constelación, y en consecuencia sobre mi pueblo. Fue un gusto pelear a tu lado durante este tiempo… -

Rápidamente, con el filo de la mano derecha, Pabloc rasga su muñeca izquierda, dejando caer la sangre a borbotones, para luego repetir el mismo movimiento en su brazo derecho.

Las lágrimas caían tibias y lentas sobre el rostro del Santo que estaba seguro que no saldría con vida de aquel reto; y que no pensaba dejar la cima del Kornephoros hasta que la tormenta abandonara el cielo que abarcaba la extensión de su territorio. Claro que para entonces, no podría decidir por sus propios medios ni contaría con la fuerza necesaria como para lograrlo.

Antes de que el cielo cesara de inundar los campos de Omonia, Pabloc cayó abatido, tras perder la conciencia a causa de la sangre derramada en el sacrificio. Ese fue el momento en que sus recuerdos se extinguieron y también lo hicieron sus angustias y su dolor. Al poco tiempo el agua helada dejó de caer sobre las piedras y el cuerpo del Santo que yacía sobre ellas. Pero nada indicaba lo que estaba apunto de suceder: El inmóvil físico del joven demostraba no contar con las energías suficientes como para bajar de la cima por sus propios medios, cuando un Cosmos acogedor y cercano lo rodeó y logró hacerlo levitar, desplazándolo suavemente por el aire como si se tratase de una hoja que se vuela por el viento. Esa presencia que había ocupado la extensión del cuerpo de Pabloc, como arropándolo, parecía provenir de la misma Armadura de Hércules que él vestía. Lo cierto era que en pocos segundos, el desvalido guerrero fue depositado por esa energía superior, al pie de la montaña que había escalado la noche anterior. Al ver la increíble escena, Cadmo, que había estado orando y vigilando la base de aquel pico durante toda la noche bajo la lluvia, se apresuró a recogerlo de inmediato. **

 

** El texto que el anciano le había acercado a Pabloc, era totalmente inentendible para el joven. Eran letras nunca antes vistas para él.


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- No te asustes, esas son letras de un alfabeto basado en un modelo fenicio, que luego acabaría derivando en el alfabeto griego clásico. -, le explicó Ioannis, mientras tomaba otro papel para pasarle la traducción al desorientado jóven.

- Una vez que memorices la oración, estaremos en condiciones de empezar con el ritual…-

Pabloc lo miraba más aturdido que antes…[¿Acaso la terrible maniobra a ejecutar consiste solo en aprender una frase de memoria?], vaciló el Santo de Plata mientras observaba al anciano.

- Digo que ya estaremos listos para empezar, dado que el resto de la operación no la podemos practicar previamente. Solo tendrás una oportunidad de hacerlo. De lo contrario se acabará todo, para ti y para nosotros, dado que el maleficio se desatará en su máxima expresión sobre el pueblo que es protegido por la constelación de tu Armadura... -


Pabloc no habló… Solo miro el piso y movió la cabeza como dando a entender que quería escuchar lo que seguía.

- Con una poción que guardamos desde tiempos inmemorables, te induciremos a un sueño profundo, tan hondo que no se asemejará a un sueño convencional. Es más, será una copia exacta de lo que conoces como realidad. Y justo allí radica lo riesgoso del plan: Si eres derrotado por Jummo, corres el riesgo de no despertar más en esta dimensión, quedando para siempre en un estado de sueño profundo, donde tus signos vitales seguirán como siempre, hasta que un día mueras físicamente. Pero hasta ese entonces, estarás inmóvil, como dormido, por más que no padezcas de ningún mal terrenal ni conocido anteriormente… No sabemos con exactitud que es lo que pasa con los que quedan atrapados, pero estimamos que pasan a tener una existencia eterna y paralela a lo que sucede aquí… Tal vez puede ser una experiencia grata, pero tal vez pueda ser el mismo infierno…-

El Caballero de Hércules había obviado la última parte del relato: Sinceramente, no le interesaba que podía pasar con él, solo quería acabar con el castigo que pesaba sobre su Omonia natal y de ese modo evitarle más penas a los pobres habitantes de aquel sitio. **

 
El Interior



** Pabloc pensaba que aquello no podía tener un peor sabor, mientras hacía un esfuerzo descomunal por no vomitar y por evitar olvidarse la oración. Antes de que se diera cuenta, el sueño empezó a vencerlo, lo que dificultaba cada vez más repetir una y otra vez aquella oración, que por cierto, no entendía el sentido que tenía. Le parecía que estaba mal redactada, que le faltaban verbos o algo similar, porque muchas de las líneas eran inconexas entre sí. O al menos no tenía un sentido explícito en su idioma.

Ahora era el momento de incendiar su Cosmos a la máxima expresión; la poción ya había empezado a hacer  su efecto, la Armadura había abandonado su caja para aferrarse a su cuerpo, por lo que todo dependía de él entonces. **

 

** La luz mortecina y amarilla de las velas que iluminaban el pequeño templo de los sabios del Consejo, había desaparecido por completo en la mente del Santo de Plata. Pero pronto un torbellino de luz blanca y verde intermitente asaltó el letargo en el que estaba sumergido el guerrero.

 

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[¿Cuánto tiempo llevaré aquí?... ¿Acaso esta es la entrada?], especulaba Pabloc, mientras el vértigo parecía empezar a alterarle el equilibrio. Pero… ¿La entrada de qué?... Ni siquiera él lo sabía bien… Barajaba estar en la intimidad del alma, de la esencia de su Armadura, en donde habitaba una parte del Cosmos de los antiguos portadores del ropaje sagrado…

[Es lógico que después de elegir a su portador y de compartir tanto tiempo de momentos intensos, el cloth de seguro guarda una parte de la naturaleza de cada uno de los que la han vestido…]

Pronto la luz avasalladora e intermitente dejó paso a la oscuridad otra vez. El silencio era tan hondo que empezaba a molestar en los oídos. Pero cuando empezaba a preocuparse por eso, la oscuridad le dejó paso a una escenografía conocida por Pabloc: De golpe se vió enfrente a su cada, en Omonia. No era precisamente la que había visto unas horas atrás, antes de empezar el sacrificio, pero se parecía… Aunque en verdad si era la misma, solo que mantenía la fachada de unos cuantos años atrás, cuando él era un niño. El Santo de Plata estaba fascinado con aquella imagen, ¿pero cómo había llegado ese recuerdo allí?, si ni siquiera él recordaba esa imagen… Adentro de la casa se observaba movimiento y eso llamó su atención. Entonces agudizó la vista: La silueta de una mujer cargando un niño se movía lentamente en el interior del lugar. El impacto fue brutal, porque Pabloc no pudo evitar en su madre.

[¿Estará viva en algún lugar?... ¿Por qué nos abandonó?... Ojalá haya tenido algún motivo real, porque de lo contrario nunca podré entenderlo…], reflexionaba el Caballero de Plata, cuando toda la imagen empezó a derrumbarse.

Toda aquella imagen de recuerdo empezó a temblar, como si hubiera un terremoto ahí. De golpe y sin previo aviso, la casa es atravesada por una sombra enorme. Pabloc queda en shock… No entendía que pasaba, hasta que la figura que se escondía en la oscuridad sale a la luz y le empieza a dar sentido a todo: Aquel hombre robusto, bastante más alto y fornido que él, con una larga cabellera rubia y ojos celestes que dejaban ver el frío que escondía su alma, era nada más y nada menos que Jummo. Estaba seguro, aunque nunca había visto una imagen de ese sujeto. La Armadura que portaba era muy similar a la suya, pero tenía diferencia. A primera vista parecía deslucida, gastada, dado que no tenía el color verde brillante habitual. Las hombreras tenían otro diseño, con puntas menos redondeadas y más cuadradas, el cinturón parecía más ancho, lo que le dejaba menos espacio a la pechera. Pero en una revisión más profunda, se podía advertir que el ropaje estaba agrietado, rasgado, como si hubiera pasado muchas batallas… La voz honda y potente sacó rápidamente a Pabloc del letargo. Cuando volvió en si, el grito aún resonaba en el silencio.

-Estabas buscándome, ¿verdad enclenque?... Eres la vergüenza de los Caballeros de Hércules, ¿lo sabes verdad?... -


Pabloc optó por hacer caso omiso a las provocaciones de Jummo, y prefirió atacar por otro lado. Al fin y al cabo, él si parecía un debilucho ante semejante mole:

-Si sabes que te estoy buscando, imagino que sabes el por qué, ¿o me equivoco?... Estoy seguro de que no, asi que paso a consultarte malviviente: ¿Acaso no estás arrepentido de todo el mal que has hecho?... Y por si no lo sabes, hasta después de muerto sigues causándole problemas a gente inocente… Lo malo de todo eso, es que esa gente pertenece a mi pueblo: Son mi padre, mi hermano, mis vecinos, mis amigos, los que sufren y sufrieron las mismas inclemencias que padecí yo… Por eso es que vengo a buscarte. Y créeme que irme sin haberte derrotado, no es una opción disponible…-

El gigante lanzó una carcajada que retumbó en todo el lugar:

-Jajajaja… Si crees que me da pena tu relato, o si buscas reblandecerme con él, te aseguro que estás lejos de lograrlo. Por el contrario, me halagas al informarme tal noticia… -

 La sonrisa entre cortada demostraba la sorna y la soberbia que cargaban sus palabras.

A Pabloc se le llenaron los ojos de lágrimas, pero evitó que aquellas rodaran por su rostro. No por vergüenza, sino para no demostrar fragilidad emocional. Sin saberlo, aquel fue el puntapié inicial del feroz combate.

Como una ráfaga de viento, el Hércules de esta Era se lanzó contra su antecesor y ejecutó la conocida técnica del Gran Tornado, seguido de una embestida brutal, aunque ambos movimientos fueron eludidos con facilidad por su contrincante. Ese hecho despertó una alerta en Pabloc: Ambos sabían las mismas técnicas, por lo que sería muy difícil sorprenderse mutuamente. Ahora debía idear una nueva estrategia, que le permitiera tomar desprevenido a su rival. Y esa idea debía surgir rápido, porque en el intercambio de golpe por golpe, él saldría perdiendo a causa de la diferencia física a favor de Jummo. **

 

** Los sabios que formaban el Consejo se encontraban rodeando el cuerpo del Caballero de Hércules que yacía tendido en esa especie de altar en el centro del Templo. Pero los más ancianos no eran los únicos que rezaban por él; también el resto de los pobladores lo hacían. Cada uno a su modo, implorando a dioses en común o a otros totalmente distintos, con los mismos credos o contrapuestos, pero todos con el mismo fin.

El joven aguantaba a pie firme las embestidas del gigante, y cuando caía a causa de la fricción, se levantaba con velocidad para evitar ser maniatado, dado que si eso ocurría, ese sería su fin. **




** El impacto dio de lleno en el estomago de Pabloc y, si bien su Armadura lo protegía, el impulso que traía el puño de Jummo logró derribarlo. Rodó hasta dar con una especie de columna, aunque no podía precisarlo, si al fin y al cabo, ¿qué era real en aquel sitio?. Nada era seguro ni absoluto. Tal vez todas eran representaciones de memorias en común, o no, pero que yacían allí, en la esencia del ropaje sagrado, producto de las almas de cada uno de sus portadores.

Cuando estaba en el piso e intentaba recuperarse lo antes posible, Pabloc encontró la llave de salida a sus problemas en aquel lugar: Las piernas el gigante no se condecían con el resto de su estructura. Amparado en la potencia de su torso y brazos, Jummo hacía valer su supremacía; pero sus piernas distaban bastante del resto de su cuerpo. Eran débiles, flacas, como si algún defecto congénito no le hubiese permitido desarrollarlas.

Sin dudar, el Hércules de esta era se quedó arrodillado mientras su contrincante lo observaba extrañado, aunque no tardó mucho en lanzarse a su encuentro. De seguro confiaba en que esa era su oportunidad para atraparlo y ponerle fin al combate. Claro que no sabía lo que le esperaba: Pabloc se deslizó velozmente, como realizando una barrida, con una de las piernas extendida y la otra flexionada; yendo en búsqueda de su rival. Velozmente, golpeó con los codos las frágiles tibias de Jummo. El dolor se hizo evidente en la cara del sujeto y Pabloc repitió la acción hasta que logró tirarlo. Luego, la historia transcurrió como se espera: Con el rival caído y con las piernas lesionadas, el Caballero de Athena tomó por la espalda y le propinó una descarga del temible Kornephoros. Al impactar contra el piso, el final fue inevitable.

Sin embargo, cuando todo parecía concluir, desde el piso llegó la noticia menos esperada:

- Pabloc… Gracias por ponerle fin a mi sufrimiento… - Murmuró el gigante caído.

El actual Caballero de Hércules intentó responder algo a aquella terrible confesión, pero no tuvo tiempo a nada, dado que una especie de vórtice de viento y luz lo arrastró de aquel sitio…

 

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Cuando volvió a abrir los ojos se encontró con un panorama conocido: Los sabios estaban arrodillados a su alrededor en aquel templo de Omonia, aunque pronto abandonaron esa postura al ver que el joven despertaba… Las caras de asombro hablaban por si solas: Evidentemente no tenían muchas expectativas sobre su regreso con vida... Pero al fin, la maldición había acabado... **

 

FINALIZACION
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Mensaje por TuRco-SaMa Vie Mar 28 2014, 14:09

Introducción: Una introducción corta y adecuada, sitúa perfectamente al lector mientras haya estado al tanto del rol anterior. No hubiera sido una mala idea detallar un poco más lo que había pasado anteriormente, pero sigue siendo una buena introduccion para esta pequeña historia. Nota: 7


Cuerpo: Esta vez me sorprendiste bastante! La idea de insertarse dentro de la armadura es algo bastante original diría yo, además de sorpresivo. La poción, la frase, todos rezando frente al inconsciente Pabloc son elementos que junto con tu forma de escribir hacen la historia totalmente llevadera y entretenida! La pelea con Jummo quizás fue un poco básica pero por otro lado, todo el ambiente que la rodeó fue simplemente excepcional. Nota: 9



Desenlace: Esto me dejó con un poco de sabor amargo. Al final, no se desarrolló como esperaba la personalidad del Hercules anterior, ni se respondió el interrogante de su madre, ni le diste la extensión adecuada para ver la reacción del consejo y el pueblo ante la hazaña de Pabloc. Un final tirado de los pelos que oscurece un poco el principal de la historia. Nota: 6


Ortografía: No se observaron errores groseros. Nota: 10


Promedio:8


Valoracion final: A pesar de ser un rol bastante corto a lo que esta acostumbrado esta sección, supiste desarrollar una muy buena historia, atrapante y muy interesante! Felicitaciones!
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Mensaje por Zaraki Vie Mar 28 2014, 21:19

Introducción: La historia comienza con sucesos ya ocurridos en otro rol, es corta pero consigue que el lector se introduja de lleno en lo que va a leer luego después. Nota: 7


Cuerpo: La atmósfera creada es muy descriptiva, algo que se repite en todo el rol. Un argumento original con todo el tema de la armadura, los monjes,...Pero la pelea se me quedó algo corta, algún giro más no hubiera venido mal, aún así es lo mejor del rol. Nota: 8


Desenlace: En este apartado debiste haber explicado más cosas, parece un final apresurado para todo el material que tenías para armar un gran cierre de historia. Simplemente correcto. Nota: 6


Ortografía: Sin nada que mencionar aquí, el rol se lee perfectamente y está muy bien escrito. Nota: 10


Promedio: 7,75


Valoracion final: Me he quedado con ganas de profundizar algo más en todo lo que has creado, algo que es muy positivo, pero que con un buen cierre de rol hubieras alcanzado mejor calificación. No obstante tu forma de rolear se ajusta a lo que me gusta, descriptivo, bien armado, con personajes profundos...Enhorabuena Pabloc, sigue esta línea amigo que es fenomenal!!
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Mensaje por TuRco-SaMa Lun Mar 31 2014, 20:24

Promedio final: 7.87
Nota final: 7


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