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Petición de la armadura de Cerbero

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Mensaje por Jesenoma Mar Sep 17 2013, 12:56

Nombre: Jesenoma

 Edad del personaje: 25

 Sexo: Masculino

 Nacionalidad: Española

 Signo: Géminis

 Aspecto: 1,85 cm y 90 Kg, delgado y musculado, constitución atlética, pelo blanco y ojos grises.


 Perfil psicológico: Observador y analítico, no suele precipitarse. Si tuviera que definirse en dos adjetivos, estos serían meticuloso y constante. Es un hombre de recursos, capaz de encontrar soluciones descabelladas a problemas que parecían imposibles de resolver. Desconfiado, no suele abrirse a la gente. Si considera que una causa es justa, llegará hasta el final a cualquier precio.

Historia:

** Jesenoma jamás se habría imaginado el destino que le esperaba. Desde pequeño, había tenido un vínculo especial con los animales, especialmente con los perros. Sentía especial atracción por estos animales, admiraba la devoción y la lealtad con la que eran capaces de entregarse a un trabajo. Un perro podría defender la casa de sus dueños a cualquier precio, sin importarle morir en el intento y sin pedir nada a cambio. Jesenoma nunca imaginó hasta que punto eso era cierto. De hecho, aunque el no lo sabía (y posiblemente nunca lo supiera) estaba vivo gracias a es ese espíritu protector de los perros

Jesenoma quedó huerfano siendo muy joven. A decir verdad, no tenía ningún recuerdo de sus padres. Según le habían contado, estos le abandonaron siendo un recién nacido, marchándose lejos a iniciar una nueva vida lejos de allí. Nada mas lejos de la verdad, los progenitores de Jesenoma, un matrimonio de clase media/alta acomodado en un pequeño caserío, murieron asesinados a manos de un grupo de saqueadores que entraron a robar una desdichada noche de verano en su casa.

Arrasaron con todo lo que había en el domicilio, dando una muerte cruel y despiadada a sus padres al intentar resistirse al acto vandálico. Cuando entraron en la habitación de Jesenoma, que contaba con días de vida, el perro de la familia evitó que el bebe corriese la misma suerte que sus progenitores. No se trataba de ningún can poderoso y altivo, se trataba de un perro vulgar y corriente, que no destacaba por su tamaño ni por su belleza, tan sólo un perro que vió a su nucleo familiar en peligro y se decantó por proteger al miembro más debil. Los asesinos no pudieron acabar con el neonato, sufrieron mordeduras del can, que atacaba cegado por la ira a todo aquel que se acercaba a Jesenoma. Aún recibiendo varios golpes y cuchilladas, el perro no cesó en su empeño de proteger al menor. Tal vez fuera debido a la urgencia de tener que abandonar la escena del crimen lo antes posible o el hecho de que no querían que un perro, que ya estaba medio muerto, les dejase una marca de por vida por intentar  matar a un testigo mudo de la atrocidad que habían cometido. El caso es que Jesenoma y su fiel guardián lograron sobrevivir a ese fatal día. Jesenoma nunca sabría esto, ya que nisiquiera pudo conocer a su salvador. Lo encontraron muerto, desangrado y acuchillado, cuando un vecino, alertado por el ruido, descubrió la dantesca escena. El bebe fue enviado a una casa de acogida, donde crecería ajeno a esa historia.

Sus primeros recuerdos se remontan a ese centro en el que creció. Eran muchos niños y recibir un trato especial era imposible. Jesenoma se pasaba horas con los perros del recinto, parecía tener un don, una afinidad especial con ellos. Los perros se sometían a su voluntad sin rechistar. El joven se sentía lleno de energía y confianza rodeado de sus particulares amigos, especialmente por las noches. Las estrellas parecían recargarle de una energía que le embaucaba.  Le fascinaba observar el cielo, le ofrecía momento de calidad en su triste y monótona vida. Las largas noches de verano en que se fugaba de su cuarto, las consumía paseando bajo ese manto estrellado que tan buenas experiencias le proporcionaba.

Sus amigos de cuatro patas eran sus mejores maestros. Les observaba y aprendía. Eran conscientes de cualquier movimiento en los exteriores del centro, siempre alertas a todo, sin miedo, sin valorar el potencial ni la fuerza de lo que se acercase, tan sólo, vigilantes abnegados, conscientes de que su misión era proteger las puertas de ese centro a cualquier precio.

Los años pasaban y Jesenoma se convirtió en lo que la gente calificaría como un muchaho introvertido. Apenas se relacionaba con la gente. Dormía a trazos durante las horas de luz y vigilaba el centro por la noche junto a a sus peculiares compañeros de patrulla. No estaba obligado a ello, de hecho, ninguno de los responsables de la casa de acogida lo sabía, y de haberlo hecho, tampoco se lo habrían impedido, pero sentía la imperiosa necesidad de hacerlo. Tal vez fuera por la influencia de la noche, que despertaba su espíritu. No sabía como explicarlo, pero era como si las estrellas recargasen su energía, dotándole de la seguridad en si mismo que nunca nadie le había inculcado y de una sensación de confort inexplicable, sobre todo un pequeño grupo de ellas. Lejos estaba de conocer el nombre de esa agrupación de cuerpos celestes, pero eran las que mas llamaban su atención.

Cuando Jesenoma cumplió la mayoría de edad tuvo que abandonar el centro, lo que afecto en su estilo de vida. No contaba con ingresos de ningún tipo, y como todo hijo de vecino, tuvo que buscarse un trabajo para poder sobrevivr, la caridad ya se había terminado para él. Obtuvo un empleo a media jornada ayudando a un anciano invidente con sus labores diarias. Era el abuelo y único familiar de una joven que acababa de casarse, y al no queres llevárselo a su casa, decidió contratar a alguien que le cuidase unas horas al día y mantuviese su casa habitable. No era un trabajo agradable, y el anciano era un hombre bastante tosco y desagradable, pero era lo único que había conseguido. Al menos le proporcionaba un sueldo con el que mantenerse, un techo bajo el que dormir y suficiente tiempo libre para poder seguir realizando sus peculiares patrullas nocturnas. Muchas noches, volvía al centro para visitar a sus camaradas de cuatro patas, se sentía profundamente vinculado a ellos.

El viejo no empatizaba con Jesenoma, se mostraba desagradable con él, le gritaba y reprendía continuamente. Eso le amargaba y le hacía desear que llegase la noche para escaparse con sus perros a vigilar. La noche cada vez le atraía mas, cada vez se sentía con mas energía en sus patrullas, era como si se convirtiese en otra persona totalmente distinta a la que era por el día.

Al poco tiempo empezaron las pesadillas... y cada vez eran peores y mas frecuentes.

Soñaba que durante sus patrullas arrasaban el centro, y lo peor de todo es que él no podía hacer nada por evitarlo, se limitaba a contemplar como personas sin rostro entraban y mataban a todos los huérfanos. En sus pesadillas, sus perros caían y le observaban con mirada triste, como si esperasen que reaccionase, que evitase la masacre. Jesenoma estaba paralizado y no podía hacer nada. Se despertaba sobresaltado, gritando. En mas de una ocasión tuvo la sensación de que el sueño era demasiado real, levantándose sobresaltado y desplazándose lo mas rápido que podía al centro para comprobar que tan sólo había sido un horrible sueño.

Una noche, en una de sus habituales patrullas, recargado de la extraña energía y seguridad que le proporcionaba el manto dorado que parpadeaba en el firmamento, observó que su agrupación de estrellas predilecta, brillaba con mas intensidad. No podía explicar con palabras lo hermoso que le resultaba, se quedó absorto observándola durante horas sin hacer nada mas. Un fuerte instinto, algo que nunca antes había sentido, le impulsó a ponerse a caminar. Caminó hacia esas estrellas, durante toda la noche. Llegó a un descampado y cuando no podía dar un paso mas, se sentó. Inevitablemente se quedó dormido, pero esta vez, sus sueño fue distinto.

La escena se repetía. El asalto al horfanato se llevaba a cabo por aquellos hombres sin rostro, pero esta vez, él podía actuar. Atacó con ferocidad a los asaltantes, se sentía poderoso, notaba como la misma sensación de seguridad y confort que le proporcionaba la noche, se convertía en fuerza y potencia. No tenía límite, se sentía imparable. Su capacidad de lucha aumentaba, y sobre todo, el deseo de proteger el centro. Él era el guardián, el auténtico encargado de custodiar la puerta del recinto que le vió crecer. Se sentía poderoso, sabía que ese era su cometido en la vida. Sus perros le miraban con el orgullo con el que se mira a un lider, entregándose a la lucha con total ferocidad tras sus acometidas. Cuando todos los asaltantes habían caido, miró al cielo y observó sus estrellas favoritas, que parecian arder en llamas. Al momento se despertó.

Mientras volvía de regreso a la casa del viejo, no podía dejar de pensar en su sueño. La pesadilla que le atormentaba ya había terminado, se había esfumado dando paso a un gloriosos sueño. Se sentía aliviado y lleno de energía. A pesar de que ya era de día, la sensación de bienestar que solía sentir unicamente por la noche bajo el manto de estrellas  seguía presente. Podría atreverse a asegurar que aún sentía la misma sensación de poder que había experimentado en su sueño. Eso le hizo pensar... y mucho. Interpretó su sueño como una señal de cambio, una señal que le dejaba ver que su época en el orfanato ya había concluido. Ahora debía buscar otro lugar que proteger, debía convertirse en el guardián de su destino.Tenía la necesidad de irse, de encontrar su lugar en el mundo. Era un ansia que le ardía en su interior, algo imposible de describir, pero sencillo de comprender. Quería seguir las estrellas y tenía claro que iba a hacerlo. Había algo en esos puntos luminosos que todas las noches le cautivaban y esa noche había visto arder con furia en su sueño durante su momento de glória. No sabía adonde le llevarían, tampoco sabía si era lo correcto, tan sólo sabía que era lo que quería hacer y lo haría. Estaba harto de soportar a aquel anciano cascarrabias que le hacía la vida imposible. Jesenoma no era una persona que se dejase llevar por sus impulsos, pero tenía la certeza de que no iba a equivocarse. Esa misma noche, recogió sus escasas pertenencias y se lanzó a la aventura, no sin antes pasar a despedirse de sus amigos de cuatro patas. les prometió que volverían a verse. Esa noche, los perros aullaron como jamas antes lo hubieran hecho.

Jesenoma no sabía adonde le llevarían sus pasos, tampoco sabía que destino le aguardaba. Tan sólo se limitó a observar el cielo y caminar sin rumbo fijo. Tal vez, caminando tras sus estrellas, encontraría el lugar que estaba destinado a proteger.**
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Mensaje por Ichann Mar Sep 17 2013, 13:51



OFF: Dejamé decirte que tu historia esta Genial.. Me encanto TODO, lo unico pobre Jese que nunca va a saber que paso con sus padres!!! Pero nuevamente te SUPER FELICITO por tu historia ^^

Off2: Ahora lo que tienes que hacer es dirigirte al subforo de "RETOS SANTUARIO" y crear un nuevo tema para solicitar tu reto.

Recordá que son las armaduras las que escojen a sus portadores, por lo que ella te va a imponer un reto.

Algo para marcarte es que, en ese nuevo posteo, no puedes confirmarte la portación de la armadura y tampoco ningún otro personaje puede hacerlo. Es la misma armadura la que te pondrá a prueba, pero eso lo rolearemos nosotros.

En ese post, deberás explicar cómo te enteras del santuario, pero no has podido averiguar nada del mismo en tu búsqueda, solo que entrena a guerreros sin igual. En tu búsqueda has encontrado en uno de esos lugares una locación, que al parecer es un campamento de entrenamiento. Deberás explicar tu viaje y llegada hacia el mismo. Al llegar te encuentras con un lugar devastado.

Haz caso a lo que te he puesto porque allí no te puedes equivocar, sino se te dará por anulada la petición y deberás volver a rearmar todo el rol desde el principio. Así que presta atención a lo que te he puesto.


¡Suerte!
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