La llamada del destino.
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La llamada del destino.
Tipo de rol: Coherente.
Lugar: Italia (lugar donde está el orfanato), el Santuario de Athena. (Grecia).
Título: “El llamado del destino”.
Tiempo: La historia se ubica 500 años antes de lo acontecido en The Lost Canvas.
Prólogo
El pequeño Psyrax, un huérfano que nunca conoció lo que es el amor de una familia, en busca de una mejor forma de vida, según su criterio, decide un día escapar de las paredes del orfanato en las que pasaba sus días y del maltrato que recibía en el mismo. Sin saber a dónde ir, dejó que fueran su intuición y la suerte las que labraran su camino. Graves aprietos lo esperaban, sin comida ni agua que beber, escapó del orfanato. No tenía nada planeado ni ideado, tendría que arreglárselas como pudiere para no morir como un miserable. No tenía ni idea de las cosas por las que pasaría ni con las personas con las que se encontraría, personas que iban a darle un giro de 360 grados a la forma en la que el joven muchacho había estado viendo el mundo. Alegrías y desconciertos, peligros e intrigantes preguntas serían los aspectos encargados de llevar por el camino correcto al buen Psyrax. De corazón noble y puro, éste nunca se imaginó que en sus manos yacerían los ideales de paz, justicia y amor.
Hoteshi- PLATA
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Re: La llamada del destino.
Capítulo 1 - El Gran Escape
Por fin lo había conseguido. Esperaba que esta fuera su último intento sin sufrir las consecuencias. Ya antes había huido del orfanato al que llamaba hogar, y el que no sentía como tal, logrando solo que lo capturaran y le dieran una buena paliza. Junto a ello, había sufrido el castigo del hambre y la falta de socialización. No era que los demás niños del orfanato le importaran demasiado, pero vivir excluido del mundo en esa celda era una tortura.
Sin embargo, aquello no impedía que lo intentara una y otra vez. Sufría, sí, pero sabía que si lograba alejarse de aquel infierno podría tener una vida mejor. Era su mayor deseo y no podía renunciar a ello.
Por eso había ideado el plan perfecto. Cada intento de fuga había supuesto una anotación mental de qué hacer y qué no hacer, una estrategia más o menos elaborada para una mente infantil. Apenas si contaba con cinco años, pero la vida le había hecho crecer interiormente. En el mundo en que estaba, solo valía uno mismo. Solo tenía lo que era capaz de soportar y de hacer.
Orgulloso consigo mismo, se escabulló como una sombra entre los muros y callejones de la ciudad. Casi siempre que había escapado era de noche. Con el tiempo, dedujo que aquello era un error, ya que todos estaban más alerta a esas horas. Sin embargo, durante el día, el grupo de niños era tan diverso que desaparecer de repente para ir al baño no era algo sospechoso.
El niño sonrió. Había sido demasiado fácil. Si solo lo hubiera sabido meses atrás... ahora tenía tiempo para alejarse de allí antes de que se percataran de su desaparición.
Se dirigió hacia las montañas, con la idea de pasar desapercibido entre las rocas y templos derruidos. Pasó entre turistas, entre gente rica, entre otros pobres, entre niños, adultos... siempre alerta, con el sentido del instinto al acecho ante cualquier indicio sospechoso. Nadie parecía advertir algo extraño y si algunos lo miraban con desconfianza era por su aspecto desaliñado de posible ladronzuelo. Ya estaba acostumbrado a eso.
Conforme se alejaba de la civilización, se dio cuenta de su gran equivocación. Vagar por las montañas no había sido en absoluto lo más acertado. Hacía calor, tenía hambre, estaba cansado... pero no se atrevía a detenerse. Al caer la noche, cuando se sintió exhausto, se sentó sobre una roca.
- Nadie me sigue... - murmuró – no pueden seguirme... - se convenció ante la reinante oscuridad.
Derrotado, se dejó caer en el suelo hasta quedarse profundamente dormido en ese suelo áspero y nada cómodo. Ya en la mañana, los rayos del sol y el canto de los pájaros lo despertaron. Se levantó del sitio sobresaltado, mirando hacia todos lados. No había nadie. Cuando estuvo seguro, recordó que de nuevo había tenido ese sueño extraño. Uno que lo perseguía todas las noches. Se miró los dedos frunciendo el ceño y se dio cuenta de que además sentía el cuerpo entumecido por el frío de la noche y un pinchazo profundo en la garganta. Pero todo lo olvidó cuando su estómago comenzó a sonar.
- Demonios – gruñó – tengo hambre...
Su elaborado plan no había incluido comida, bebida o cualquier otra cosa que ahora pudiera echar de menos. Y, lamentablemente, allí no había nada. Nada que comer, nada que robar, incluso nada que cazar. Se maldijo a sí mismo por haber tenido la brillante idea de alejarse hacia las montañas.
- Si, Psyrax, tú y tus ideas geniales – se dijo.
Decidido a no darse por vencido y a no morir de hambre después de su gran logro huyendo del orfanato, se alejó de allí. Unas horas después, caminaba mareado por la ausencia de agua y comida, con el sol abrasador del mediterráneo sobre su cabeza. Comenzaba a ver borroso. Sabía que de un momento a otro caería al suelo y que moriría allí mismo, entre las rocas. Al menos eso era mejor que morir de una paliza en el orfanato...
Cayó al suelo de rodillas. Le dolía el estómago por el hambre y tenía la boca seca, pastosa. Trataba de humedecerse los labios pero no podía. Entonces oyó unas voces cercanas. El sonido estaba amortiguado entre las rocas, pero no se oía lejos. Cerciorándose de que no eran imaginaciones suyas, se aproximó con cautela y subió a una de las rocas, haciendo un esfuerzo que no creía tener. Se mantuvo alerta y vigilante, asomándose lo justo para ver a un adolescente de pelo castaño claro que caminaba con aire resuelto. A su espalda le seguía una versión en miniatura del muchacho.
- Vamos, Kakashi - le dijo el mayor, sin volverse.
- Estoy cansado – se quejó el niño – el entrenamiento en las montañas es duro... - reclamó.
El mayor no le dijo nada y continuó caminando. Entonces la vista de Psyrax se fijó en algo importante. El más pequeño llevaba en las manos una bolsa de tela no muy grande. De ella sobresalía un poco de pan. Al niño se le hizo la boca agua y, sigilosamente, decidió bajar de las rocas.
La energía había vuelto a su cuerpo como por arte de magia. Así que como un felino que acecha a su presa, los siguió escondiéndose. No en vano, él había aprendido a robar para compensar la falta de comida nutritiva del orfanato. Sabía cómo hacerlo. Era cierto que no se encontraba en las mejores condiciones físicas, pero una vez que hubiera atrapado ese pan, correría como un leopardo y nadie podría atraparlo.
Sigiloso, fue hacia el pequeño de pelo castaño, llamado Kakashi. Se maldijo a sí mismo por pensar en el nombre de su víctima. Nunca pensaba en el nombre de las personas a las que robaba. Ese niño no parecía preocupado por nada y casi arrastraba los pies. Se lo veía cansado y se había quedado rezagado, lo cual era un punto a favor de Psyrax. Sonrió.
Estaba a unos pasos cuando empujó la espalda de Kakashi con fuerza, que dio un traspié, al no esperarse aquello. En ese momento, Psyrax le dio un tirón de la bolsa y salió corriendo en dirección contraria, mientras Kakashi caía al suelo de rodillas, gruñendo.
Psyrax sonreía abiertamente ante su victoria, sin dejar de correr y sin mirar atrás. Había sido demasiado fácil. Por fin podría comer algo y por suerte no moriría. La sola idea de llevarse ese pan a la boca le produjo una tremenda satisfacción y le dio fuerzas en su huida. Sin embargo, su suerte duró poco. Cuando se veía libre, notó como le agarraban de la ropa, impidiéndole seguir avanzando. Se giró bruscamente para toparse con quien fuera que le tenía, cuando se dio cuenta de que era el adolescente a quien había robado.
- Pequeño ladrón – dijo el joven con gesto serio, pero no malvado - ¿a dónde crees que vas?
Soltó a Psyrax que cayó al suelo, mientras le arrebataba la bolsa. Se la lanzó a Kakashi, que miraba con ojos de sospecha bien intencionada a Psyrax, a cierta distancia.
- ¿Sabes cómo se castiga a los ladrones? - continuó el mayor sin dejar de examinarlo de pies a cabeza.
Psyrax no respondió. Claro que lo sabía, pero prefería no pensar en ello. Sin embargo, todo lo que podría ocurrir llegó a su mente como una película a cámara rápida. Si aquel chico lo entregaba a las autoridades, estos a su vez le devolverían al orfanato y todo volvería al principio. Seguramente la paliza lo mataría esta vez. Apretó los puños.
- ¡No dejaré que me entregues! – gritó poniéndose de pie, encarando al chico.
No parecía advertir que el adolescente le sacaba más de medio cuerpo y que lo había atrapado a pesar de que Psyrax era bueno corriendo, incluso que aquel le había quitado la bolsa sin que se diera cuenta.
- Dale su merecido, hermano – dijo el pequeño golpeando el puño contra su palma. Psyrax solo apretaba los dientes.
Para sorpresa del mayor, Psyrax se puso en pose defensiva. No había recibido clases de lucha, pero el convivir con otros chicos en el orfanato y pelear a cada momento era algo que ocurría a menudo. Tenías que aprender a la fuerza. O te golpeaban o golpeabas tú. Era cuestión de elegir. Y ahora no estaba dispuesto a que se lo llevaran, ni mucho menos a que le dieran una paliza.
El joven lo miraba fijamente. Psyrax no sabía cómo definir su expresión. Tal vez le hiciera gracia la idea de que fuera a defenderse a pesar de la diferencia de edad y estatura.
- ¿Qué pasa, tienes miedo? – preguntó Psyrax encarándose. El otro sonrió.
- Vaya, tienes agallas… - murmuró como para sí mismo – no te iría mal en el Santuario…
Psyrax se extrañó con el comentario. No sabía de qué Santuario hablaba, pero si se trataba de algún otro orfanato, no quería saber nada de él. Aquellos dos chicos vestían ropas muy extrañas y tenían un aire misterioso que los rodeaba, sobre todo el mayor. Apretó los puños y los dientes y lo miró fijamente, intentando aparentar seguridad.
- ¿Qué harás con él, hermano? – preguntó el pequeño, que estaba algo más alejado de los otros dos.
- Lo estoy pensando – respondió tocándose la barbilla y volviéndose hacia su hermano pequeño.
- ¡Es un ladrón! – dijo Kakashi molesto en su orgullo por haber sido golpeado y robado por un niño de su edad que ni siquiera pertenecía al Santuario.
- Qué va!! – se quejó Psyrax, molesto porque hablaban como si no estuviera allí.
Pero el niño aprovechó que los supuestos hermanos conversaban entre ellos y que el mayor ahora no lo miraba, y decidió escabullirse de allí. Sin pensarlo dos veces, dio media vuelta y se alejó a toda prisa. No había llegado demasiado lejos, cuando el hambre, el sol y el cansancio causaron estragos en él y, sin poder evitarlo, sintió como las fuerzas lo abandonaban. Se desplomó en el suelo y perdió el conocimiento.
Hoteshi- PLATA
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Re: La llamada del destino.
Capítulo 2 - La prueba
Psyrax despertó sobresaltado. De nuevo había tenido aquel sueño, aquel en que todo era rojo y dorado. Se incorporó hasta quedarse sentado en el sitio, mirando alrededor. El sol comenzaba a ocultarse, dejando entrar un brillo anaranjado por la ventana. Se sintió perdido y mareado y trató de ubicarse sin lograrlo. Estaba tumbado en una cama desconocida, en una habitación también desconocida. Para su alivio no se trataba del orfanato.
Recapacitó. Se había encontrado con aquellos dos hermanos extraños, les había robado y luego, intentando escapar, se había desplomado. No podía recordar nada más. Dedujo que aquellos dos lo habían traído a ese sitio. ¿Un hospital? Era algo parecido.
Intentó levantarse cuando se dio cuenta de que su brazo estaba enganchado a un gotero. Apretó los dientes. Definitivamente estaba en un hospital o centro médico y de seguro los del orfanato irían a buscarlo en cualquier momento. Se arrancó la vía del brazo con fuerza, dándose cuenta de su error. El dolor fue intenso y la sangre le corrió por el antebrazo. Trató de presionar para que no volviera a salir y su vista se fijó en la punta de aguja que había tenido clavada, en como goteaba sangre. Su sangre.
La visión le dejó ensimismado un momento. Era algo escalofriante al tiempo que atrayente. Cuando volvió en sí y sintió que tal vez su herida no sangraba, saltó de la cama. Groso error. Cayó al suelo, mareado. Trató de incorporarse agarrándose a la cama. Una vez estuvo estable, caminó hacia la pequeña puerta que había al fondo, casi arrastrando los pies.
Aún conservaba sus ropas, o más bien los harapos que él llamaba ropa, pero estaba descalzo. Por mucho que miraba por la sala, no veía sus zapatos. Decidió salir. Para su suerte, el lugar estaba desierto. Había un pasillo más adelante, con puertas a los lados, y al fondo lo que parecía la salida. Decidió ir agachado mientras se preguntaba por qué de repente no tenía hambre y cuánto tiempo habría pasado desde que estuvo en las montañas.
Salir del lugar fue demasiado fácil. Demasiado para la mente de Psyrax. Algo no cuadraba en todo aquello. Él estaba acostumbrado a las dificultades en las huidas... pero sin pensar en ello, siguió adelante.
En el exterior ya era de noche y la luz de la luna llena era lo único que iluminaba el camino. Se detuvo un momento para ver donde estaba. Aquello era muy raro. No parecía Atenas, ni mucho menos cualquier otra ciudad. Pero Psyrax tenía algo claro. Estuviera donde estuviese, debía huir, esconderse y evitar ser atrapado de nuevo. Se perdió entre las sombras de unas columnas y trató de no dejarse delatar por los rayos de la luna.
Caminó un buen tramo dándose cuenta de la irregularidad del lugar, del suelo arenoso y con piedras que se le clavaban continuamente en la planta del pie. Odiaba eso. Pero no tenía otra opción. Si volvía por unos zapatos, lo atraparían. Sin embargo, era realmente extraño todo esto. Nadie se había preocupado por él, nadie lo había vigilado, ni mucho menos nadie se había percatado de su desaparición. Frunció el ceño. Allí había gato encerrado. Seguro.
Sintiéndose con fuerzas, siguió con su camino, mirando por donde pisaba. Entonces se detuvo de golpe. Su vista se fijó en el escenario que se le presentaba. Aquel lugar era enorme, pero lo más llamativo era que al fondo había una montaña y desde el pie de esta hasta llegar a la cima la recorrían diversos templos. La luz de la luna sobre ellos les otorgaba un aspecto fantasmal, sin embargo, no dejaban de ser alucinantes. Entonces a Psyrax le cruzó un pensamiento por la mente.
- Yo he visto esto antes – murmuró sin poder evitarlo.
Pero era imposible. Jamás había estado en ese lugar, ni siquiera lo había visto en fotografías. Aun así, era como un recuerdo de algo. Pero, ¿de qué?
Sin saber por qué, caminó hacia el pie de la montaña, sumido en sus pensamientos. Reinaba el silencio. Pero, cuando más seguro estaba que todo iba bien, Psyrax se dio cuenta de que había guardias por todos lados. Casi tropezó con la espalda de uno y se escabulló de inmediato, sigiloso como una serpiente. Decidió esconderse como bien sabía hacer, entre un hueco de unas columnas del suelo y la sombra de estas. Y dejó que pasara el tiempo.
Debido a su estadía en cama, no tenía sueño, así que se limitó a ver las estrellas. En aquel lugar parecían distinguirse muy bien, nada que ver con la ciudad. Sin darse cuenta, aburrido de esperar, cayó en un letargo inquieto. No supo cuánto tiempo había pasado cuando abrió los ojos de golpe. Aquel sueño había vuelto de nuevo.
Desde que tuvo edad para saber qué eran las pesadillas, Psyrax solo había tenido un sueño que se repetía noche tras noche. En él una forma dorada resplandecía intensamente y justo cuando intentaba tocarla, un haz de luz negra le brillaba en uno de sus dedos. Luego todo se volvía borroso y normalmente el niño despertaba. Con el tiempo había aprendido a restarle importancia a aquello. Incluso sabía que a veces los sueños relacionados con ello eran más largos, pero solo lograba recordar la última escena.
Se dio cuenta de que aún era de noche. Así que se dispuso a investigar por el lugar. Sus continuas huidas del orfanato le habían demostrado que a altas horas de la noche, los vigilantes solían dormir presas del cansancio, facilitando así la labor de los fugitivos. Y aquel lugar no era la excepción.
Logró pasar cerca de varios guardias somnolientos o dormidos, que apenas si se percataban de lo que ocurría alrededor. Psyrax se sentía divertido con aquello. ¿Para que tenían tanta protección si luego todos eran unos ineptos? Incluso un niño podía pasar por allí sin ser visto.
Se detuvo entonces al pie de la montaña. Había unas escaleras y después un templo imponente. Entonces su mirada se nubló, perdiéndose en el vacío. Su mente se puso en blanco y solo avanzó.
Caminó despacio atravesando los templos silenciosos, empujado por algún tipo de hechizo del que no lograba despertar. Aunque tampoco hubiera querido hacerlo. Su mirada estaba fija en el frente y no veía nada más que escalón tras escalón, templo tras templo. Todos parecían abandonados o quizás deshabitados o tal vez los habitantes dormían. Pero Psyrax no pensaba en ello. Solo avanzaba.
Una única voz resonaba en su mente: "Escálibur".
- Escálibur… - murmuraba Psyrax, repitiendo lo que oía en su cabeza.
El niño ni siquiera sabía qué era eso, si una persona o un lugar o una cosa… Solo sabía que el corazón le latía rápido, no podía dejar de avanzar y que ni siquiera se sentía exhausto. Había recorrido muchas escaleras, pasado muchos templos, pero aquello no importaba.
Entonces se detuvo ante la puerta de un templo. Seguía hipnotizado por la visión. Era grande, como todos los que había visto hasta ahora, con un símbolo desconocido en el frontal. Entró pausadamente, como empujado por una fuerza desconocida. En su mente resonaba aún más aquella palabra, Escalibar, y el corazón comenzó a latirle con fuerza. No podía dejar de repetirla cada vez que la oía en su cabeza.
- Escálibur… Escálibur … Escálibur …
Avanzó como una sombra hasta perderse entre las enormes columnas del templo oscuro, cuando una luz llamó su atención. Se acercó hasta ella sin sentir el frío de las baldosas bajo sus pies descalzos. Entonces fue cuando vio una forma dorada, brillante, que flotaba a unos metros de él. Psyrax no llegó a sorprenderse, seguía hipnotizado por la visión. Era igual que la luz dorada de su sueño. Sin embargo, no podía pensar en nada, ya que una poderosa atracción, que lo hacía querer aproximarse. Los ojos le brillaban con un reflejo dorado y no era capaz de detenerse.
Una vez estuvo junto a la luz se dio cuenta de que era una especie de animal metálico. Parecía un caballo pequeño con cuernos, de oro. Se sentía fascinado con el poder que desprendía la criatura extraña y, sin poder contenerse, elevó su mano derecha, dispuesto a tocarla con uno de sus dedos.
Entonces, tal cual ocurría cada vez que soñaba, dejó de respirar y una luz negra emanó del animal dorado, cubriéndole el dedo y luego, cubriendo todo su brazo con una intensa energía.
- Escálibur… - murmuró mientras sus ojos adquirían un brillo dorado.
Psyrax sintió una punzada al notarse recorrido por aquella energía. Algo cálido viajaba por sus venas, desde el brazo hasta el resto de su cuerpo. Entonces llegó el dolor. Un dolor intenso como nunca antes había experimentado. Creyó enloquecer y se llevó las manos a la cabeza. No pudo evitar gritar y caer al suelo de rodillas. Un calor intenso se había apoderado de él y el dolor no cesaba. Sentía como si las venas iban a estallarle y apoyó las manos en el suelo, sudando dolorosamente. El corazón le palpitaba con fuerza y parecía que se iba a salir de su pecho.
Uno a uno notó como sus sentidos iban desapareciendo. No sentía el frío del suelo, apenas si veía nublado a su alrededor, un zumbido constante era el único sonido capaz de distinguir, sentía la lengua pastosa, pegada al paladar, mientras que daba bocanadas intentando respirar. De repente no percibía nada, solo una realidad parecida a un sueño y el dolor, el intenso dolor. Quería que acabara, que todo se detuviera y dejar de sentir dolor. Quería su muerte.
Y en un momento, todo se tornó oscuro.
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- ¿Sobrevivirá? - preguntó una voz masculina.
- No lo sé – respondió otra – todo depende de lo fuerte que sea...
- Cuando lo encontré perdido y muerto de hambre jamás pensé que podría ser elegido por Capricornio.
- Y tal vez no lo sea... si muere
Se produjo un silencio. Psyrax había captado las palabras de aquella conversación. Pero se sentía ajeno a todo, a su propio cuerpo. No podía moverse, ni abrir los ojos, solo escuchar.
Trataba de asimilar lo que había oído pero en su cabeza sentía un martilleo constante. Quería dormir, descansar.
Sin embargo no podía. Pensó que tal vez toda aquella conversación solo fuera un sueño. O tal vez hubiera muerto y ahora era un fantasma que escuchaba a las personas. Pero no, no podía ser. Aquellas voces hablaban de él.
Recordó como había visto aquel animal metálico que brillaba, igual que en su sueño. Todo había ocurrido de la misma forma, con la excepción del dolor. Jamás olvidaría aquel dolor... No, aquello no podía haber sido un sueño...
- Shane, ¿cómo es que lo encontraste? - pregunto de nuevo una de las voces. A Psyrax le resultó conocida, aunque no sabía de qué.
- Lo vi pasar por el templo de Géminis como un fantasma. Iba a detenerlo cuando lo oí murmurar "Escálibur". Era lo único que decía. Una y otra vez. - la voz se detuvo un instante – tuve curiosidad
- Viste todo lo que ocurrió, entonces
- Si, Angus. Parece que la armadura lo ha puesto a prueba...
- Con severos cortes... con Escálibur... - casi murmuró el otro.
- Si lo piensas, tiene su lógica – respondió Shane después de un momento.
- La tiene. Si sobrevive, deberá entrenar y…
Angus se quedó en silencio. Psyrax movió una de sus manos al escuchar todas aquellas palabras referidas a él. No conocía a las personas que hablaban. Ni a ese tal Shane ni a Angus. Esos nombres no le decían nada. Sin embargo, un deseo de comprender todo lo que explicaban, lo referente a su sueño y como se había vuelto real, le daba energías para volver en sí.
Lentamente abrió los párpados. La luz lo cegó pero trató de acomodar su vista, fijándola al techo. Luego, haciendo un esfuerzo sobrehumano, se incorporó hasta quedarse sentado. Observó la habitación donde estaba. Le era desconocida. Sin embargo, su mirada se volvió hacia la derecha y se fijó en los dos jóvenes sentados cerca de él.
- ¿Do...? - sintió una punzada de dolor. Tenía la boca seca y parecía que era la primera vez que la usaba, pero se esforzó por hablar ante la mirada atenta de los dos adolescentes - ¿Dónde... estoy? - terminó por preguntar.
- En el templo de Géminis -respondió el joven que le era desconocido – soy Shane de Géminis. Él es Angus de Sagitario – añadió, señalando a su compañero. Psyrax lo reconoció como aquel a cuyo hermano había robado.
- Bienvenido al Santuario de Athena – oyó que le decía Angus con una sonrisa.
El tiempo se detuvo para Psyrax. En ese instante, supo que tendría mucho que preguntar, mucho que aprender, mucho que indagar... pero sobre todo supo que a partir de ese momento su vida no volvería a ser la misma.
FINALIZADO.
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Re: La llamada del destino.
Bueno, espero les guste esta pequeña historia. Solo contiene dos capítulos (por ahora, tentativo) porque no quise forzar un tercero o más hasta no tener una idea clara del panorama en general acerca de toda la historia.
Estoy totalmente abierto a las críticas, es mi primer rol de este tipo, si hay cosas que mejorar pues espero me las hagan saber.
Estoy totalmente abierto a las críticas, es mi primer rol de este tipo, si hay cosas que mejorar pues espero me las hagan saber.
Hoteshi- PLATA
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Re: La llamada del destino.
Bueno, un poco tarde termino de leer tu rol jaja pero paso a calificar. Me pareció muy bueno, y era de esperarse debido a los roles que te mandás en las peleas, asi que este relato, cumplió con mis expectativas. Muy prolijo, y bien detalladas las acciones, sentimientos y lugares, sin volverse tedioso que es lo importante. El unico "deficit" que puedo verle a la historia es que el protagonista tenga apenas 5 años y ya tenga estas aventuras, aunque trates de justificar que por los golpes de la vida creció de repente, se me hace un poco dificil imaginarlo en esas situaciones. Sin embargo, es algo que el propio kurumada no ha sabido especificar en su obra original (caballeros que obtuvieron armadura dorada a los 7 años? ). No he visto errores de ortografía ni de semántica, asi que con esa parte, genial! Espero leer la continuacion de esta historia man!
Nota: 7
Beneficios: 2000 monedas y 100 de exp
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