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Saint Seiya: Origen del Infierno 3091mae
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Saint Seiya: Origen del Infierno

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Mensaje por TuRco-SaMa Miér Feb 27 2013, 22:46

Like a Star @ heavenTipo de Rol: Coherente

Like a Star @ heavenPersonajes a utilizar: Varios

Like a Star @ heavenLugar: Santuario de Athena- Continente MU
Like a Star @ heavenTiempo: Epoca del mito, luego de la primer Guerra Santa con Poseidón.








Capítulo 1: Preludio de la catástrofe

El silbido tibio de los pájaros le daba una tonada interesante a aquella mañana de aquel día tan fatídico, solo unos pocos habitantes de aquel enorme continente sabían la tragedia que acechaba aquellas desoladas tierras que eran rodeadas por el Océano Pacífico.

La vida de aquella pequeña metrópolis en desarrollo pronto se vería azotada por una catástrofe, o mejor dicho por un castigo divino. Parecía un día como cualquier otro, las callejuelas de tierras correteadas por los hiperactivos pies de los niños y algún que otro animalito que los siguiera en su juego, los mercaderes con una gran sonrisa ofertando todo tipo de artículos tanto comestibles así como adornos, utensilios y artesanías, los diversos talleres que trabajaban todo el día al cien por cien dejando oír a los eventuales pasajeros, la melodía metálica de la forja de armas y otros elementos. Todo parecía en orden, pero era solo una falsa apariencia, realmente, aquella comunidad estaba a punto de destrozarse.


- No puedo concebir que el Santuario, nos siga usando como así. Somos un pueblo lo suficientemente fuerte como para sostenernos de forma autónoma, ¿por qué tenemos que estar dependiendo de Athena? Una diosa que ni siquiera se interesa por nosotros, que no ha aceptado a nuestros mejores guerreros en el Santuario. ¿Por qué hemos de hacerlo?-

La voz del joven se había elevado considerablemente y resonaba en todo el recinto mientras los demás lo observaban con temor, esperando que no desate el poder que aquel joven guardaba en su interior.

El salón del pequeño castillo era testigo de una reunión de nobles, que habían sido convocados por un ultimátum dado desde Grecia donde se encontraba el Santuario de la Diosa Athena. Al parecer aquel joven que por el momento era el centro de atención, había mostrado grandes signos de rebeldía,llegando a asesinar a varios caballeros de Athena. El nombre de este muchacho era Wolfram.

Sus enérgicas palabras eran dirigidas al patriarca de la región, fiel seguidor de la diosa Athena, que a pesar de tener un poder inmenso, sabía que no podía enfrentarse a Wolfram, ni el ni todo su ejército. Los ojos sabios del viejo veían cada gesto del muchacho, comprendiendo cada palabra de lo que decía. Los demás nobles en la reunión solo se limitaban a observar y ser presentes de una situación un tanto incómoda: El destino de la metrópolis, el país y el continente estaba escrito.

-Claro, no puedo esperar otra cosa de ti, eres un ser patético en verdad. No sabes guiar a un pueblo, y como si eso fuera poco, te doblegas ante alguien que quiere gobernarnos y hacer de nosotros los sastrecillos de sus armaduras-

Wolfram miró fijo al anciano de pelo largo que vestía una extensa túnica de seda que solo permitía ver la punta de sus pies. Se acercó con un par de pasos, hasta dejar su cara a unos escasos centímetros de su receptor.

- Pero, después de todo, sería inútil todo esfuerzo, ustedes no pueden detenerme, nadie en estas Tierras puede hacerlo, mi poder absoluto es lo que va a salvar a esta mugre donde vivimos. Yo seré el gobernante del nuevo Mu, y los débiles como tú ya no existirán después de hoy.-

A todo esto, el silencio reinaba en la sala junto con el nerviosismo de los presentes, que no se animaban a emitir palabras en la acalorada situación. Wolfram dio media vuelta y miró severamente a dos de los sujetos que allí se encontraban.

- Neicz, Senaj, vámonos de aquí, será mejor que estemos preparados para cuando se aproxime la caída, o mejor dicho, el resurgimiento de nuestro nuevo imperio. Y usted Patriarca, tiene el tiempo suficiente para evacuar a la gente de estas tierras, huya como siempre ha querido hacer y salve su arrugado pellejo!-

Con estas palabras el joven de blancos cabellos se retiró del recinto, escoltado por aquellos otros dos hombres que había llamado segundos atrás. Abandonaron la sala con paso firme, dejando atrás al resto de los hombres que se habían quedado en completo silencio. Una lágrima recorría el rostro del anciano, sabiendo que nada podían hacer frente a tal magnánimo poder y que aquella civilización quedaría en ruinas.

- No hay opción, traten de evacuar los pueblos lo antes posible, el fin se acerca, lleven con ustedes todas las armaduras que puedan, quizás nos serán de utilidad en algunas tierras lejanas. Den la orden a los pueblos de que no se atemoricen y acudan a los puertos más cercanos- dijo el viejo con voz apagada y en tono de resignación, al instante los demás sujetos que se encontraban en el lugar, desaparecieron en un rápido movimiento.

El anciano caminó con paso achacoso hacia el gran sillón de mármol, que poseía bellísimas incrustaciones de diamantes. Se desplomo sobre el cómodo almohadón de plumas, y llevando ambas manos a la cara, comenzó a sollozar.




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Mientras tanto, Wolfram ya había abandonado la gran construcción escoltado por Neicz y Senaj. Como todo lemuriano, Wolfram tenía dos puntos en la frente, característica de aquella raza de humanos con tintes élficos. Su cabello lacio y totalmente blanco parecía suave y liviano como la seda, y unas líneas rojas por debajo de sus ojos le daban un aspecto temible e imponente, una bata color lavanda lo envolvía a duras penas, dejando relucir su pecho marcado por los duros entrenamientos. Hijo de una de las familias más poderosas del país, había sido dotado con un poder oscuro sobrehumano y prácticamente absoluto desde su nacimiento, transformándolo en un ser de pura maldad, consciente de sus poderes casi divinos. Poderes que según se comentaba, habían sido adquiridos gracias a la utilización de ciertas artes oscuras por parte de sus padrinos, Lidia y Rapelbaum, a quien se los acusó de hechiceros en todo el país.

De adolescente, llegó su rebeldía ante el Santuario para quien los Lemurianos trabajaban felizmente, y eso le había causado demasiados problemas a la comunidad. Un séquito de jóvenes lo seguía con afición, obedeciendo a sus órdenes, teniendo fe en que el sería quien de la luz de nuevo a todo el continente. Jóvenes que a corta edad se habían convertido en peligrosos asesinos, que se encargaban de eliminar a quienes vayan en contra de sus principios. Para algunos el salvador, para otros, el peor monstruo sobre la faz de la Tierra, no había partidarios intermedios. Cientos de personas habían caído bajo su puño, no solo de su raza, sino también aquellas personas del Santuario que visitaban ocasionalmente aquellas lejanas y calurosas tierras.

De aquellos seguidores, Neicz y Senaj eran los más poderosos y los más fieles a quien decían que era su maestro, que les había transmitido todos sus conocimientos en las artes oscuras, así como en el combate con armas, la lucha cuerpo a cuerpo y el despertar así como también el uso intensivo del cosmos.

Neicz era un muchacho fornido de pelo oscuro, raro en la gente de aquellas tierras, ya que todos eran de tener cabellos de tonos claros,solo unos pocos portaban el color azabache en sus cabezas como lo hacía este muchacho. De carácter sumamente enérgico, amante de las peleas y ciertamente bastante poderoso, creía en que Wolfram lograría ser el gobernador de todo Lemuria y volver al país a la posición que merecía. Su oscuro cabello contrastaba con sus delicados ojos azules, que le daban cierta belleza exótica al brillar al unísono con sus pendientes dorados.




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Mientras tanto Senaj era un joven alto, de pelo rubio casi ceniza, de apariencia calma y tranquila, exactamente igual a su carácter. Su calma era superada solo por su poder, un poder avasallante solo superado por Wolfram y quizás, por el anciano Patriarca en sus mejores épocas. Siempre vistiendo atuendos oscuros, parecía la mismísima muerte no solo por su aspecto sino también por la crueldad a ciertas de sus víctimas. Era la segunda persona más poderosa de aquella raza de humanos con algunas habilidades fuera de lo común, como lo eran la telepatía o la telekinesia.

- Je, cuanta risa me da la gente del Santuario, creen que pueden derrotarnos a nosotros, piensan una invasión y atacarnos con las propias armas que les fabricamos, no son más que seres patéticos, quienes vengan a atacar, serán testigos del horror que nosotros tres podemos llegar a generar-

Las palabras confiadas de Wolfram eran tentadoras para el joven Neicz, quien sentía hervir su sangre ante la sed de pelea. Cada enemigo aun más fuerte que el anterior lo motivaban para combatir hasta el último límite.

- Claro que si, hoy será un gran día para nuestra nación, nos desharemos de la molestia del Santuario y podremos gobernar a nuestro antojo!- Exclamó Neicz algo exaltado. Se veía el brillo especial en sus ojos azules que resplandecían de emoción.

-Pues, opino que no deberían estar tan contentos, ¿acaso se dan alguna pálida idea de toda la gente que puede llegar a perecer en esta lucha?- La voz calma de Senaj parecía tratar de poner paños fríos a la situación de ambos personajes, mientras el viento ondeaba sus finos cabellos haciendo que su rostro fuera apenas visible.




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-No te has puesto a pensar Wolfram, a quien gobernarás bajo tu nuevo régimen, si el Patriarca ha de evacuar todos los pueblos y ciudades? Serás rey en la nada absoluta, solo te gobernarías a ti y a nosotros dos

La agudeza del comentario de Senaj se clavaba como una estaca en Wolfram que lo miró con cierto recelo, mientras los tres caminaban tranquilamente por el polvoriento camino colina abajo.

- Pues, como debe saber, mis seguidores son una masa bastante grande, entre la cual coexisten quizás los mejores orfebres y herreros que serán capaces de darnos las armas suficientes para aniquilar al Santuario! Hazme un favor y llámate al silencio-


La mirada certera del joven de cabello blanco silenció al otro, que solo se limitó a mirar el cielo y los alrededores del camino, como avergonzado del pequeño reto que le había propiciado su maestro.

-Solo digo, que deberemos ser muy cautelosos, para que esto, no se convierta en un baño de sangre….-

Continuará...


Última edición por TuRco-SaMa el Dom Mayo 26 2013, 19:34, editado 1 vez
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Mensaje por TuRco-SaMa Lun Mar 04 2013, 18:24

Capítulo 2: Infamia

-De ninguna manera aceptaré eso! Es un monstruo y hay que deshacernos de él!-

La furiosa voz del hombre resonaba en toda la sala, al tiempo que un vaso de whisky se partía en varios pedazos al caer súbitamente al suelo. Este hombre, de unos aparentes cincuenta años se encontraba sentado en un imponente sillón de madera con un suave almohadón de terciopelo. Los gritos eran proferidos a la jovencita que tenía frente a el. La niña, callada y con la mirada baja y avergonzada, escuchaba con algo de temor las palabras del hombre, mientras pensaba en alguna alternativa que no implique tal destrucción como la que acababa de escuchar.

El hombre se serenó, cerrando los ojos y apretando un tanto los dientes. Su semblante duro temblaba apenas producto de la irritabilidad que le generaba la toma de tal decisión. Pero era algo ineludible. Dándose cuenta de la violencia de sus palabras, trató de calmarse y de contener a la niña que estaba a punto de romper en llanto.

-Uma, debes comprenderlo, es necesario combatir a ese sujeto con todo lo que tenemos. Es la amenaza más grande del Santuario, incluso más que el mismo Poseidón. No conocemos los límites de su poder y su maldad. ¡Se ha deshecho de muchos caballeros del Santuario sin piedad y de las formas más crueles! ¡No podemos permitir que un guerrero así siga vivo! –


El hombre se levantó del sillón y se puso frente a la niña de pelo castaño, que continuaba con la mirada baja, y jugueteaba suavemente con sus dedos sobre su inmaculado vestido blanco, tratando de distraerse de la situación para evitar las lágrimas. Posó sus grandes y robustas manos sobre los hombros de la pequeña, tratando de transmitirle algo de confianza. Uma levantó la vista y lo observo con sus cálidos ojos marrones que ahora se encontraban empañados. Una voz temblorosa salió de su interior, buscando persuadir al individuo frente a ella:

-Pero Favio, que hay de toda la gente que habita esa ciudad? Una pelea contra ese tipo puede destrozar gran parte de esas tierras, teniendo muchos heridos y muertos. No quiero que haya más muertes en mi nombre, de ninguna manera…-

Las palabras de la niña se entrecortaron para dar lugar a un llanto silencioso pero lleno de dolor. Con suavidad Favio la abrazó tiernamente como si de un padre se tratara, y acarició los suaves cabellos de la niña para poder calmarla.

- Uma, quédate tranquila, hemos coordinado con el Patriarca de Lemuria para que evacúe todos los habitantes, al menos por unas horas hasta que derrotemos a Wolfram. Te aseguro que nada saldrá mal.-

Las relajantes palabras de Favio calaban hondo en el humor de Uma, que ya había detenido su llanto, esperanzada ante la situación que relataba el Pontífice del Santuario. Ambos se separaron y ella lo miró y trató de sonreír al hombre alto de oscuros cabellos que se encargaba de regir a su
diezmado ejército.


- Si es cierto lo que dices, entonces puedo tranquilizarme en que todo va a salir bien, y por fin tendremos una época de paz y armonía, eso me pone muy feliz!- Las mejillas rosadas de la pequeña mostraban unos pequeños hoyuelos al reírse, mientras sus ojos se achinaban al compas de su sonrisa.

- Exacto, en segundos llegarán los caballeros de Oro capaces de acabar con nuestro enemigo, usted por el momento puede volver a su recinto y orar para que todo salga de la mejor forma.-


La niña sonrió de nuevo y sin mediar palabras caminó en dirección contraria a Favio y subió con calma los cinco escalones, mientras el movimiento ondeaba su largo cabello y arrastrando la cola de su pulcro vestido blanco, desapareciendo tras el enorme telón bordó de la sala. La pequeña reencarnación de Athena de apenas doce años, portaba su ingenuidad a flor de piel, sin darse cuenta que esta podría ser aprovechada por la gente que la rodeaba para hacer el mal. Este era el caso de Favio, el Patriarca del Santuario, rector de todos los defensores de Athena entre los cuales se encontraban dos traidores que pronto aparecerían en la escena.

El chirrido de las bisagras de la puerta principal anunciaba la llegada de visitantes al recinto del sumo Pontifice. Efectivamente se trataba de aquellos dos traidores, dos hombres que habían vendido su dignidad ante la codicia y el poder.


Uno de ellos era Romang, un muchacho de aproximadamente unos veintidós años, con una cabellera larga y color rojiza como las mismas brasas del infierno, ojos de un tono amarillento y una tez grisácea hacían pensar que aquel sujeto era un humano a duras penas. Su cuerpo musculoso indicaba que era un sujeto de gran poder, con una imponente presencia. Era uno de los doce caballeros dorados del ejército de Athena, y sobreviviente a la guerra con Poseidón que había sido librada tiempo atrás. Así como también era el único que había sobrevivido a la masacre perpetuada por Wolfram y sus seguidores. Desde ese día, la venganza contra el lemuriano había alimentado su poder y sus ansias de luchar.

Al igual que Romang, Samarás era uno de los doce caballeros de Oro, y al igual que él, también era partícipe y cómplice de la traición al Santuario. Originario de la misma Grecia, Samarás era un joven de diecinueve años y pese a su corta edad, era el caballero con el mayor dominio del cosmos. Fue quien logró hacerlo explotar casi hasta el infinito en la guerra Santa con Poseidón, siendo de gran ayuda para salvar al resto de sus camaradas dorados. De contextura pequeña y piel blanca, totalmente lampiño, Samarás aparentaba menos años de los que en realidad poseía a sus espaldas. Sus rizos inconfundibles parecían de oro al ser acariciados por el sol de aquella mañana. Nadie imaginaba que una figura de
aspecto tan inocente y tan poderoso perpetuaría una traición al sitio que había sido desde siempre su hogar.


Fueron los lemurianos quienes en base a las escamas que portaban los Generales Marinos de Poseidón, crearon las armaduras que sirvieron a los guerreros de Athena para afrontar un desafío de las dimensiones de una guerra Santa. El secreto de la alquimia y el misticismo a la hora de elaborar armaduras, era una característica pura y exclusiva de unos pocos lemurianos. A pesar de poseer los conocimientos técnicos necesarios, no era para nada sencillo elaborar una armadura, por eso es que
para aquellos tiempos, las 88 armaduras todavía estaban en proceso de creación.

La aparición de Wolfram complicó los planes estipulados por Favio, que bajo su apariencia de sabiduría escondía una maldad sin igual. Favio sabía que gobernar el pueblo de alquimistas le daría el control total sobre las armaduras y por defecto sobre todos los caballeros del Santuario. Una Athena tan juvenil e ingenua, no sería rival para su fuerza o la de alguno de los caballeros dorados seducidos por el poder.

El mundo sería suyo, siendo dueño del continente Mu y del Santuario, no habría ejercito capaz de vencer tal imperio. Sin embargo, el poder y los deseos de Wolfram de hacerse cargo del continente habían hecho trastabillar sus planes, que probablemente estaban a punto de concretarse en ese momento. Bajo la promesa de gobernar el continente, Samarás y Romang aceptaron el desafío de deshacerse de Wolfram y todos sus seguidores para adueñarse de esas mágicas tierras. Una sangrienta
batalla entre los dorados y los rebeldes del continente Mu estaba por desatarse…



Continuará...
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